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La espada de Demóstenes

Si hoy me atrevo a escribir esta nota no es sólo por Claudia Ayola, es por todos los que han sido víctimas de acosos judiciales y persecuciones amañadas.

Semana
11 de diciembre de 2012

Algunos días después de la captura de Simón Trinidad en Quito (Ecuador) llamé por teléfono desde Bogotá a mi madre en Valledupar. Al otro lado de la línea, luego de hacerme todas las preguntas de rigor (la comida, el frío, la familia, los estudios, el alcohol…), la niña Élida añadió: “Yo no se si ese señor [Simón Trinidad] es bueno o malo, lo único que sé es que rezo todos los días por él”. Pocos años antes de irse a los montes como guerrillero de las FARC, Juvenal Ovidio Ricardo Palmera había sido asesor financiero de la desaparecida Caja Agraria en Valledupar y todo indica que sus acciones al interior de esa institución evitaron el pago de pequeños créditos bancarios con intereses de usura de varios campesinos del Cesar dentro de los que se encontraban mis padres. Después de colgar sonreí con la inocencia descarada de mi madre en un país que no estaba para ese tipo de confesiones telefónicas.

Hace unos días recordé nuevamente aquella anécdota. Sin embargo, por lo ocurrido en los últimos meses, me sobrecogió la posibilidad de que la confesión de mi madre, una anciana que cuenta actualmente con 80 años de edad, cayera en manos del fiscal Demóstenes Camargo de Ávila.

A través de correos electrónicos, el fiscal Demóstenes dijo que iba a interponer una demanda por supuesta injuria y calumnia indirecta contra la reconocida comunicadora Claudia Ayola. En sus columnas de los periódicos El Heraldo de Barranquilla y El Universal de Cartagena la periodista citó un comunicado del experiodista de Telesur Freddy Muñoz Altamiranda, condenado a 15 años de cárcel por sus supuestos vínculos con las FARC.

En el referido comunicado Muñoz argumenta que su proceso está viciado puesto que fue iniciado por una fiscal que hace parte de un grupo de fiscales, dentro de los que cita a Demóstenes Camargo, con presuntas relaciones con paramilitares de los Montes de María. En sus notas, Claudia, además, se refirió al fallo del Tribunal Administrativo de Bolívar que condenó a la Fiscalía por la detención arbitraria del sociólogo Alfredo Correa de Andreis en el año 2004.

El fallo señaló, que la detención de Correa, realizada por el entonces fiscal 33 Demóstenes Camargo, quien ahora actúa como Fiscal Delegado de la Unidad Nacional, fue hecha basada en una investigación fraudulenta, con testigos clonados, montada por el detective del DAS Javier Valle Anaya, a quien se le dictó orden de captura y se encuentra prófugo de la justicia.

Las columnas generaron la airada reacción del fiscal Demóstenes quien envió a la comunicadora varios correos electrónicos en los que exige la rectificación de la cita que la periodista había tomado de Muñoz. Pero a mi parecer éstos trascienden la anterior petición por la cantidad de insinuaciones comprometedoras y desobligantes que contienen.

Citaré algunos apartes de los correos que el señor Demóstenes envió a Claudia Ayola, editando los errores de ortografía y de digitación porque considero que no tengo ningún derecho a incomodar a los lectores con párrafos que, si se dejan con la gramática original, resultan ininteligibles.

Sólo diré que nuestro fiscal de fiscales parece ser uno de los pocos seres humanos que se tomó al pie de la letra las insinuaciones de Gabriel García Márquez de jubilar la ortografía, en aquel controversial discurso pronunciado en Zacatecas (México), el 7 de abril de 1997, durante la inauguración del I Congreso de la Lengua Española.

Pero lo más inquietante de estos correos no es su farragosa escritura, sino las sugerencias del contenido. En uno de ellos el fiscal lanza, en un lenguaje de cruzado, una advertencia: “Sí, soy una persona peligrosa pero para los delincuentes, quien sea un delincuente (guerrillero, paramilitar o bacrim) debe sentir miedo pues le haré sentir el peso de la ley”. Después de esto es imposible evitar imaginárselo como sacado de un comic, oteando la ciudad desde una gran altura, una luna llena de fondo, los brazos cruzados y su capa ondeando al viento.

