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La Filarmónica de Bogotá y su visita a Rusia

En dos días el público ruso pudo apreciar un repertorio propio de nuestro continente que le dio un toque de curiosidad al Festival.

Semana
21 de junio de 2012

Si ustedes quieren dejar perplejos a los rusos, basta preguntarles cómo se imaginan a Colombia, qué piensan cuando oyen esas ocho letras aparte de saber que es uno de esos países del lejano sur donde el sol brilla de veras y la gente aún sonríe.

Ahora imagínense la sorpresa de un moscovita al ver en un afiche del VII Festival Internacional de Orquestas Sinfónicas el nombre de Enrique Diemecke dirigiendo la Orquesta Filarmónica de Bogotá, en la prestigiosa Casa de la Unión, en español. Entenderán la curiosidad que resulta ver en la patria de Tchaikovsky, Shostakovich y Rachmaninov, un programa con los nombres de Adolfo Mejía, José Rozo Contreras o Alejandro Tovar.

Colombia no sólo fue uno de los participantes del Festival, sino una de sus grandes atracciones en el que además estuvieron orquestas venidas de Cuba y Norteamérica entre otras.

La Filarmónica se presentó en la capital rusa y dejó una impresión muy positiva de la que estoy orgulloso de anunciarles. La prensa estuvo muy atenta por conocer a ese conjunto de músicos y composiciones absolutamente desconocidas en estas latitudes y muchos fantasearon sobre cómo iría a sonar tan exótica orquesta.

En dos días el público ruso pudo apreciar un repertorio propio de nuestro continente que le dio un toque de curiosidad al Festival. El primer día interpretaron obras de compositores colombianos e hispanoamericanos y al día siguiente se presentaron con la Quinta Sinfonía de Gustav Mahler.

Entre muchas cosas de las que se habló les causó una gran impresión el carisma del maestro Diemecke y de una joven orquesta, como la llaman ellos, que supo traerles nuevas impresiones de nuestro continente, de hecho la imagen exuberante que tenemos los colombianos en Rusia transpiraba en cada frase de la prensa, de ahí que la única queja que haya leído en los periódicos especializados es la de no haber sentido, por extraño que suene, más presencia de las castañuelas en las obras presentadas o de otros instrumentos de ese sur que para ellos empieza en España y termina en La Patagonia.

Ustedes se preguntarán qué tienen que ver las castañuelas con Colombia y habría que hacerles la misma pregunta a los rusos, nada más extraño que esa crítica, la imagen misma de un colombiano vestido con un traje sevillano muestra hasta qué punto en sus cabezas existe una gran confusión, una confusión sobre nuestra propia riqueza en la que varias culturas parecen una sola. De ahí que la gente poco familiarizada con nuestro país tienda a juntar castañuelas flamencas y ritmos caribeños en la fría sabana bogotana, en otras palabras en Moscú aplican sobre nosotros esa famosa frase con la que un día Winston Churchill describió a Rusia, diciendo que “este país es un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma”.

Resumiendo toda esta historia, la presentación exitosa de la Filarmónica de Bogotá mostró no sólo el buen nivel del que todo el mundo estuvo de acuerdo, sino algo aún más importante de lo que debemos estar muy conscientes, y es que la llave para recuperar el buen nombre de Colombia es nuestra propia cultura, ese genial enredo de pasados y presentes que muestran que en la variedad está nuestra principal riqueza.
 
*Comentario para la Revista Dominical.

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