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LA DESTRUCCION DE LAS INDIAS

La catástrofe de hace cinco siglos está en las crónicas de los propios protagonistas, tanto los vencedores como los vencidos, y no sólo en la llamada "Leyenda Negra"

Antonio Caballero
29 de junio de 1992

LA DESTRUCCION DE LAS INDIAS
HABLANDO EN UNO DE LOS MUCHOS coloquios dedicados a la gloria del 92 se indignaba Mario Vargas Llosa: "Parecería que, en lo que respecta al Quinto Centenario, sólo se toleraran contradicciones y objeciones. (...). Se trata de una curiosa controversia en la que sólo participan distintos tipos de impugnadores y ningún defensor".
Asombroso. ¿Es ciego Vargas Llosa? Como si los que se gastan cientos de miles de millones de pesetas en montar coloquios sobre el Quinto Centenario fueran sus impugnadores, y no sus defensores; como si fueran sus organizadores, y no sus contradictores, los que la policía dispersa a palos en Sevilla. Es verdad que Vargas Llosa suele ver como empresas quijotescas de caballero andante las batallas ganadas en las que él participa en nutrida compañía ("A Contracorriente", titula impertérrito su colección de ensayos publicados en los más grandes diarios en los cuales repite lo que cantan a coro todos los poderosos de este mundo). Pero en este caso la ceguera no es sólo suya, sino que afecta a todos los que con él celebran el Quinto Centenario: se jactan de luchar contra gigantes; y no hacen otra cosa que derribar puertas abiertas.
Lo que celebran es, como es apenas obvio, su propia victoria: sólo los que han vencido lo pueden celebrar. Se hablaba, en tiempos menos hipócritas que estos, pero no muy lejanos, del triunfo de "la religión, "la raza y la lengua": religión, raza y lengua de los vencedores, como es natural. Triunfos, los tres, ciertos y obvios: venció el dios de los cristianos, y fueron derrotados y aplastados todos los dioses locales de lo que hoy se llama América. No porque fueran dioses menos verdaderos eso sólo lo saben ellos ni porque fueran más primitivos o más crueles: mientras Huitzilopoxchli recibía sacrificios humanos en los altares de piedra de Tenochtitlán, Jesús los recibía idénticos en las hogueras de la Inquisición de Sevilla. Sino porque sus fieles eran militarmente más débiles.
Ganaron ganamos los de raza blanca. Y seguimos ganando: nos quedamos con todo. Pero eso no significa que seamos mejores, sino que somos más fuertes. Y sobre las muchas lenguas aborígenes se impuso la lengua castellana, hasta entonces sólo una de las diversas lenguas de la península ibérica por los mismos motivos: porque era la que hablaban los que ganaron la guerra, y no porque fuera intrínsecamente superior. Vargas Llosa se enorgullece hoy de escribir en castellano, pero eso no es ni un motivo de orgullo ni uno de verguenza: es un resultado de la historia.
Si Rubén Darío y César Vallejo compusieron poemas en castellano en vez de hacerlo en maya o en quechua no fue por las virtudes líricas propias de esa lengua, sino por su victoria militar. Del mismo modo, y por la misma razón, en España Góngora y Cervantes escribieron en castellano y no en hebreo, que era la lengua de sus padres antes de la conversión forzosa. También hubieran podido hacerlo en árabe: Cervantes finge que su "Quijote" es traducido de un original morisco.
En resumen: se celebra lo que hay, y por el mero hecho de que eso es lo que hay. El mejor de los mundos hubiera dicho el Pangloss de Voltaire puesto que es el que existe. Y la más admirable de las historias, porque es la que nos trajo aquí.
Pero no se necesita ser hoy indio aymara oprimido, ni haber sido ayer soberano azteca asado vivo, para pensar que esa historia y este mundo no son tan perfectos.
Ambos son la "destrucción de las Indias" que escribió Las Casas. La catástrofe de hace cinco siglos está en las crónicas de los propios protagonistas, tanto los vencedores como los vencidos, y no sólo en la llamada "Leyenda Negra". Y la catástrofe de ahora está en las cifras del Fondo Monetario Internacional, en los gritos de alarma de los ecologistas y de las organizaciones de defensa de los derechos humanos. América, cuyo descubrimiento y conquista se celebran, es hoy un continente destruído y desangrado en el Sur, y que desde el Norte encabeza la destrucción y el desangre del mundo entero, empezando por el Norte mismo.
Y eso, por la misma razón que hace 500 años: la codicia. No la nombran. Pero ¿no nos enseñan los neoliberales Vargas Llosa entre ello que la codicia es lo mejor que hay?.