Más adelante a Demóstenes parece entrarle un repentino arrebato de compasión con Claudia y dice que presentará la querella contra la periodista “en la ciudad de Barranquilla donde sus congéneres podrán apoyarla más”. Lo extraño es que Claudia Ayola es más cartagenera que la Curarina y la Kola Román, nació y creció en Cartagena; en esa ciudad están sus familiares y su círculo de amigos; vivió una temporada en Bogotá y desde hace diez años regresó al corralito de piedra. De modo que parece no tener sentido la intención de interponer la demanda en los tribunales de Barranquilla y no en los de Cartagena.

No podemos dejar de preguntarnos ¿qué insinúa el señor Demóstenes cuando habla de que en Barranquilla tendrá el apoyo de sus congéneres? ¿A qué se está refiriendo con la expresión: “sus congéneres podrán apoyarla más”, si todos sabemos que los familiares y amigos más cercanos de Claudia viven en Cartagena?

Según la definición del Diccionario de la Real Academia de la Lengua y el diccionario de María Moliner, congénere es una palabra que viene del latín congener y hace alusión a personas del mismo género, clase, origen, derivación o procedencia. Explíquenos señor Demóstenes cuáles son esas personas de la misma procedencia de Claudia quienes, según usted, le darán todo su apoyo en Barranquilla.

Las insinuaciones del fiscal no paran allí. Al funcionario le parece que las denuncias de acoso y seguimiento de las que ha sido víctima Claudia desde que empezaron a salir sus columnas en los diarios El Heraldo y El Universal no son más que una “ridícula” invención. “Usted no es ni mínimamente importante para ser objeto de seguimientos”, anota Demóstenes. Y de inmediato señala que él si ha sido blanco de amenazas, motivo por el cual fue trasladado a Bogotá. Pero lo delicado y sorprendente es lo que dice a continuación: “Siempre creímos que esas amenazas y planes de muerte venían de los paramilitares y las Bacrim, pero ahora sabiendo de usted y su acoso periodístico nos da para pensar que los intentos de darme muerte vienen mas bien de otro tipo de delincuencia mas organizada con redes en Cartagena y Barranquilla. No será extraño que y también sea víctima de un extraño accidente como el que sufrió Mirian Martínez precisamente cuando llegaba a Barranquilla sede de la organización” ¿A qué tipo de “delincuencia más organizada”, con la que usted relaciona a la comunicadora social, se está refiriendo? ¿Sede de qué organización es la ciudad de Barranquilla? ¿Es consciente usted señor Demóstenes de la gravedad del tipo de asociaciones que establece en sus correos? ¿Sabe lo que eso implica en un país como el nuestro? ¿Cómo puede hacer estas comprometedoras insinuaciones si al final de su último correo señala que no conoce a Claudia y que le “gustaría conocerla para saber si hay algo rescatable en [ella] como persona".

Aludiendo a la capacidad inventiva de los hombres y mujeres del Caribe colombiano para sortear situaciones embarazosas, Alberto Salcedo Ramos, en una crónica para la revista Soho sobre el Macondo real de Gabriel García Márquez, cita una anécdota que le contó el escritor Ramón Illán Bacca. Ramón le dijo a Alberto que en una conversación un tipo se refirió a “la espada de Demóstenes”. “Es la espada de Damocles, señor”, corrigió inmediatamente Ramón. El hombre, sin inmutarse, contestó: “da lo mismo que sea Demóstenes o Damocles porque en esa época todo el mundo usaba espadas”, y siguió su animado relato.

Fuera de chiste, todo parece indicar que nuestro señor fiscal si ostenta una espada blandiente, y aquí, contrario al discurso del recursivo narrador, sí importa quien la porta. En opinión, no de Claudia, ni mía, -léase bien- sino del fallo del Tribunal Administrativo de Bolívar fue el “injusto, extraño e injustificado proceso penal por el delito de Rebelión” al que fue sometido el sociólogo Alfredo Correa de Andreis, lo que sirvió de “pretexto para que lo tildaran de guerrillero […] quienes planearon y ejecutaran su muerte” la tarde del 17 de septiembre de 2004. Después de un mes de detención el sociólogo cienaguero fue puesto en libertad y se comprobó que la investigación que esta institución llevó a cabo fue un montaje realizado con testimonios clonados.

