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La Miseria de la Unión Europea (I)

La crisis actual tiene fundamentalmente sus raíces en la forma en que se ha venido construyendo la UE.

Semana
6 de octubre de 2011

La Unión Europea está atravesando, luego de haber recorrido 60 años en su proceso de construcción, la peor crisis de su historia, la cual podría causar la posible desintegración de la Eurozona y con ello, ineludiblemente, llevaría al naufragio total el proyecto integracionista. De modo que abordaré en este espacio, a través de varias entregas, las posibles causas, gravedad e impacto que dicha crisis tendría tanto para la estabilidad misma de la Unión Europea (UE) como para el curso de la política mundial. Así mismo, trataré de esbozar los posibles escenarios que se proyectan como consecuencia de dicha crisis para el futuro de la UE.

La crisis actual tiene fundamentalmente sus raíces en la forma en que se ha venido construyendo la UE. Se ha privilegiado casi que exclusivamente la integración económica, proceso que la fue convirtiendo paulatinamente en un gigante económico, pero que, al no profundizarse la integración política mediante la transferencia de mayores competencias gubernativas por parte de los Estados miembros a los órganos de la UE, la ha mantenido como un enano político y militar. Lo anterior se evidencia en la poca o mínima capacidad de gestión (sobre lo cual regresaré más adelante) que han tenido tanto las entidades de nivel supranacional e intergubernamental –Banco Central Europeo, Comisión y Consejo Europeo- como los Estados miembros en las numerosas cumbres que se han llevado a cabo para conjurar la crisis financiera de Grecia, Irlanda, Portugal, España y, posiblemente, de Italia.

En este orden de ideas, debo señalar que el fracaso de la Constitución Europea (2005), cuya adopción fue un intento tímido de avanzar en la integración política, comenzó a evidenciar problemas como la legitimación del proceso de integración frente a los ciudadanos de los Estados miembros de la UE, lo que se ha venido traduciendo en un aumento del escepticismo ciudadano con respecto al futuro del proyecto integracionista. Por tal motivo, organizaciones de la sociedad civil, sindicatos, agrupaciones políticas de distintos matices ideológicos, columnistas, académicos y ciudadanos del común fueron enfáticos en calificar como poco transparente y democrático el proceso de discusión y formulación del Tratado Constitucional. Dicho proceso no fue el resultado de una auténtica constituyente, ni tampoco se desatacó por ser un escenario de deliberación pública, el cual representase una ruptura de fondo con el método tradicional de decisión, en donde sigue primando todavía la toma de decisión por parte de los representantes del poder ejecutivo de los Estados miembros en el contexto de las llamadas cumbres de Jefes de Estado y de Gobierno (Conferencias Intergubernamentales).

Al distanciamiento y pérdida de confianza ciudadana en el proyecto integracionista de la UE, se suma el llamado déficit democrático. En consecuencia, el actual Tratado de Lisboa, el cual se adoptó como un “Plan B” para salvar parte del fracasado Tratado Constitucional, no avanzó en el proceso de profundizar la unión política. Así las cosas, el Parlamento Europeo sigue siendo solamente un órgano consultivo con un poder de veto limitado en el proceso de adopción de normas, destinadas a regular las actividades del Mercado Común y la Unión Monetaria. Por tanto, son los representantes de los gobiernos de los Estados miembros mediante el Consejo Europeo, conjuntamente con la Comisión Europea los que deciden, después de un complejo proceso de negociaciones, que incluye a grupos de interés del sector privado, el contenido del derecho de la UE. De esta manera los gobiernos nacionales no sólo han asumido a nivel supranacional en el contexto de los órganos de decisión de la UE las competencias de los órganos legislativos de cada Estado miembro, sino que se sustraen al mismo tiempo del control político que éstos deberían ejercer sobre sus decisiones.

La crisis expresa, además, la ausencia de un liderazgo que jalone la integración política hacia delante. Se hace cada vez más evidente la brecha creciente que existe entre las elites políticas nacionales, la nueva burocracia de Bruselas y la ciudadanía en el proceso de construcción de la UE. Hay ausencia de estadistas con el carisma y la visión continental de líderes como Monet, Adenauer, Schuman, Brandt, Mitterand, Gonzáles y Kohl, quienes en su momento lograron el consenso de sus pueblos para dinamizar y profundizar la integración de la UE. Quienes intentan capotear la actual crisis siguen atrapados en la miopía de la mirada nacional, la que les impide tomar las medidas que doten a una UE de 27 Estados, que ya tenia problemas para funcionar políticamente con 15, de un marco institucional que le dé mayor capacidad para la gobernanza de los procesos internos y externos.

En la próxima entrega abordaremos, basándonos en el análisis que emprende el pensador alemán Ulrich Beck en su obra la Europa Cosmopolita (2006), las cuatro falacias que han conducido al proyecto de la UE al borde del abismo.

* Director del Departamento de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Pontificia Universidad Javeriana y Editor de la Revista Papel Político.