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¿La guerrilla confundida?

Ambos, el ELN y las FARC, se han pronunciado últimamente sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo negociado para ponerle fin al conflicto armado en Colombia.

Semana
16 de agosto de 2011

Ambos, el ELN y las FARC, se han pronunciado últimamente sobre la posibilidad de llegar a un acuerdo negociado para ponerle fin al conflicto armado en Colombia. Y como siempre parece haber contradicciones. El ELN además salió a anunciar que están ‘readecuando’ sus tácticas para luchar mejor militarmente mientras las FARC por su parte no han mostrado ningún acto de interés (mucho menos de buena fe) en buscar la paz negociada. Yendo más al fondo de los mensajes de las dos guerrillas, se nota que el ELN sigue con fisuras fuertes y que las FARC no han cambiado su actitud frente al diálogo.

El ELN parece estar en el límite entre la confusión y la bipolaridad. En menos de dos semanas, publicó varios comunicados con dos tonos generales muy diferentes: decía tener una alta voluntad por buscar la paz a través del diálogo, pero al mismo tiempo volvía a justificar la lucha armada, pues según la organización alzada en armas, ‘Colombia es un país más desastroso, empobrecido, injusto, dependiente, envilecido e invivible, que hace 47 años’. Por eso, según otro comunicado, va a ajustar su estrategia frente a las ofensivas de la Fuerza Pública para luchar mejor en la guerra. La respuesta de muchos a esta situación sería que lo único que quiere el ELN es la guerra y no tiene interés en la paz. Si sólo la vida fuera tan fácil.

Las fracturas dentro del ELN han sido evidentes durante toda la vida de ese grupo, y hoy en día siguen vigentes. Lo difícil para el liderazgo de este grupo es que quieren que toda la organización llegue unida a cualquier mesa de diálogo que haya – la unidad, para el ELN, es sagrada. Lo problemático en el contexto actual es que no toda la organización quiere negociar. El ejemplo de eso es el frente Domingo Laín, que tiene un control tan fuerte en Arauca y el nororiente de Boyacá que básicamente constituyen un cogobierno en muchos sentidos. Además ese frente ha ido ganando su guerra contra las FARC en la región y sencillamente no querrá entregar las armas dado que en ellas basan su poder y control sociopolítico en la región.

Pero los desacuerdos internos del ELN no significan que solamente le quede la opción de tomar una posición militarista frente al gobierno actual, mucho menos si los líderes quieren hablar seriamente de paz. Este tipo de mensajes guerreristas, llenos de llamados a la guerra contra el terror del Estado y de la oligarquía, no son escritos para el público general que es la población Colombiana: son para los combatientes mismos del grupo guerrillero.

No quiero decir que el ELN tenga dos caras: la de paz para el mundo, y la de guerra (la verdadera, como argumentarían muchos). Lo necesario para los líderes elenos es convencer a los que no quieren la paz que negociar es la mejor vía, una tarea increíblemente difícil teniendo en cuenta el hecho de que mientras todo el grupo no esté de acuerdo con buscar la paz, la vía es la de la guerra. En la guerra, hay que tener una buena moral, una buena identidad y una razón de ser. El mensaje guerrerista no debe confundir sino iluminar, y creo que eso es lo que pasa.

A pesar de todas las aparentes contradicciones, el comunicado del ELN del 4 de Julio de este año es un claro intento de crear un balance entre todos los intereses, armados y no, del grupo. Es un llamado a la guerra, sin duda, pero más que todo es un justificación de la lucha armada – es casi una declaración de su raison d'être, una versión breve del “manifiesto eleno”. Ese manifiesto es tan útil para los combatientes como para los no combatientes del grupo pues mientras hay guerra, entonces, la lucha armada se justifica, incluso cuando el liderazgo quiera buscar la paz. Ese comunicado más que todo muestra la tarea difícil para los líderes del ELN de hacer que todo el grupo llegue unido a una mesa de diálogo.

Las FARC, por su parte, anunciaron a través de un comunicado que quieren buscar los caminos hacia un acuerdo humanitario que pueda llevar a una negociación. Honestamente al leer la carta, me pregunté si mis viejos discos rayados de jazz son más repetitivos que esa guerrilla (creo que no). Desde mi modo de ver, solo hay una razón por la que se podría ser menos escéptico frente a la carta de las FARC. Siguen creyendo en el balance de las fuerzas frente al diálogo. Es decir, entre más fuertes militarmente creen estar, más creen poder ‘conseguir’ en una mesa de negociación. En este momento las FARC se ven fuertes en varias zonas del país y es posible (aunque poco probable) que algún momento crean que este es el momento para negociar dada su fuerza militar actual. En la realidad, lo más probable es que piensen que podrán seguir fortaleciéndose y la mesa de negociación tendrá que esperar.

Es más de lo mismo de las FARC, lo cual no quiere decir que todo lo que digan sea mentira o truco. Lo que sí quiere decir es que no han cambiado su posición frente al gobierno actual en cuanto a buscar la paz. En la coyuntura actual, si las FARC quieren la paz, tienen que hacer un gran acto de buena fe. Pero por ahora lo que vemos es un juego de echarle la culpa al otro por la falta de avances en términos de la paz. En otras palabras, las FARC en sus comunicados y videos dicen que el gobierno no quiere la paz y sigue por la vía militarista, es por eso que no hay negociación. Mientras el gobierno les pone unas condiciones casi de rendición a los grupos guerrilleros, y cuando la guerrilla obviamente no acepta, sale Santos a decir que es por eso que seguimos en la guerra. En juego así es inaceptable pues se paga con vidas.

Aunque el ELN parece estar confundido, perdido, todavía en la guerra sólo porque sí, no lo está. Los líderes de este grupo guerrillero tienen que balancear demasiados intereses internos y tratar de unificar al grupo en cuanto a la idea de negociar. Las FARC por su parte no han cambiado su posición frente al tema de la paz. El encuentro en búsqueda de la paz en Barrancabermeja (que hay que apoyar como un esfuerzo desde abajo de buscar abrir caminos verdaderos hacia la paz, especialmente en lo local) es el momento perfecto para la guerrilla colombiana más grande de señalar al gobierno como los que no quieren la paz.

Y en medio de todo esto está la administración de Santos, que necesita cambiar su posición no sólo frente a las condiciones puestas a los grupos guerrilleros, sino también aclarar mejor su posición frente a la negociación en general. Dudas surgen al escuchar declaraciones como, ‘si comenzamos todos a hablar de paz, dañamos la paz… La paz se vuelve es un vehículo de protagonismo, de ver quién es más influyente, quién hace la propuesta más audaz. Ahí es cuando todo se viene a pique’. Pero si para tener influencia, una propuesta audaz y un ‘vehículo de protagonismo’, todos necesitamos charlar, pensar y hablar, callarnos parece lo más confuso de todo.

*Kyle Johnson es politólogo, pasante en la Corporación Nuevo Arco Iris y estudiante de maestría en Ciencia Política de la Universidad de los Andes.

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