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La paz territorial es en Octubre

La paz erritorial es un tema de los partidos políticos y a siete meses del debate de Octubre estos no parecen darse cuenta.

Semana.Com
24 de marzo de 2015

La paz territorial es un tema de los partidos políticos y a siete meses del debate de octubre estos no parecen darse cuenta. Actúan como si la paz territorial fuera un interesante giro académico del comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo y no la apuesta por un cambio estructural en la mentalidad y ejercicio de la política y el poder en el país.

La paz territorial tendrá su prueba de fuego en octubre. Si del lado del Gobierno, de los amigos del proceso de paz  y de las dispersas fuerzas de izquierda, hay decisión para conseguir la victoria en el debate que se viene; en las fuerzas que son adversas al modelo de negociación que se ejecuta en la mesa de La Habana, la búsqueda del triunfo significa su supervivencia como opción política, social, económica, militar o todas ellas juntas. No tienen más opción que ganar.

Cómo se configure el poder local en Arauca, Catatumbo, Putumayo, Caquetá, Nariño, Cauca, Huila, Tolima, Valle del Cauca, entre otras, será determinante para el desarrollo de la etapa de transición de la guerra a la política que es la almendra de éste y de todo proceso de paz.
 
Por esta razón será igual de relevante para el futuro de la construcción de paz el cómo y quién gana las elecciones en los Montes de María, que, el cómo y quiénes sean elegidos concejales y alcalde de Bogotá.  Así se siente por parte de algunos que trabajamos con comunidades en los territorios donde el conflicto esta presente.

Hay apuestas de todo tipo y análisis con sabor de triunfo en las fuerzas de la coalición de gobierno y aliados del proceso de paz, pero no se contempla, por lo menos en lo leído y escuchado hasta ahora una reflexión sobre cómo se comportará el nuevo actor de la política colombiana: las Fuerzas Armadas. 

Fuerzas Armadas convertidas por los hechos electorales del pasado debate presidencial en un sector político con líder definido y una incidencia importante en amplios sectores de la opinión local nacional. Una fuerza política que no estará ausente de este debate y que tiene expresiones en filas conservadoras, del Centro Democrático, pero también en algunas regiones, en las filas del Partido Liberal e incluso dentro del Partido Verde.

Porque si algo esta claro en Colombia es que ante la ausencia de partidos y liderazgos  sólidos con  criterio doctrinario  se dio lugar a formaciones electoreras vistosas, caudillistas, tan o más nocivas que las universidades de garaje que crecieron como espuma al amparo del poder político.

El Galán heredero, hoy director y jefe nominal de Cambio Radical, que en combinación con David Luna se ha convertido en el palo en la rueda de Rafael Pardo, debería estar al igual que todas las jefaturas de su partido preguntándose como conseguir que candidatos comprometidos con el fin de la guerra y la ampliación de esta democracia sean quienes en nombre de su movimiento político aspiren a ganar en los municipios del Nordeste Antioqueño, del Catatumbo, del Sur del Huila, del Sur del Tolima, del Caquetá, o del Putumayo entre otros.

Horacio Serpa debería estar preocupado por el compromiso sobre el fin de la guerra y el respeto de los dineros públicos de quienes serán concejales y gobernantes de su partido en Arauca, Casanare y Meta al igual que en la Guajira, en Córdoba o en el bajo Cauca antioqueño donde el reinado de los “duros” con el aval liberal ha costado sangre, sometimiento de la inteligencia y reinado de la corrupción desde hace décadas.

Igualmente, Marta Lucía Ramírez y el Senador Barguil, jefe del Partido Conservador deberían estar auscultando alrededor de los diputados y concejales en las regiones donde la divisa azul se mezcla con la lógica de los terratenientes sin reparar en desarrollos democráticos y mucho menos en el fin de la guerra.

El Polo y sus caudillismos, primer esfuerzo de izquierda en gobernar a Bogotá y también primero en sepultar la esperanza de una diferencia ética entre un gobierno alternativo y uno de origen tradicional debería preocuparse por garantizar que sus candidatos no se sientan superiores éticamente por el sólo prurito de ser oposición al modelo o al régimen.

Los engendros de la parapolítica, de los poderes ilegales, de la danza de la corrupción, de la ilegalidad, del paramilitarismo, poder local y sangre a borbotones, se incubó, desarrolló e hizo eclosión en los sagrados partidos de siempre. Con sus avales llegaron al poder los gobernadores y alcaldes saqueadores de los abundantes recursos de regalías de carbón, petróleo, y de los presupuestos de salud y educación.

Todos estos antecedentes pueden hacer fácil que se configuren posibilidades de victoria en los candidatos de la oposición, quienes dirán que la paz es la derrota de las Fuerzas Armadas y su humillación, también que la mermelada ya se distribuyó, que los alcaldes, gobernadores, concejales y diputados elegidos definirán el ganador de las próximas presidenciales, que Vargas Lleras se ha desinflado entre sus gritos, el estrépito de piedras, billete y cemento del túnel de la Línea. Dirán que el presidente Santos no parece tener sucesor y que las guerrillas están ganando tiempo con la negociación.

Por ello las acciones políticas y electorales de quienes integran las Fuerzas Armadas son un tema relevante, porque si bien, los oficiales de alto rango, están siendo atendidos en sus dudas e inquietudes por el Presidente y el general Mora y  es cierto que la formalidad institucional llevará a que todos digan estar de acuerdo con el proceso de paz y sus desarrollos, en otros lugares del alma de las Fuerzas Armadas, en las conversaciones con tenientes, suboficiales y soldados aún se percibe el proceso de paz como una amenaza para su futuro. Allí es donde se aprovechará por los interesados para promover espíritu anti-proceso.

La disputa electoral de octubre definirá si la paz territorial es posible, no en Bogotá, Cali y Medellín, sino en las regiones y municipios de la periferia de grandes ciudades y bordes de la frontera agrícola nacional. La Paz territorial es un tema de los partidos y a siete meses del debate de octubre estos no parecen darse cuenta. Actúan como si la paz territorial fuera un interesante giro académico del comisionado para la paz Sergio Jaramillo y no la apuesta por un cambio estructural en la mentalidad y ejercicio de la política y el poder en el país.

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