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La Diva y Obama

Alejandra Azuero analiza la situación política en Estados Unidos. Dice que mientras al interior del partido republicano el liderazgo entre los aspirantes a la candidatura no es claro, en el caso del partido demócrata el pulso es fuerte entre Hillary Clinton y Barack Obama.

Semana
15 de diciembre de 2007

Por estos días de diciembre, se habla incansablemente de dos temas en los Estados Unidos: los estragos causados por las inclemencias del invierno y las elecciones primarias a la presidencia que tendrán lugar a principios de 2008. Este último tema es de gran importancia, si se tiene en cuenta que en esta primera etapa de la carrera hacia la Casa Blanca se decidirá quiénes serán los candidatos presidenciales por el partido demócrata y por el republicano. Mientras al interior del partido republicano el liderazgo entre los aspirantes a la candidatura no es claro, en el caso del partido demócrata el pulso es fuerte entre Hillary Clinton y Barack Obama.

Sin embargo, a pesar de que hasta ahora Clinton parecía liderar ampliamente las encuestas, el panorama ha cambiado de manera importante en las últimas semanas. Tal y como lo señalaba la prensa estadounidense, “la carrera por la nominación presidencial al interior del partido demócrata parecía menos una carrera y más como la coronación de otro Clinton”. No obstante, el hecho político que ocupó la primera plana de la prensa norteamericana la semana pasada, tiene que ver con la última encuesta realizada por la cadena CNN, según la cual Barack Obama estaría liderando las encuestas por primera vez en tres de los estados que Clinton había dado como suyos desde hace varios meses. En efecto, Barack tendría una ventaja sobre Clinton en Iowa y Carolina del Sur, mientras que en Nuevo Hampshire se trataría de un empate técnico con una diferencia de tan solo un punto entre los dos candidatos.

Este hecho, además de ser importante en la medida en que cambia el panorama de elección casi segura al que se enfrentaba la campaña de Clinton hace algunos meses, también atrae la atención sobre uno de los factores que ha sido considerado por los analistas como una explicación al cambio en la intención de voto de los ciudadanos estadounidenses. Se trata de la adhesión de la figura femenina más importante de la televisión de los Estados Unidos a la campaña de Obama, Oprah Winfrey. Winfrey es una presentadora de televisión de raza negra, reconocida como la mujer más poderosa de la industria del entretenimiento en los Estados Unidos. De hecho, el año pasado fue elegida como la segunda mujer más influyente de ese país, solamente superada -nada más ni nada menos– por la senadora Hillary Clinton. Esta misma mujer a quien millones de televidentes siguen diariamente, decidió hacer público su apoyo a la campaña del senador con posibilidades de convertirse en el primer presidente de raza negra de los Estados Unidos.

Sin embargo, a pesar de ser en los tres estados que Obama y Winfrey visitaron durante el fin de semana donde hoy las encuestas le dan ventaja sobre Clinton, esta es una alianza que puede resultar desventajosa para el candidato. Y esto es así, debido a que -a pesar de tratarse de dos individuos de raza negra- no son percibidos como lo suficientemente ‘negros’ al interior del país. Quienes ven la alianza como una jugada a favor del candidato, consideran que “se trata de la mujer más influyente en la cultura popular del país, abogando por un hombre que puede llegar a ser elegido presidente” y que por lo tanto, su visto bueno al candidato tiene la potencialidad de mover las masas hacia las urnas. Sin embargo, el apoyo de Winfrey puede convertirse en un arma de doble filo para Obama, pues el dúo puede resultar no ser lo suficientemente ‘negro’ para movilizar a los ciudadanos afro americanos, ni tampoco lo suficientemente ‘blanco’ para los demócratas que tendrán que decidir su voto entre Hillary y Barack.

En efecto, tanto Oprah como Obama son dos figuras públicas que han demostrado tener la capacidad de trascender su condición racial en un contexto como el estadounidense. Como lo afirmaba una mujer negra en la televisión hace algunos días: “cuando veo a Oprah no veo raza”. Y lo mismo parece suceder con Obama, quien no gana todavía el voto masivo de la comunidad afro americana, debido precisamente a que no se ha perfilado como un candidato 100 por ciento negro. Esta dimensión de su candidatura es lo que le ha permitido ganar votos en Estados de población mayoritariamente blanca, como sería el caso de Nuevo Hampshire, pero que al mismo tiempo parece mantenerlo en segundo lugar en estados de mayorías negras, como es el caso de Iowa donde paradójicamente, Clinton se encontraba a la cabeza de las encuestas. En esa medida, la ambigüedad racial del candidato -ahora sumada a la figura de Oprah- es lo que probablemente ha permitido que, como lo registró hace algunos días la revista Time, “la mayoría de las 8500 personas que llenaban el lugar de la reunión [en Nuevo Hampshire] eran blancas, y estaban allí para ver a dos personas negras”.

Desde esta perspectiva, si bien el efecto que tendrá la participación de Winfrey en la campaña de Obama todavía está por verse, así como también es incierto el giro que puedan tomar las elecciones primarias, particularmente después de los abruptos cambios en las encuestas durante las últimas semanas, lo cierto es que no deja de ser interesante ser testigos -así sea desde lejos- de un fenómeno electoral sin precedentes en la historia de los Estados Unidos. Por un lado, la candidatura de una mujer apoyada con éxito por la poderosa figura de su esposo y ex presidente de los Estados Unidos y por el otro, un hombre negro, hijo de un matrimonio interracial, quien ahora, de la mano de una diva mediática se abre paso hacia la presidencia.

*Asesora jurídica del Grupo de Derecho de Interés Público de la Universidad de los Andes.

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