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La paradoja del ministro de la Defensa

Me ha dicho un alto funcionario del gobierno que las palabras del ministro tienen el propósito de calmar al uribismo. Grave error.

León Valencia
8 de diciembre de 2012

El ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, que había fracasado estruendosamente en transmitir confianza y seguridad en los primeros siete meses del año cuando las Farc y las bandas criminales desataron una enorme ofensiva, ha resultado especialmente eficaz en los meses siguientes en su campaña contra la mesa de negociaciones de La Habana.

El año empezó mal. Enero de 2012 fue el mes más violento de los últimos ocho años. Los Urabeños organizaron un paro armado en 26 municipios de 6 departamentos, incluidos barrios de Medellín y la ciudad de Santa Marta en temporada turística. Las Farc se jugaron a fondo y realizaron 156 acciones. También el ELN golpeó en la frontera con Venezuela, en el Cauca y en otros lugares del país.

En los meses siguientes fue intensa la perturbación del orden público en todo el territorio nacional y las Farc alcanzaron a realizar 1206 acciones en el primer semestre. Los sucesos del norte del Cauca, en junio y julio, cuando los indígenas se lanzaron a una gran protesta para exigir la salida de la guerrilla y del Ejército de sus territorios, le dieron un tinte dramático a la situación.

El expresidente Uribe y sus seguidores se sentían a sus anchas dándole rejo a Santos a diestra y siniestra. El presidente ha traicionado la política de seguridad democrática y el caos amenaza nuevamente al país, decían. En esas, Pinzón no daba pie con bola en su presencia ante los medios de comunicación, nada le salía creíble. Los días del paro de los Urabeños fueron un verdadero bochorno. Las encuestas castigaban severamente al gobierno.

Se anunció el proceso de paz. Cundió la esperanza. Santos pudo respirar más tranquilo y empezó a controlar la agenda. Las Farc, en el tiempo en el que adelantaban conversaciones secretas con el gobierno, habían prometido el abandono del secuestro extorsivo y en efecto esa práctica abominable empezó a disminuir. Luego, al empezar formalmente las negociaciones, de manera inesperada, anunciaron un cese unilateral de las hostilidades y, como consecuencia, las acciones ofensivas de la guerrilla comenzaron a declinar.

Pero el ministro Pinzón en vez de saludar estas decisiones de la guerrilla, que son una conquista evidente de las conversaciones, se ha dedicado a atacarlas sistemáticamente. Que el abandono del secuestro y el cese de las acciones ofensivas son mentiras, que no debemos creerles nada a las Farc porque la guerrilla es cínica y traidora, que ahora más que nunca es necesario intensificar la persecusión y el combate. Y claro, cada una de estas declaraciones tiene una impresionante resonancia negativa en la opinión pública y es recibida con alborozo por quienes están abiertamente en contra de las negociaciones de paz.

Si la actitud del ministro corresponde a una orientación del presidente Santos quiere decir que hay una pésima estrategia de comunicación. Pero si es algo que le brota al ministro de su instinto, quiere decir que Pinzón tiene las habilidades de comunicación totalmente atrofiadas y cuando necesitábamos confianza en la guerra transmitía incertidumbre y ahora que necesitamos generar apoyo a la salida negociada transmite pesimismo y desconfianza hacia la paz.

Este es un largo conflicto en el que las partes se han mentido, se han engañado, se han traicionado, una y otra vez. No van a dejar de hacerlo de la noche a la mañana. Es un conflicto irregular que toca a 240 municipios del país y un cese del fuego unilateral no se puede cumplir inmediatamente y en un ciento por ciento. Eso no ocurre en ninguna parte del mundo. Pero convertir las mentiras de las Farc o las violaciones al cese de hostilidades en leitmotiv del discurso de un ministro clave en las negociaciones es un enorme desacierto. Si se desprestigia a una de las partes, se deslegitima a la mesa entera.

Me ha dicho un alto funcionario del gobierno que las palabras del ministro tienen el propósito de calmar al uribismo. Grave error. El presidente Santos tiene que dedicar sus esfuerzos a darle confianza a quienes estamos de acuerdo con las negociaciones de paz, no a tranquilizar a quienes están en desacuerdo. Nada ni nadie va a llevar a Uribe a un apoyo a la paz negociada. A él solo le conviene la solución militar.

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