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La mano negra

Las amenazas contra los familiares de quienes pueden declarar en el proceso de Arana se han multiplicado. Los cambios de versión se han vuelto pan de cada día

Daniel Coronell
19 de enero de 2009

Ya van 10 muertos. Doce atentados han tenido como blanco testigos, familiares de testigos o presuntos implicados en el asesinato del alcalde de El Roble, Sucre, Eudaldo Díaz. El hombre que anunció su propia muerte ante el Presidente, en un Consejo Comunitario, semanas antes de que encontraran su cadáver en las inmediaciones de la finca de un familiar del gobernador de Sucre, Salvador Arana.

Nada logró Eudaldo con su denuncia. Por el contrario, el principal sospechoso, Salvador Arana, fue nombrado en un cargo diplomático del que saltó a la clandestinidad y escapó fácilmente de su detención por largo tiempo. Cuando lo encontraron, el año pasado, en un bonito apartamento de El Rodadero, ya varios testigos habían muerto en una racha fatal que no se detiene.

El más reciente episodio tuvo lugar apenas la semana antepasada en Sincelejo. El 5 de enero le dispararon a Grey Tirado, esposa de Edelberto, el 'Chino' Anaya, uno de los detenidos por el crimen de Eudaldo. Unos días antes, ella había comentado que su marido estaba dispuesto a decir toda la verdad. Ahora ella está en una unidad de cuidados intensivos y el 'Chino' asegura que nunca quiso decir más de lo que ya ha declarado.

Unos días antes, el 23 de diciembre, en Chinú, Córdoba, fue asesinado Munir Cadavid, amigo de infancia de la víctima y quien había actuado como facilitador de una reunión entre Eudaldo y Salvador Arana, de la cual el primero jamás volvió. Cadavid alcanzó a declarar que Eudaldo Díaz había sido torturado y asesinado porque al gobernador Arana le molestaban las denuncias que permanentemente hacía sobre supuestos hechos de corrupción en la administración departamental.

Tres meses antes, en Sincelejo, cuatro sicarios abrieron fuego contra un campero. Mataron al hombre que iba al volante, Luis Carlos Montaño, un joven que al parecer nada tenía que ver con estos hechos. El pasajero Said Isaac Tatis quedó parapléjico como consecuencia de los 25 tiros que recibió. Said Isaac Tatis es el cuñado de Salvador Arana y dueño de la finca Tierra Grata, donde, según testigos, estuvo secuestrado Eudaldo antes de su asesinato.

Así lo había declarado Diógenes Meza, mesero del restaurante La Becerra, donde presenció una conversación en la que -de acuerdo con su versión- el cuñado de Arana dijo que no podía tener más a Eudaldo en la finca y que el gobernador ya había dado la orden para matarlo. El mesero no pudo ratificarse en su testimonio. Después de un atentado, y de una larga agonía, murió en enero de 2005.

La misma suerte corrió Isaías Viloria, hermano de un testigo clave del caso, Juan Pablo Viloria, quien admitió su participación en el crimen y aseguró que Salvador Arana había dado 120 millones de pesos para el asesinato. Las investigaciones señalan que el abogado de un reconocido jefe paramilitar le advirtió a Juan Pablo Viloria que si no se retractaba, su hermano pagaría las consecuencias. A pesar de que Juan Pablo hizo caso y declaró a favor de Salvador Arana, su hermano Isaías fue asesinado.

Cuando el dolido Juan Pablo volvió a su versión original y explicó las presiones de las que había sido objeto, lo apuñalaron en la cárcel de Barranquilla. Sobrevivió, pero no ha vuelto a rendir testimonio.

En circunstancias igualmente oscuras han perdido la vida David Romero Posso, Daniel Cuesta Bader, Juan Carlos Jiménez, Carlos Eliécer Villegas, Ignacio Romero y Éver Sotelo.

Las amenazas contra los familiares de quienes pueden declarar se han multiplicado. Los cambios de versión se han vuelto pan de cada día en el proceso.

Mientras tanto, la justicia no ha podido establecer si estos crímenes pueden tener alguna relación entre sí o si, por el contrario, son fatales hechos aislados. Tampoco se les ha ocurrido quién puede ser el beneficiario de la desaparición de tantos testigos.

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