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La lucha contra la pobreza con nuevos pobres

“En el corto plazo, el nacimiento de nuevos pobres constituye una de las causas de la pobreza y no una sus manifestaciones”, dice Juan Miguel Villa.

Semana
19 de febrero de 2006


Cuando observamos a una mujer que vive en condiciones de miseria pasando hambre con un bebé en sus brazos, cuestionamos si Colombia podrá cumplir el compromiso que adquirió en 2002 de disminuir a la mitad la pobreza extrema y el hambre para el año 2015, en el marco de la Cumbre del Milenio realizada en el seno de Naciones Unidas.

A pesar de los programas dirigidos a brindar subsidios a los hogares con las peores condiciones de vida, en nuestro país recibe más un desmovilizado de las autodefensas que ha perpetrado masacres, que un hogar pobre. Es evidente que nunca la prioridad del gobierno ha sido acabar con la pobreza y que en el nivel macro, las políticas se han quedado en pañales.

Cada vez que Planeación Nacional convoca a una rueda de presa, nunca anuncia la nueva estrategia para disminuir la pobreza, sino que sólo se limita a publicar la última medición del número de pobres para pelear con la Contraloría sobre esa cifra. Lo que se gasta este país en saber cuántas son las personas con menores recursos serviría para brindar asistencia educativa y de nutrición a miles de pobres, por medio del programa de Familias en Acción (heredado de la administración Pastrana), reconocido la semana pasada por el Banco Mundial como uno de los más exitosos de Latinoamérica.

Acabar con la pobreza no es una tarea fácil si todos sabemos que las personas de menores ingresos poseen una tasa de natalidad mayor que su tasa de mortalidad. En una nota publicada por el World Population News Services, un grupo de investigadores británicos identifica que el nacimiento de nuevos pobres actualmente es uno de los obstáculos más relevantes a la hora de luchar contra la pobreza en el nivel mundial, luego de que el Programa Mundial de Alimentos de la ONU identificara a 88 países como incapaces de proporcionar agua y alimentos a sus propios pobladores.

La realidad es que cuando una mujer soltera que vive en la miseria tiene cinco hijos, quintuplica la pobreza en su hogar y no existen políticas de transferencias de ingresos que puedan luchar contra eso. Si no podemos sacar a los pobres ya existentes de su situación, uno de los esfuerzos debería estar dirigido en el corto plazo a tratar de disminuir las tasas de natalidad y aliviar el nacimiento de nuevos pobres, en vez de publicar indicadores que sobrediagnostican las condiciones del país. El columnista de The Economist y director del Proyecto del Milenio de la ONU, Jeffrey Sachs, reconoce incluso en su último libro –El Fin de la Pobreza– que tasas altas de fecundidad de los pobres constituyen una de las catalogadas trampas de la pobreza.
Aunque para muchos la lucha contra la desigualdad del ingreso parte de aquella premisa tautológica de Robin Hood de quitarles la riqueza a los ricos para dársela a los pobres, es completamente inviable decirles a los colombianos más solventes del país que vamos a repartir sus acciones de las empresas cerveceras entre los pobladores de Chocó. Es más, con el pequeño número de ricos que tenemos, el famoso economista del siglo XVII Thomas Malthus habría pensado que aquí no hay comida para tanta gente, pues si macabramente repartiéramos el ingreso que produce Colombia en partes iguales entre los 44 millones de personas, a cada uno nos correspondería la escasa suma aproximada de seis millones de pesos al año, es decir, paupérrimos 500.000 pesos mensuales.

A nuestro ex concejal lustrabotas nadie le puso atención e incluso todos se burlaron cuando propuso masificar la vasectomía a los hombres de menores recursos de la capital, en momentos en que esa iniciativa de pronto hubiese sido más efectiva que el nuevo impuesto de valorización que ahora los capitalinos tendrán que sacar de sus bolsillos. Los expertos creen que cuando las personas de menores recursos del país del Sagrado corazón ya hayan acudido al colegio y a la universidad, dejarán de tener tantos hijos, pero en el corto plazo, el nacimiento de nuevos pobres constituye una de las causas de la pobreza y no una sus manifestaciones.

Por lo menos el alcalde de Cúcuta realizó una controvertida iniciativa para disminuir la natalidad de las personas con menores recursos y, sin embargo, en el nivel nacional no se tomó ese ejemplo y, lo que es peor, hasta ahora ningún candidato al Congreso ha prometido por lo menos un proyecto de ley al respecto y en el Senado se encuentra una iniciativa para incluir el Viagra dentro del Plan Obligatorio de Salud. Para colmo de males, los sacerdotes de las Iglesias católicas, cristianas o de las oraciones al Espíritu Santo (con mayor influencia en los estratos bajos) les prohíben a sus feligreses utilizar métodos de planificación familiar, como si ellos no se vieran en la obligación de hacer maromas en los semáforos para poder subsistir. En México lograron disminuir la tasa promedio de hijos por mujer en plena crisis de los 90 y aunque ello haya provocado el envejecimiento de su población, hoy día los mexicanos están más cerca que nosotros de la abolición de la pobreza extrema.

Todos sabemos que si no podemos enseñar a los colombianos a hacer dinero sin robarlo y que si no se puede obligar a nadie a no tener hijos, por lo menos tenemos que pensar en hacer un poco más de esfuerzos para brindarles educación en la planificación familiar a las personas de escasos recursos. De lo contrario, Colombia deberá soportar la vergüenza internacional dentro de nueve años de ser unos de los pocos países (junto a los africanos) en incumplir los objetivos del milenio. No es cuestión de acabar primero con la guerrilla, provocar un mayor crecimiento económico o repartir condones en los periódicos los fines de semana. La planificación familiar es una de las alternativas de corto plazo y de sentido común que no necesita la aprobación del aborto ni de reformas constitucionales.
 
*Magíster en Economía. Universidad Javeriana.

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