Home

Opinión

Artículo

La ‘Peñalista’

Las cosas han cambiado tanto para Peñalosa, que hoy la promoción de su candidatura y de su lista consiste en una cuña radial con la voz del propio presidente Uribe

Semana
19 de febrero de 2006

He seguido a Enrique Peñalosa con mucho interés en lo que algunos llaman "sus volteretas" pero que yo llamo, más benignamente, la legítima búsqueda de su nicho.

Hace tres años nadie dudaba de sus oportunidades presidenciales. Con un prestigio inmenso se dedicó a estudiar, recorriendo las principales capitales del mundo.

Cuando volvió al país sus relaciones con Uribe eran cercanas. Sin traumas había podido resistirse a la tentación ministerial que le había puesto el Presidente a comienzos del gobierno, pero la cercanía duró hasta que se aprobó la reelección y creo que Peñalosa vio cerradas sus posibilidades presidenciales si se quedaba en el nicho uribista.

Tan poco cercanas quedaron esas relaciones con el Presidente, que en una entrevista con El Nuevo Siglo, en enero de 2005, el ex alcalde dijo, a raíz de la reelección: "El Presidente está en campaña con los magistrados de la Corte. Así como la movió en el Congreso, ahora está moviéndola con los magistrados".

En los círculos políticos se decía, además, que Peñalosa no era muy generoso con los comentarios privados que hacía del Presidente. Y tengo entendido que el Presidente tampoco.

Se metió entonces al Partido Liberal, y me pareció hasta lógico. Él es liberal, y entre liberales tenía una nueva posibilidad de conseguirse un nicho partidista. "Tantica manzanilla" no le hace mal a nadie. Pero muy pronto se empezó a sentir preso entre las fracturadas paredes de su partido y un buen día se salió del liberalismo para convertirse en un candidato independiente.

También me pareció entendible. Peñalosa nunca ha sido visto como un hombre de corrientes políticas tradicionales. Sus ideas de urbanismo son bastante lanzadas y novedosas. Intentó rescatar su maltrecha independencia, pero muy pronto se sintió solo, políticamente corto, y tomó el paso, no carente de valor, por cierto, de circunscribir por ahora sus ambiciones políticas a una curul en el Congreso.

Excelente candidato. En eso está en la actualidad, con el riesgo de dejarse contar, de pronto de no sacar el costoso umbral de 250.000 votos que requiere el Senado y lanzando al ruedo en la Cámara a figuras promisorias pero muy jóvenes como las de David Luna y Simón Gaviria. En un momento dado hasta llegó a sonar que Peñalosa y sus muchachos podrían integrar una lista uribista, con el visto bueno del Presidente.

Pero el rumor no duró sino unos días. Los muchachos de Peñalosa hicieron saber que ellos no le "jalaban" a eso, y el ex alcalde decidió individualmente anunciar su apoyo público a la candidatura de Uribe, con lo que pareció que le perdonaba al Presidente que hubiera hecho campaña en el Congreso y ante los magistrados de la Corte para hacerse aprobar su propia reelección.

La posición de los jóvenes aspirantes Luna y Gaviria era lógica. El primero, en una entrevista para El Tiempo, en octubre 22 de 2005, había dicho: "Yo estoy a fondo con Peñalosa en su aspiración presidencial en caso de que resuelva aspirar al Congreso con su lista. Si resuelve adherir a Uribe, yo sí lo pensaré". Qué tanto lo pensó, no se sabe. Pero ahí está Peñalosa con Uribe, y ahí sigue David con Peñalosa.

En cuanto al joven Simón, en entrevista con Yamid Amat, el 3 de septiembre de 2005, contestó, a la pregunta de Yamid: "¿Qué pasa si Peñalosa se retira y adhiere a Uribe?". "No veo esa posibilidad. Pero si ocurre, buscaré otras maneras de servir al país". Y Peñalosa se retiró, adhirió a Uribe y Simón sigue apoyando al país de la misma manera: al lado de Peñalosa.

Dos años después a Simón no le gusta que le digan antiuribista -me consta- y niega rotundamente que lo sea.

Las cosas han cambiado tanto para Peñalosa, que hoy la promoción de la candidatura del ex alcalde y su lista consiste en una cuña radial con la voz del propio Presidente, quien se expresa en términos muy halagüeños de Peñalosa.

Y Uribe hasta escogió a la de Peñalosa y sus muchachos como una de las seis a las que les pondrá su sello personal.

He sido la primera en defender a Peñalosa contra las arbitrariedades de los señores del Consejo Electoral. Hasta me gusta la ingeniosa manera como intenta capotear el impasse de que no se pueda utilizar su nombre ni su foto en el tarjetón, al haber bautizado la suya como la 'Peñalista', con lo cual pone en ridículo la decisión del organismo electoral. (Habría podido ir un poquito más allá, y llamarla 'Peñalolista'. Tan tímido).

Como digo, todo me parece bien. Hasta que se apoyen en el mismo Presidente que hace un año no les gustaba para que empuje sus posibilidades electorales. Incluso anuncio mi voto por la 'Peñalista' cerrada de Cámara. Me gustan David y Simón, por sanos y por poco mañosos.

Pero, pregunta mi curiosidad: ¿qué será lo que ahora sí les gusta del Presidente? ¿Su voz? ¿Las alabanzas a Peñalosa? ¿Sus ideas y su forma de gobernar?

¿A quién le importa, si en política, todo vale? n?



ENTRETANTO… Moreno de Caro podría hacer una travesura semejante a la de Peñalosa: inscribir su movimiento para el tarjetón con el nombre de 'Dejen jugar a los morenos', argumentando que no se refiere a los hermanos Moreno de Caro sino a todos los morenos del país. ¿Y si el Consejo Electoral le vuelve a decir que no, no sería buenísimo ponerles a sus magistrados una tutela por racistas?

?