En el proceso de condena a Jorge Noguera, exdirector del DAS, la Corte Suprema dijo que Correa fue hecho pasar como guerrillero para seguidamente asesinarlo. Es más, en la condena al jefe paramilitar Rodrigo Tovar Pupo (Jorge 40), el juzgado 11 especializado de Bogotá dejó claro que Correa de Andreis fue el blanco de una “estrategia pérfida”, que fue, en palabras textuales de este fallo, “fraudulentamente acusado de ser ideólogo de la Farc”, y que además “tales sindicaciones obedecieron a un montaje para el cual fue utilizado el sistema de investigación penal (Fiscalía) con el fin de procesar y privar de su libertad a la víctima”. Entonces señor Demóstenes, para qué seguir poniendo en duda la inocencia de Alfredo Correa de Andreis señalando que fue la muerte del sociólogo la que puso punto final al proceso y “no porque se demostrara que fuera inocente”. ¿Acaso la muerte salvó a Correa de un destino peor?

Qué sentido tiene seguir cuestionando la honra de un hombre alevosamente asesinado y ridiculizando los merecidos homenajes de los que ha sido objeto con comparaciones mal intencionadas como la siguiente: “En Venezuela hay un monumento a 'Tirofijo' y Chávez dijo que hasta al diablo se adora en Venezuela, en realidad lo mismo ocurre en Colombia, donde se puede incluso adorar al diablo, así que nada extraño hay en que se venere a personas que daño le han hecho al país como 'Tirofijo' y sus compinches”. No conforme con la gravedad de la anterior comparación usted remata: “finalmente déjeme decirle que ud. me había inspirado a escribir un libro sobre Correa de Andreis y contar las verdades que usted oculta. Pero he desistido de ello por respeto a ese hombre intelectual, con quien pude conversar largamente y quien no tiene la culpa de las necedades que usted diga- Iván Márquez es un gran intelectual, aun así es guerrillero y se siente orgulloso de ello”.

Si como consecuencia de una acción jurídica en la que uno ha tenido alguna responsabilidad otros individuos se abrogan el derecho de asesinar a la persona implicada, lo mínimo que deberíamos mantener es una actitud reflexiva y no responder con correos envalentonados, llenos de sutilezas y tecnicismo legales, prometiendo demandas penales o sugiriendo extrañas militancias. Entienda señor Demóstenes que no se trata únicamente de un asunto personal entre usted y la comunicadora Claudia Ayola. Como administrador de justicia, debería saber que en un país como el nuestro, con más de cincuenta años de conflicto armado, lastimosamente ha sido moneda corriente cambiarle a la gente que se muestra en desacuerdo, - desde su derecho como ciudadano al disentimiento - con las políticas gubernamentales, la pluma y los micrófonos por camuflados y fusiles.

Quienes conocemos a Claudia y valoramos su compromiso con las políticas de género, su constante defensa a la libre expresión, sus picantes charlas de vino y sexo, y su apuesta de vida por una sociedad más equitativa, deseamos desde lo más profundo de nuestro ser que usted, como lo expresa en uno de sus correos, tenga toda la razón; que ella no sea "ni mínimamente importante para ser objeto de seguimientos". Si hoy me atrevo a escribir esta nota no es sólo por Claudia Ayola, es por todos los que han sido víctimas de acosos judiciales y persecuciones amañadas. Tanto usted como yo sabemos, lastimosamente, que en este país, la mayoría de los seres humanos sobre los que alguien en algún momento decidió que tenían la importancia para ser seguidos, los sorprendió la muerte en los lugares y situaciones más inesperadas.

Por el bien de la justicia colombiana deseo de todo corazón que sus decisiones judiciales sean menos enmarañadas que sus correos electrónicos. Permítame, con toda la buena intención, un par de consejos señor fiscal de fiscales. Escriba con un diccionario físico o virtual a la mano y use el corrector de ortografía y gramática, y por favor, más sensatez y mesura en sus apreciaciones. La vida de los seres humanos lo amerita. Deme las razones para contarle a mi madre - una anciana que la única arma que alguna vez empuñó fue un manduco de madera con el que sacó por varios años la mugre de la ropa de su familia en ríos y quebradas al norte del Cesar - que su confesión de incluir a un condenado por la justicia en sus plegarias no le representará el más mínimo castigo.
 
*Historiador de la Universidad de Cartagena con Maestría en Historia en la Universidad de los Andes. Becario del Instituto Francés de Estudios Andinos -IFEA-, asistente de historia en varias universidades colombianas y editor de la revista Historia Crítica. Actualmente cursa estudios de Doctorado en El Colegio de México.

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