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La naturaleza reacciona

El síndrome respiratorio agudo severo (Sras) tiene sitiada a la China. Aeropuertos cerrados, al igual que terminales de trenes, escuelas y centros comerciales. La gente se cubre con tapabocas y quien escupe es sancionado con multas de hasta 100 dólares. Guillermo Puyana, sinólogo colombiano, analiza el tema desde una mirada de políticas del gobierno chino.

Semana
12 de mayo de 2003

Beijing está literalmente sitiada, nadie entra y nadie sale. La provincia de Taiwan aplica fuertes restricciones a la movilidad de su población. El mismo escenario se repite en Hong Kong. Se cierran aeropuertos, terminales de trenes, escuelas y centros comerciales. La gente se cubre con tapabocas y la inveterada costumbre de escupir para limpiar la garganta y los bronquios se sanciona con multas de hasta 100 dólares. En un mundo dependiente del flujo de información, mercancías y personas, esto es difícil y costoso. Los científicos del planeta trabajan con igual intensidad que las autoridades para prevenir la dispersión y buscar la cura a una enfermedad desconocida hasta hace pocos meses y que ya se empieza a llamar pandemia. El síndrome respiratorio agudo severo (Sras) es el culpable de este frenesí y este pánico. Algunos analistas empiezan a reflexionar sobre otras causas de la enfermedad diferentes a las fisiológicas y asocian su expansión en China al deterioro ambiental causado por la política de crecimiento acelerado de la era de Deng Xiaoping desde los principios de la década de 1980 y acentuada en 1992. China es un país con un desequilibrio estructural en la relación entre población, tierra arable y ocupación de tierras de cultivo para viviendas más grandes y cómodas, instalaciones industriales y obras de infraestructura de modernización e integración de los mercados. Durante los primeros 10 años de la estrategia de Deng, el énfasis se puso en las provincias sureñas, en la industria ligera, con alta ocupación de mano de obra pero también con una impresionante polución, que se añadía a la de los centros urbanos por el uso de carbón doméstico que expide grandes cantidades de partículas. En la agricultura creció el uso de fertilizantes y pesticidas que contaminan las fuentes de aguas superficiales y subterráneas, alcanzando las costas con gigantescas capas de algas que forman la "Marea Roja", que asfixia la vida marina. Por todos estos factores es que el sinólogo Jean Oi, experto en desarrollo agrícola, calificó este esquema "Desarrollo Sucio". Los chinos no podían aplazar su modernización y confiaron en un modelo paulatino que con el paso de las décadas les permitiera ir hacia industrias más limpias. Pero estos ajustes toman muchos años y ni siquiera países con niveles tan altos de industrialización han logrado una transición satisfactoria. Nadie puede imponerle a un país en desarrollo que aplace su crecimiento y enriquecimiento. Pero la naturaleza tampoco espera y encuentra mecanismos de ajuste, reaccionando violentamente a la depredación de sus bosques y tierras de cultivo y a la contaminación del aire y los cuerpos de agua. Se traduce en inundaciones, avalanchas, sequías, ruptura de la armonía de los ciclos climáticos y muerte masiva de recursos ictiológicos. Pero también en plagas más agresivas, en hongos más resistentes y en enfermedades más extrañas y difíciles de combatir. Pongamos esto en el contexto del sur de China, en las zonas campesinas y urbanas frente a Hong Kong y Taiwan, donde los infectados viven en zonas de alta polución que hace que las enfermedades respiratorias normales sean ya incontrolables, mucho más una nueva patología de origen todavía desconocido, cuya transmisión es acelerada, múltiple, extremadamente agresiva en un país con superpoblación. La expansión del Sras por Asia y las ciudades de Norteamérica con mayor presencia de asiáticos era inevitable. A mediano plazo otra vez lo urgente se impone sobre lo importante. A largo plazo la solución no puede ser otra que establecer un esquema de desarrollo equilibrado. No sea esta otra oportunidad para que la ciencia de los países desarrollados encuentre cómo inmunizar a su población pudiente y las empresas farmacéuticas un nuevo filón de oro, cuando los países en desarrollo sufren la violencia inherente de la pobreza y ahora el ajuste de la naturaleza contra un descomedimiento con el medio ambiente. En China ya cayeron los responsables políticos de haber tapado el gravísimo problema con el que se enfrentaban. Pero sólo hasta ahora se empieza a hablar del fondo del problema y nuevamente de la responsabilidad de los países desarrollados por un desequilibrio que cobra las vidas de sus propios pobres, pero sobre todo de los pobres de los países pobres. * Sinólogo colombiano.

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