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La orgía de la reforma

¿Terminaremos ahora de ‘simones gaviria’ útiles de Santos mientras lidera un referendo contra la reforma que él mismo nos quería meter?

Daniel Samper Ospina
23 de junio de 2012

Organicé una fiesta en honor al ministro Esguerra para agradecer sus esfuerzos por mejorar la Justicia colombiana. Sé que muchos hubieran preferido una reforma que sancionara a los congresistas: una reforma en la que Julio Nava fuera el juez de Juan Lozano, a Liliana Rendón le cascara el Bolillo Gómez y César Gaviria le escupiera un diente a Simoncito por no leer las reformas constitucionales, como confesó en La W. Pobre: Simón es el Valerie Domínguez del Congreso. Firma sin leer. Por eso apoyó esa reforma gracias a la cual la Justicia quedó como su papá, justamente: es decir, sin dientes.

No importa. Al igual que el senador Merlano, aprendí a ver el vaso medio lleno y ahora rescato lo positivo, que en este caso fue observar la armonía con que todos los poderes públicos atentaron contra la justicia. Se unieron congresistas, magistrados, ministros. Y el presidente, claro, aunque ahora se haga el 'simón gaviria'.

Ah, suspiraba mientras los veía actuar: eso es conciliación. Al fin los dirigentes tiran todos hacia el mismo lado, como Esperancita Gómez en su última película. Y aunque esta vez se hayan unido en contra de la Justicia, que cojeaba, como Navarro Wolff, pero al menos llegaba, como la misma Esperancita, rescato el entendimiento de las tres ramas, de las cuales se colgarán los micos de las futuras leyes.

Es cierto que en la conciliación los congresistas deformaron aún más el proyecto, pero -sigo viendo lo positivo- lo hicieron guiados por aquel versículo bíblico que dice "no juzguéis si no queréis ser juzgados": he ahí la compasión cristiana del legislador criollo, que le permite amar al ladrón, como bien nos enseñó Cristo. Cristo Juan Fernando, se entiende, que también apoyó la reforma.

Pero nada se habría conseguido sin la vigilante participación del doctor Esguerra, y por eso convencí a mi mujer de que guardáramos los objetos de valor e invitáramos a los congresistas para ofrecer una fiesta en honor del ministro. Celebremos, le dije: celebremos que alias don Berna Moreno podrá salir de la prisión; que el Pincher Arias correrá de nuevo por las praderas mientras reclama 532 millones de indemnización para comprarse su propio Rolex. Y convoquemos un referendo para que Lucerito Cortés y Juan Carlos Martínez queden libres también.

Invitamos únicamente a los que votaron a favor de la reforma. El primero en llegar fue Simoncito, que estrenaba pantalones cortos y venía con el mechón recién lamido; le siguió el senador Gerlein, que llevaba los pantalones dos centímetros arriba de las tetillas, con lo cual no se le veían la condecoraciones que le impusieron sus propios colegas; luego entraron Alfonso Prada, el senador Merlano, Enríquez Maya, Fuad Char, Aurelio Iragorri, Emilio Otero, Cielito Lindo Salazar y Juan Mario Laserna, que al comienzo estaba todo serio, como siempre, pero que se fue desinhibiendo, tal y como sucedió durante la aprobación de la reforma. Cuando apareció el senador Germán Varón y la fiesta fracasaba por la ausencia femenina, aterrizaron como un bálsamo Piedad Zuccardi y Teresita García, que no solo salvaron la patria, sino que, por instinto, desplazaron a quienes estaban en el sofá.

Entonces el trago corrió a raudales. Unos cuantos recordaron animadamente los micos que colaron en la reforma y hacían graciosos gestos para imitarlos; otros inhalaban bóxer; algunos, gasolina, que aportó el senador Corzo. Y a mí se me erizaba toda la piel: esos eran los padres de la patria. Y yo los tenía en mi casa. Y era muy emocionante, así metieran vicios. Vicios de forma, se entiende, como los que denunció el presidente Santos con tardía sorpresa. Pero que no nos crea tan 'simones gaviria': cualquiera sabe que la reforma fue una creación inicial de su gobierno y que estaba tan mal concebida, y venía con tantos vicios, que el ponente ha debido ser Pambelé. Ahora se tiran la 'simón gaviria' entre todos, pero ¿por qué el gobierno no propone reformas decentes, en lugar de retirarlas ante la presión popular? ¿Terminaremos ahora de 'simones gaviria' útiles de Santos mientras lidera, como un héroe, un referendo contra la reforma que él mismo nos quería meter?

La fiesta estuvo tan animada que por momentos parecía una sesión de plenaria: los congresistas bebían, se quitaban la investidura y asumían todo tipo de posiciones, generalmente eróticas: aceitaban sus respectivas maquinarias; se tapaban con la misma cobija; se agarraban el rabo de paja. Y todo dentro de la más tranquila naturalidad porque, tal y como quedó en la reforma, nadie juzgaba a nadie. Fue un momento muy bonito para celebrar esa sociedad utópica que los congresistas soñaron para nosotros: esa sociedad llena de libertad, en especial para el condenado; de tolerancia, en especial para el delito; en la que reinara el perdón, al menos entre ellos; y en la que la Constitución Política no estuviera por encima de otras constituciones, como la del senador Name, que es más ancha que la del 91.

Se fueron en la madrugada, en la camioneta del conductor elegido, que era el senador Merlano. Pero el doctor Esguerra nunca apareció. No tenía cara, parece. No importa, pensé: de todos modos le debemos un homenaje. Un busto, siquiera. Se reciben cotizaciones de cirujanos estéticos.

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