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LA CULTURA A PATADAS

Semana
29 de agosto de 1983

Desde que el nuevo gobierno trajo consigo el relevo de la ya para entonces consagrada directora de Colcultura, Gloria Zea, la opinión pública había quedado en una especie de "stand-by" con respecto al debate que tarde o temprano habría de iniciarse en torno a la nueva administración del Instituto.
La prudente espera la rompió, quizás prematuramente, un artículo de Daniel Samper, que acusaba directamente al gobierno de haber acaparado la cultura colombiana en Palacio, mientras que Colcultura, una especie de ministerio del ramo, se encontraba atravesando una época de peligrosa parálisis teórica y práctica.
La respuesta de Aura Lucía Mera, directora de Colcultura, no se hizo esperar. De manera suscinta quiso enumerar al columnista algunas de las realizaciones del Instituto durante el presente año, pero el resultado obtenido fue el de la enunciación de una serie de proyectos que difícilmente lograron desvirtuar las acusaciones del periodista y que, por el contrario, dejaron la sensación de que este primer año de relevo administrativo en Colcultura no se ha caracterizado precisamente por su eficacia a nivel práctico.
Yo me atrevería a pensar, sin embargo, que a Aura Lucía Mera debe otorgársele, por varias razones, un compás de espera mayor. En primer lugar porque comparar sus primeros dóce meses de labores al frente del Instituto con los últimos doce de Gloria Zea es equiparable a comparar una semilla con una fruta madura, en el sentido de que los ocho años que estuvo Gloria en la dirección de Colcultura le permitieron reunir una experiencia que es, quizás, la que aún le falta a la nueva directora y por consiguiente lo que explica que sobre Aura Lucía Mera todavía gobierne una cierta timidez ejecutiva.
No debe descartarse tampoco la circunstancia de que la anterior y la actual directora de Colcultura pertenecen a dos estilos completamente distintos de mujeres. Gloria siempre ha estado caracterizada por un halo de éxito personal, belleza y "charm" que utiliza de manera eficaz para abrir cualquier puerta que encuentre cerrada a su paso. Sobre Aura Lucía, en cambio, pesa una especie de auto-impuesta discreción que cierra su círculo de amistades en torno al núcleo de los intimos que la conocen y la valoran, entre otros el Presidente de la República. Esta diferencia determina en ambas estilos muy distintos de administración, ya que mientras Gloria no pasaba muchos días sin ser registrada por algún motivo en la prensa, Aura Lucía apenas ha concedido un reportaje y por consiguiente las labores de este año de Colcultura han carecido prácticamente de divulgación.
Pero existe otra diferencia, quizás la más significativa. Quienes la admiraron como directora de Colcultura jamás negaron el hecho de que Gloria Zea fue una dictadora. Eficaz y muy "sexy" pero una dictadora. Aura Lucía péca de todo lo contrario.
Ha trascendido que la actual directora de Colcultura manda en equipo, y que sobre el funcionamiento interno del Instituto ejercen cotidiana e inusual injerencia varios organismos estatales, así como un equipo de asesores que, como se dice vulgarmente, tratan de "mangonear" a la funcionaria. Tomando las debidas precauciones para no caer en exageraciones democráticas, Aura Lucía Mera tiene una magnífica oportunidad para demostrar que la cultura en este país no tiene por qué ser manejada a patadas de dictador.
Ya al frente del Teatro Colsubsidio tenemos el mal ejemplo de un magnífico ejecutivo, como es Roberto Arias Pérez, que maneja aquella sala de espectáculos como un feudo de su propiedad. Algunas paredes del teatro se encuentran actualmente adornadas con gigantescas ampliaciones de artículos de periódicos que muy acertadamente defienden su labor, pero que colgados sobre esas paredes revelan la existencia de una administración tiránica que usufructúa, prácticamente a nombre propio, lo que en realidad pertenece a los afiliados, borrando de esta forma con el codo todo lo bueno que Arias ha logrado construir con las manos.
El refrescante estilo de Aura Lucía merece, entonces, una oportunidad.
Quizás pasado este primer año, en el que evidentemente ha habido por razones inevitables una disminución en el ritmo que imprimió la anterior administración, es de esperarse que la directora de Colcultura supere la etapa de los proyectos y pase a a la aplicación de una clara política cultural que se oiga, se sienta y se lea, en lugar de que solamente pueda uno imaginársela divirtiendo a unos cuantos privilegiados de las veladas en Palacio.

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