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La cruda realidad del TLC

Ricardo Buitrago explica qué sucedió en la última ronda del TLC y qué implicaciones tiene lo acordado sobre los sectores económicos del país. Sus conclusiones no son optimistas., 77279

Semana
7 de febrero de 2006

La que debería ser la "ronda definitiva", seguramente porque en esta definitivamente quedaríamos a expensas de los errores y las omisiones de un proceso de negociación falto de análisis, conciencia de país y cargado de intereses políticos y "lobby" empresarial, ha sido aplazada hasta el próximo 14 de febrero. En gran parte, el aplazamiento obedece a la presión de los sectores sensibles para no terminar las negociaciones bajo las condiciones plateadas y también a la posición inflexible de los negociadores norteamericanos.

Pero, veamos si lo que nos han estado "vendiendo" como la negociación necesaria para nuestro desarrollo es tan cierto como lo plantean el gobierno y los defensores del TLC.

Las cifras

Para justificar el acuerdo, los interesados en la firma -precipitada- del mismo han utilizado el argumento de la "nociva" pérdida de las preferencias otorgadas a través del ATPDEA. Pero las cifras dicen lo contrario: de los 3.670 millones de dólares que Colombia le exportó a Estados Unidos en 2003, 2.000 millones de dólares entraron con 0% de arancel por la Cláusula de Nación Más Favorecida (su acceso libre a Estados Unidos está garantizado). Es decir, el tema de la necesidad de reducciones arancelarias para el acceso al mercado norteamericano no es tan cierto.

De los 1.670 millones de dólares restantes que utilizaron ATPA o ATPDEA, tres productos concentraron el 91% de las preferencias: 1.150 millones de dólares fueron petróleo y sus derivados, 230 millones de dólares fueron flores y 180 millones de dólares fueron confecciones. Lo cual ratifica que de la concentración de beneficios que el TLC otorgará a los sectores productivos del país, sólo muy pocos se verán beneficiados.

Mientras tanto, Colombia importó 4.620 millones de dólares de Estados Unidos, de los cuales 38% (1.769 millones de dólares) con aranceles superiores al 10% (promedio de 17,5%) y, el resto, o sea 2.851 millones de dólares, con aranceles entre el 5% y el 10% (promedio de 6,4%). Aun con esa diferencia arancelaria, Estados Unidos pagando aranceles promedio del 11,95%, y Colombia, del 0%, nuestra balanza comercial es deficitaria (importamos más de lo que exportamos) en 950 millones de dólares. Ahora con la reducción de aranceles para los productos norteamericanos, la brecha deficitaria será aun mayor.

El planteamiento de la reducción arancelaria tiene otra "inconsistencia": el problema no es llegar al mercado sin aranceles, el problema es la eliminación de las barreras técnicas al comercio. Las restricciones en materia sanitaria y fitosanitaria y de normas técnicas a las que se ven enfrentados nuestros productos en el mercado del norte son los verdaderos escollos que hay que superar. Eso y las tremendas asimetrías en materia de subsidios agrícolas, las cuales traté en artículos anteriores.

Otro argumento que se le presenta a la opinión pública es el impacto positivo del acuerdo en la economía del país. Las cifras globales de comercio vuelven a contradecir a los amigos del TLC: En 2004, el crecimiento de las exportaciones colombianas fue de 27,9 %, mientras que el crecimiento de la economía fue sólo de 3,8%. Es otras palabras, el impacto del comercio exterior no es tan relevante en nuestra economía, dado que el 59,7% del total exportado tiene poco valor agregado (los productos industriales exportados son intensivos en recursos naturales, de baja tecnología o de tecnología media), lo cual ratifica que la economía colombiana se está convirtiendo en una economía de maquila sin intenciones de desarrollo tecnológico.

Los "referentes" del Tratado

Otro gran sofisma de distracción que se ha utilizado para la opinión pública es aquel que argumenta que debemos tener como referente lo sucedido en otros tratados de libre comercio. Se nos habla de los beneficios del TLC Chile-Estados Unidos y los del CAFTA y hasta del NAFTA (por sus siglas en inglés); también se argumenta que éstos deben ser la base de nuestra negociación y que es necesario firmar nuestro TLC o, de lo contrario, perderemos presencia en el mercado más importante para el país.

Los resultados de estos tratados tampoco son lo que se ha dicho ni se deben tomar como base. Las cifras contradicen lo primero, y las asimetrías en las economías contradicen lo segundo.

En el TLC de Chile, por ejemplo, los dos primeros trimestres de 2005 las exportaciones crecieron 15,5%, en tanto que las importaciones crecieron 54,5%. No es de extrañar que las economías latinas sean deficitarias frente a Estados Unidos, lo extraño es que Chile antes del TLC (2003) tenía un superávit comercial bilateral (exportaba mas de lo que importaba) del orden de 1.100 millones de dólares y en el primer semestre de 2005, luego del TLC, se redujo a una cifra cercana a los 600 millones de dólares.

Otro ejemplo es el NAFTA, el cual no ha ayudado a la economía mexicana. Mientras el crecimiento del comercio, la creciente productividad y el incremento de las inversiones han producido un aumento de 500.000 puestos de trabajo en el sector manufacturero entre 1994 y 2002, el sector agropecuario, donde aún trabaja casi la quinta parte de la población mexicana, ha perdido 1,3 millones de puestos desde 1994.

Los errores y las omisiones

Aún no entiendo cuál es el afán de la firma del acuerdo. Las naciones en desarrollo han planteado su posición en contra del mundo desarrollado (principalmente en el tema agrícola) y han logrado avances importantes en ese aspecto.

En la pasada ronda de negociaciones de la OMC en Hong Kong, gracias a la presión del G-20, liderados por Brasil, India y China, las naciones industrializadas (léase Estados Unidos - Unión Europea) accedieron a desmontar los subsidios a la exportación para 2013 y deben presentar avances en materia de acceso a mercados antes del 30 de abril del presente año. Lo increíblemente triste es que nuestros "negociadores" no hacen uso de estos mecanismos para ejercer presión. Por el contrario, soportan los desplantes de su contraparte norteamericana (como sucedió con la mesa agrícola, que no fue atendida en dos oportunidades en pasado martes) e insisten en una negociación bilateral, recíproca y altamente perjudicial para la economía.

Ignorar las voces de protesta de los gremios y los sectores afectados, de negociadores y asesores que han renunciado por la naturaleza lesiva del tratado, y pretender convencer al país de que somos capaces de asimilar los impactos negativos del tratado son errores que deberemos pagar muy caro si el TLC se llega a firmar en las condiciones actuales.

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