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La procesión va por dentro

El primer magistrado, que tiene discurso para cada auditorio, mantiene a su lado más hombres de fe que cualquiera de sus predecesores

Daniel Coronell
20 de marzo de 2005

Dice José Obdulio Gaviria, su asesor, que el Presidente no es del Opus Dei. Asegura también que su jefe jamás ha hecho gestiones a favor de 'la obra'. Y de pronto es verdad. Primero porque José Obdulio se las sabe todas en materia de gestiones y segundo porque ahora tiene una cuotica en Roma. Gracias al gobierno de la meritocracia, su hijo trabaja en la misma ciudad del Santo Padre.

Sin embargo hay versiones distintas a la del consultor. El Nuevo Herald afirma, citando fuentes del ultracatólico Opus Dei, que el mandatario es simpatizante de la prelatura. La revista Cromos dice además que es cooperante. Y nada tendría de malo ni lo uno, ni lo otro. Lo llamativo es que haya -ahora- tanto interés en negarlo.

Tal vez la decisión tenga que ver, como todo en estos días, con la reelección. Los pastores cristianos manejan una gigantesca cauda electoral. Votos cautivos, en todo el sentido de la expresión.

Por esa razón doña Claudia Rodríguez, esposa del pastor César Castellanos, fue nombrada embajadora en Brasil. Ella, hace dos semanas, dejó de lado sus obligaciones diplomáticas y volvió a Bogotá para presidir un acto político-religioso. Le ofreció al jefe de Estado una fiel muchedumbre, devota por igual del Evangelio y la reelección.

El presidente Uribe, conmovido por la fe de la concurrencia, se animó a proclamar la castidad como una nueva meta de su gobierno: "Muchachos cuidado", "Aplacen la sexualidad", "Ese gustico es para la familia". Frases que llevaron al paroxismo al místico auditorio.

Uribe conoce bien la fuerza de esa maquinaria desde 1994. El respaldo de los evangélicos a su entonces candidato y jefe, Ernesto Samper, desató la ira de la jerarquía católica. Monseñor Darío Castrillón, desde su púlpito en Bucaramanga, llamó a los feligreses liberales a votar contra Samper o por lo menos a abstenerse. Pero logró el efecto contrario.

Pocos católicos cambiaron de idea, el anticlericalismo se alborotó y la votación cristiana -exacerbada por la discriminación- se hizo sentir. El sermón, desde luego sumado a otras ayudas menos santas, contribuyó bastante a la elección.

Desde entonces los pastores conocen el valor de sus rebaños. La jerarquía católica, apostólica y romana sabe que su reino no es de este mundo. Los religiosos más recalcitrantes se vuelven tolerantes en época de elecciones y los candidatos tienen claro que no deben nadar contra esa corriente.

El primer magistrado, que tiene discurso para cada auditorio, mantiene a su lado más hombres de fe que cualquiera de sus predecesores.

El ministro del Interior y Justicia, Sabas Pretelt, es confeso seguidor del Opus.

Andrés Uriel Gallego, el de Transporte, ha optado por el celibato. Vive en un albergue para señores solteros regentado por una orden religiosa. Esta Semana Santa debe estar en su natal Marinilla. No sólo para revisar los proyectos del Plan 2500 en los que tanta fe ha puesto -porque ahí puede estar su anhelada gobernación de Antioquia- sino también para honrar sus fornidos hombros con el peso sacro de las imágenes de la procesión.

Pero la cosa no para en el ejecutivo. Uno de los principales aliados del gobierno en la rama judicial es el magistrado del Consejo de Estado Alejandro Ordóñez Maldonado. Católico como pocos, conservador un tris retrógrado y enemigo visceral de la Corte Constitucional. Su paso por la presidencia de la corporación se recuerda por un episodio cómico. Expulsó del recinto un cuadro del general Santander y lo reemplazó por un crucifijo. Semejante renovación decorativa sucedió en medio de una solemne y piadosa ceremonia que poco tuvo que envidiarles a los autos de fe de la Edad Media.

En materia de medios, un periodista tiene una visión prodigiosamente similar a la de Álvaro Uribe.

Se trata de César Mauricio Velásquez, numerario del Opus Dei, es decir que no puede casarse. César Mauricio es miembro de la Comisión de Conciliación Nacional, presidente del Círculo de Periodistas de Bogotá y decano de la facultad de comunicación de la Universidad de la Sabana. La misma universidad de la que son despedidos, o sistemáticamente aburridos, los empleados que viven en unión libre o se divorcian. Hace unos años este comunicador promovía un 'Acuerdo por la discreción', que se parece harto a la autorregulación que ahora el gobierno busca afanosamente venderle a la prensa.

La lista podría seguir. Todos ellos son respetables en su credo, tanto como los que profesan otra fe, o ninguna. Pero es bueno advertir que, por cuenta de las preferencias presidenciales, marcha silenciosamente un proceso para borrar la frontera entre religión y Estado.

Total, sólo hay que cambiar otro articulito de la Constitución.

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