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JORGE HUMBERTO BOTERO

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La Constitución en vilo

Como no pudo lograr sus objetivos dentro de la Constitución, ahora Petro lo intentará por fuera.

Jorge Humberto Botero
19 de marzo de 2024

Esto fue lo que dijo el viernes en Cali:

“Diálogo sí, concertación sí, pero con el pueblo en las calles. Si las instituciones que tenemos en Colombia no son capaces de estar a la altura de las reformas sociales que el pueblo a través de su voto decretó, demandó, mandó y ordenó, entonces no es el pueblo que se va arrodillando hacia su casa derrotado. Son las transformaciones de esas instituciones las que se tienen que presentar. (…) El triunfo popular del 2022 se respeta y la asamblea nacional constituyente debe transformar las instituciones para que le obedezcan al pueblo su mandato de paz y de justicia”.

Tengan paciencia que voy a replicar. El pueblo al que refiere la carta política es la colectividad de los ciudadanos; no únicamente aquellos que, en una determinada elección, fueron mayoría. En interés de la nación, no de una fracción suya, cumplen sus funciones los distintos órganos del poder. Al Congreso corresponde hacer las leyes; en ejercicio de esta responsabilidad, la única restricción que tienen sus integrantes es la Constitución. Cada miembro del Legislativo goza de autonomía para interpretar las conveniencias sociales.

Quisiera el antiguo guerrillero ver al Parlamento realizando sus tareas bajo el asedio de las primeras líneas, exactamente como se hizo, con respaldo gubernamental, para presionar la designación de fiscal general por la Corte Suprema.

Es una falacia afirmar que de los comicios de 2022 fluye un mandato concreto para adelantar unas determinadas reformas, aquellas que, para entonces, no existían. La mayoría de los ciudadanos no votaron por Petro; los votantes por Hernández y en blanco fueron más. En las votaciones parlamentarias realizadas poco antes de las presidenciales, las fuerzas petristas quedaron en franca minoría. Y en las elecciones regionales de octubre pasado los amigos de Petro sufrieron una derrota mayúscula.

Hasta ayer, la opinión nacional había asumido que en su discurso caleño el presidente propuso reformar la Constitución por medio de una asamblea constituyente. Un mecanismo tortuoso, pero legal. Luego de leer el reportaje de Petro en El Tiempo y el memorando que recoge La Silla Vacía, es ya evidente que el objetivo consiste en poner en marcha un proceso constituyente refundacional, es decir, por fuera de los cánones que la Constitución establece para su reforma.

Este giro es de importancia suma. “La Constitución de Rionegro ha dejado de existir”, dijo el 10 de septiembre de 1885 el presidente Rafael Núñez. El 3 de febrero de 1999, Chávez, al tomar posesión como presidente de Venezuela, juró cumplirla, aunque calificándola de “moribunda” y, en efecto, la hizo morir. Petro estaría de acuerdo con ambos.

Para estos fines, el presidente dice que pondrá a funcionar los “cabildos abiertos” que la carta contempla. Es una postura equivocada. Su funcionamiento está previsto en el ámbito local para que las autoridades municipales escuchen a la comunidad sobre asuntos de esa índole. No son el mecanismo de participación popular establecido para poner en marcha una asamblea constitucional. La regla vigente establece un procedimiento muy distinto: que el pueblo, en comicios nacionales, participe, primero, para definir si se convoca la asamblea con un determinado temario y, luego, para elegir a los constituyentes. Petro va por otro carril que carece de fundamento normativo.

En sus pronunciamientos del lunes, el presidente enuncia un conjunto de temas, inconexos entre sí, que constituirían la temática del proceso que ha decidido abrir. Afirmar que junta peras con manzanas sería insuficiente; la confusión es aún mayor: mete en el mismo saco manzanas y tornillos, ángeles y gimnasios, nubes y aranceles, en fin…

Lo digo porque hay instituciones que, estando en la Constitución, no deberían reformarse, en particular las que tienen que ver con el Acuerdo con las Farc de 2016. Sería erróneo llevar al plano constitucional, por ejemplo, la reforma agraria y las drogas ilícitas, asuntos que no tiene sentido congelar en cláusulas constitucionales, las cuales deben ser abstractas y permanentes. Garantizar mejores condiciones de vida para la población en salud y pensiones son asuntos de vital importancia respecto los cuales el Gobierno ha fracasado. El objetivo que en el fondo persigue, al incluirlas en el barril constituyente, consiste en deslegitimar el Congreso y presionarlo para que se doblegue ante las ideas del petrismo.

Reformar la “justicia para acercarla al ciudadano” es importante, pero las discusiones pertinentes versan sobre procedimientos judiciales, número y distribución de jueces, manejo de expedientes, mecanismos de investigación criminal. Por último, para establecer un diálogo en torno al fin de la violencia, no se requiere poner en marcha un proceso constituyente.

En realidad, lo que el país reclama es la sustitución de la equivocada política de paz por otra. La paz total es un fracaso estruendoso. Como el propio Gobierno lo reconoce, los grupos violentos crecen exponencialmente; el secuestro masivo de la población es un hecho incuestionable, y nada se ha avanzado en las mesas de negociación, salvo la irresponsable gabela del cese al fuego. Petro no aprendió la dolorosa experiencia del despeje del Caguán.

Creo que se ha materializado un tercer punto de inflexión en el breve recorrido de este gobierno. El primero fue la expulsión de los sectores moderados, que ocurrió hace un año. El segundo se inició con el intento de configurar mayorías parlamentarias con tránsfugas de otros partidos, estrategia que tampoco funcionó. El ciclo que comenzó el pasado viernes es el de la victimización. Este es el mensaje implícito: la oligarquía derrotó al pueblo, y no me dejó gobernar, a mí que, sin duda, lo represento. La izquierda debe iniciar desde ya la campaña de 2026 a fin de rescatar al país de la ignominia. Cuando tengamos el poder, cambiaremos la Constitución.

Temo que hoy comienza para Colombia una época sombría.

Briznas poéticas. Tal vez sea oportuno recordar a Elías Canetti: “A los pensamientos más atroces los miramos tranquilamente a los ojos, mientras que ante otros, mucho menos atroces, no hay nada capaz de tranquilizarnos”.

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