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La papaya envenenada

Colombia concentra las drogas porque son ilegales dado que lo único que haría que los colombianos no produjeran sería su legalización.

Semana
22 de abril de 2006

La publicación de las estimaciones del Departamento de Estado sobre la superficie de los cultivos ilícitos el viernes santo pasado que muestran que había más coca que la estimada anteriormente suscitó una nueva tanda de artículos y columnas de prensa los cuales ya son predecibles cada año. Por un lado los funcionarios de los gobiernos colombiano y estadounidense buscan resaltar los aspectos positivos y prometen mejores éxitos si se continúan las políticas actuales. Por otro, los críticos recalcan que las políticas no funcionan y que hay que dejar de fumigar. El hecho es que nadie está satisfecho con las políticas pero nadie puede formular opciones de política que sí funcionen.

Infortunadamente el “problema” del narcotráfico y los cultivos ilícitos no se resuelve con políticas comunes sino con profundas reformas sociales que las sociedades colombiana y estadounidense no quieren llevar a cabo. Los críticos frecuentemente alegan que hay que “legalizar”. Es cierto que si no hubiera grandes ganancias ilícitas tampoco habría producción ilegal, aunque lo opuesto también es cierto: si no hubiera oferta, no habría demanda.
 
Infortunadamente para Colombia, la gran mayoría de los ciudadanos del mundo y sus gobiernos son prohibicionistas de manera que Colombia tendrá que vivir (o morir) en un mundo con drogas ilegales. Por eso Colombia debe enfrentar una pregunta clave e incómoda: ¿por qué Colombia concentra la industria de cocaína ilegal mientras que los otros 30 países que pueden producir coca no lo hacen? O puesto de otra forma, la rentabilidad de las drogas es una condición necesaria para producirlas. Sin embargo, en la mayoría de los países del mundo no es una condición necesaria y suficiente. Entonces ¿por qué en Colombia la rentabilidad no solamente es condición necesaria sino también suficiente para producir drogas mientras que en muchos países no lo es?
 
La respuesta a estas preguntas es simple pero desagradable: cuando hay algo ilegal en el mundo que es fácil de producir, su producción se concentrará en el país cuyas instituciones y cultura (valores, actitudes y creencias) sean más laxas respecto al cumplimiento de la ley y las normas. En otras palabras, en países donde el imperio de la ley y las normas sociales sea más débil.

Para justificar la participación de Colombia en los mercados de cocaína con frecuencia se escucha la frase “pero es que hay una gran demanda internacional por cocaína.” Esta frase es cierta pero parcial puesto que la frase completa es “pero es que hay una gran demanda internacional ilegal de cocaína”.
 
El problema es que para muchos, no importa que sea ilegal porque para ellos el concepto de legalidad que prevalece en Colombia es totalmente relativo y por eso muchos colombianos no pueden resistir la oportunidad de sacar ventaja aunque sea violando la ley. El hecho es que Colombia concentra la industria de cocaína no porque sea rentable sino porque es ilegal. Por eso Colombia también ha sido el primer productor de dólares falsos del mundo, un gran exportador de prostitutas a Europa y Japón, el primer productor mundial de sicarios y secuestros, un gran productor de fraudes, se ha tenido el record mundial de homicidios, etc.

Las políticas contra las drogas están diseñadas para disminuir la rentabilidad del negocio ilegal pero no eliminan la ilegalidad. Por eso los colombianos claman por la “legalización” como única solución, lo cual confirma que Colombia concentra las drogas porque son ilegales dado que lo único que haría que no los colombianos no produjeran sería su legalización. Infortunadamente el mundo no va a hacer legales una serie de comportamientos que globalmente se consideran nocivos. La solución real requiere cambiar comportamientos para lo que hay que establecer el imperio de la ley y de las normas sociales. Sin duda esto es difícil, pero si Colombia no acepta cambiar, no puede pedirle al resto del mundo que cambie porque nosotros no podemos hacerlo.

En Colombia el undécimo mandamiento es “no dar papaya” y el duodécimo “papaya ofrecida, papaya partida”. Lo malo es que la maldita papaya está envenenada y nosotros no podemos dejar de morderla. Así, el año entrante tendremos otra ronda de discusiones sobre las políticas “exitosas” y “fracasadas” y el ciclo continuará hasta que en Colombia se acepte y reconozca que el problema es de instituciones y de cultura que determinan los comportamientos sociales y que todos debemos cambiar.
 
Es decir, es necesario cambiar no solamente los comportamientos de los narcos, los paras, los guerrillos sino los de toda la sociedad, incluyendo sus elites políticas y económicas. Eso sí que es difícil. Por eso, es mucho más político continuar repitiendo: cuando hay demanda hay oferta, y si hay gringos que se enriquecen con las drogas ¿por qué yo no tengo derecho a hacerlo? 
 
*Centro de Estudios y Observatorio de Drogas y Delito
Universidad del Rosario

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