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La embriaguez al volante: un acto criminal

Parecieran inútiles y perdidos los esfuerzos para atajar la irresponsabilidad de quienes se empeñan en beber alcohol antes de subirse a manejar un carro.

Semana
13 de abril de 2011

El Fondo de Prevención Vial Nacional, entre las importantes campañas que buscan reducir sustancialmente la accidentalidad en Colombia, adelanta actualmente una muy importante: dictar seminarios a distintas Universidades con experiencias, conferencias y estadísticas sobre las varias causas que originan de la accidentalidad: deficientes diseños y malas construcciones viales, pésima señalización, el efecto conductor, pobre mantenimiento de los vehículos y el alcoholismo, etc.

A los seminarios son invitados expertos de talla internacional y nacional en la prevención de accidentes; es el escenario propicio donde estudiantes y profesionales analizan las causas, los comportamientos y los efectos desastrosos de la accidentalidad, pandemia que en Colombia dejó el año pasado 5.000 muertos e innumerables heridos y discapacitados.

Son eventos que tienen como propósito inculcar en los estudiantes el concepto de la seguridad en las vías y la responsabilidad en la conducción de los vehículos, además de servir de efecto multiplicador en una sociedad que cada vez se muestra más indiferente ante la cantidad de muertos que quedan tendidos en los pavimentos por culpa de la estupidez de conductores dipsomaníacos.

Parecieran inútiles y perdidos los esfuerzos para atajar la irresponsabilidad de quienes se empeñan en beber alcohol antes de subirse a manejar un carro. Hay historias que superan el absurdo como la de aquella muchacha tan ebria que rodó con alguien más al canal de aguas de la Calle 127 en Bogotá dentro del vehículo e intentó reanudar su marcha cuando la despertaron en medio de la noche y de botellas de trago. O aquel chofer de una buseta que, borracho, se llevó por delante un auto con tres personas que murieron al instante y por poco no rescatan los cadáveres de entre las latas. Ejemplos como estos, que a diario reportan todas las noticias, nos muestran que en Bogotá desgraciadamente hay un fallecimiento diario por accidente con orígenes en el consumo de alcohol.

La doctora María del Carmen del Río Gracia, investigadora del Departamento de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, en una reciente investigación demuestra que son tan desastrosos los efectos del alcohol en el cerebro que vale la pena citarlos: “produce una depresión no selectiva del sistema nervioso central, deteriora la función psicomotora, modifica el comportamiento de la persona, la ubicación y la capacidad para seguir objetos visualmente se deteriora, se reduce y se altera la visión periférica y se retrasa la recuperación de la visión después de un deslumbramiento”.

El alcohol produce un efecto de hipervaloración y seguridad que, sumado al deterioro de las funciones descritas, hace que el chofer no sea consciente y origine mayores riesgos de una tragedia; además el alcohol puede alterar la personalidad y bajo sus efectos presentarse reacciones de euforia, agresividad y conductas temerarias como la alta velocidad, entre otras.

La ingesta de trago ataca la capacidad del individuo a reaccionar a determinadas situaciones y, como lo sostiene la investigadora, “el alcohol produce desastrosos efectos sobre la coordinación de ambas manos, sobre la atención y la resistencia a la monotonía.” El problema es además grave porque, una vez pasadas las primeras horas de la embriaguez, los efectos continúan y en el enguayabado persisten los problemas psicosomáticos del ebrio.

Por todo lo descrito, da grima, pesar y vergüenza leer las razones que adujeron algunos parlamentarios, quienes ahogaron un proyecto de Ley que incrementaba drásticamente las penas a aquellos matones dipsomaníacos al volante, con razones baladíes y faltas de sindéresis; he aquí algunas perlas:

“En ese tema en Colombia hay un exceso de legislación y que penalizar a quien está en estado de embriaguez me parece extremo". (¿??)
"Nunca he creído que aumentar penas aisladas sea una política adecuada en materia criminal y por ello me opongo al proyecto. Es mejor esperar que los estudiosos de esa política traigan recomendaciones al Congreso”.
“La iniciativa estaba bien intencionada, pero hay que madurarla y que nuevos tipos penales no arreglan el problema de los conductores ebrios.”

Una saludable medicina para tan despistados legisladores, es recomendarles la lectura juiciosa de las normas que prevén los Estados Unidos o Europa para los causantes de estas terribles tragedias. Aunque allí también se tienen esas excusas propias de nuestra idiosincrasia como: “es que voy de afán”, “es que fue solo traguito”, “es que usted no sabe quién soy yo”, argumentos para evadir el comparendo según lo relata el periodista Pirry, son el preámbulo de muchas de las muertes violentas en las carreteras y en las calles de nuestras ciudades.

Si alguien es enfermo por el trago e incapaz de dejar de beber así tenga que conducir, haga un inmenso sacrificio y favor a quienes aún estamos vivos: deje el carro en casa o entregue las llaves; recuerde que una actitud irresponsable no tiene por qué causar heridas o discapacidades de por vida o matar a inocentes personas. No sea el causante de tanto dolor ajeno, conténtese con saber que con su actitud también contribuye a un sepelio: el suyo, como víctima segura de una imparable cirrosis.

Profesor Universidad Santo Tomás *

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