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La defenestración del Papa

Sus enemigos dicen que no ha renunciado por ansia de poder. Pero sus admiradores se lo atribuimos a su indeclinable responsabilidad

Semana
27 de marzo de 2005

A Juan Pablo II lo quieren defenestrar. Obligarlo a que renuncie a su dignidad porque está enfermo, con lo cual se abriría la más grande paradoja de la Iglesia Católica en el propio seno del Vaticano: la de que el ser humano se vuelve desechable cuando le falla su cuerpo.

El papado de Karol Wojtila ha sido complejo. Asumió su dignidad a los 58 años, después de que Juan Pablo I falleció en medio de los rumores de que había sido envenenado por alguna de las facciones intestinas del Vaticano.

A la cabeza de la Iglesia, se estrenó en medio de las dictaduras militares de Chile y Argentina, recibió la papa caliente de la teología de la liberación, tuvo que enfrentar el escándalo de la quiebra del Banco Ambrosiano y el suicidio (¿asesinato?) de su presidente, Roberto Calvi y, más importante que todo, manejó la candente situación política de su natal Polonia, a la que ayudó a liberar de 50 años de dictadura comunista, convirtiéndola en uno de los bastiones de la caída del muro de Berlín.

Tan obedecido como controvertido, en cada uno de los anteriores eventos sus críticos le adjudican una discutible cuota de responsabilidad. Tolerancia con las dictaduras latinoamericanas, látigo a los teólogos de la liberación y complicidad con la tapadera de la quiebra del Ambrosiano, adjudicada en parte a la millonaria ayuda que le brindó al sindicato polaco Solidaridad.

A eso se suma su posición extremadamente conservadora frente a temas como los anticonceptivos, el sida, el aborto, el divorcio, el homosexualismo, el celibato, el sacerdocio femenino, y su tardía reacción ante los escándalos de pederastia de sus jerarcas.

Sus defensores, sin embargo, lo consideran el Papa que requería la época. Muy pronto conquistó al mundo con su faceta de 'el atleta de Dios' por sus aficiones deportivas, que también desataron amplia controversia -y aumentaron su encanto- cuando fue fotografiado casi desnudo mientras se sumergía en su piscina de Castel Gandolfo. Y supo explotar a favor de la propagación del evangelio el impacto de los medios de comunicación, en los que se ha apoyado permanentemente durante sus decenas de viajes a casi todo el planeta.

Aunque en los últimos días sus dolencias han aumentado la presión sobre su renuncia, no es la primera vez que al papa Juan Pablo II intentan defenestrarlo. En el libro A la sombra del papa enfermo se relata que comenzó a hablarse de su dimisión después de la postración física y de su estado de ánimo a la que lo redujo el atentado contra su vida el 13 de mayo de 1981 en manos de Mehmet Alí Agca.

En 1992 se inició una nueva cascada de problemas de salud, agravada por la versión tardíamente confirmada, a pesar de los signos evidentes, de que el Papa padecía de Parkinson. Llegó a augurarse que viviría un máximo de cuatro años.

En 1993 cayó al suelo por primera vez. En abril de 1994 volvió a caer y se fracturó la cabeza del fémur, y a comienzos de septiembre circuló incluso la noticia de que había fallecido. En Navidad de 1995 se desmayó asomado a la ventana de su estudio, mientras leía el mensaje Urbi et Orbi. En 1996 volvió a desmayarse durante un viaje pastoral a Guatemala. Todo este tiempo el Vaticano le atribuyó las dolencias del Papa a afecciones del aparato digestivo. En agosto de 1996 sufrió un nuevo desmayo, hasta que en septiembre de ese año, por fin, un portavoz papal reconoció lo que hasta entonces se había negado: el Papa tenía Parkinson.

Entonces Newsweek publicó un artículo en el que se describió una vez más la preocupante salud del Papa, pero en el que se anticipó de paso por qué llegaría al año 2005 sin que las predicciones acerca de su renuncia se hayan dado todavía: "En su andar doliente, inseguro, sus interrupciones al hablar, como si ya no tuviera fuerzas de avanzar, genera en las masas el deseo de estar con él y de ayudarle. Recuerda la imagen de un poderoso que sufre y quizás evoca a Cristo, que aun siendo Dios es crucificado".

¿Por qué el Papa no ha renunciado? Sus enemigos dicen que es por ansia de poder, y temen que ante la debilidad del Papa el Opus Dei (en el que militan nuestros cardenales López Trujillo y Darío Castrillón) se haya apoderado del Vaticano.

Pero sus millones de admiradores se lo atribuimos a su indeclinable responsabilidad con la misión que le encomendó Dios.

Y aunque este domingo de palmas Juan Pablo II no condujo la misa por primera vez en 22 años, parece decidido a resistir hasta el día de su muerte. Por ello invita a sus fieles a rezar "para que me sea concedida la fuerza necesaria para consumirme al servicio de la Iglesia".

Este no parece ser, pues, un Papa defenestrable.

ENTRETANTO. ¿No les parece que en medio de su escandaloso juicio, Michael Jackson ha cogido cara de vampiro?