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La propuesta israelí

A eso, que no es otra cosa que la reiteración del 'statu quo', la prensa mundial lo llama una nueva propuesta de paz.

Antonio Caballero
21 de junio de 2009

Por "negacionismo" se entiende la postura de algunos historiadores y políticos que niegan la realidad del holocausto de seis millones de judíos cometido por la Alemania nazi, o lo reducen a las mínimas proporciones de "una anécdota histórica", como hacía el ultraderechista francés Jean-Marie Le Pen. Hay negociaciones con poder -el propio Le Pen llegó a tener tal cauda de seguidores que quedó de segundo en unas elecciones presidenciales francesas-, y la izquierda tuvo que votar por Chirac en la segunda vuelta para impedir la vergüenza de que un neonazi fuera presidente de Francia. El de Irán, Amadinehad, que acaba de ser reelegido -tal vez con fraude- es un negacionista. Pero por lo general los negacionistas, incluyendo a Amadinehad y a Le Pen, son considerados locos peligrosos por la gente civilizada y sensata.

No sucede lo mismo con los negacionistas del otro lado: con los que, amparándose en el recuerdo del sufrimiento de los judíos bajo los nazis, niegan ahora que el Estado de Israel haya cometido y siga cometiendo atrocidades contra los palestinos. Estos nuevos negacionistas son considerados serios y respetables: como lo fueron en su momento los propios nazis. En el caso del actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, que niega todo derecho a los palestinos, pero a quien la abrumadora mayoría de la prensa de Occidente trata con admiración cuando admite que por lo menos existen, como acaba de hacer en un discurso. "A cada cual su bandera, a cada cual su himno...", dice Netanyahu. Y los periódicos titulan que el feroz primer ministro israelí ha "cedido a las presiones de la comunidad internacional", y ahora les ofrece a los palestinos "reanudar inmediatamente las conversaciones de paz sin condiciones previas".

¿Sin condiciones previas? Lo que ha hecho Netanyahu es exactamente lo contrario: reiterar las inaceptables condiciones previas que los gobiernos de Israel exigen de los palestinos para cesar su acoso contra ellos. Las que enumera Netanyahu, impuestas por cualquier otro gobierno del mundo, serían unánimemente llamadas condiciones leoninas. De león, de tigre y burro amarrado, para decirlo en términos locales. Lo que propone Netanyahu es que Israel, armado como está hasta los dientes (incluidas, aunque también las niegue, armas atómicas: y el mundo finge creerle), y aliado de modo "inquebrantable" (la palabra es del presidente Obama) con la más grande potencia militar del planeta, acceda a tolerar la existencia de un miniEstado palestino amputado de toda soberanía: "Sin ejército (dice Netanyahu), sin control del espacio aéreo, sin entrada de armas, sin posibilidad de establecer alianzas". La propuesta incluye, por añadidura, el derecho que Israel se reserva a seguir construyendo asentamientos de colonos judíos en territorio palestino respondiendo "al crecimiento natural" de la población judía. Y estipula que el problema de los refugiados palestinos, los millones que han sido expulsados de su tierra desde 1948, "debe solucionarse fuera de las fronteras de Israel" (o sea, fuera de esa misma tierra), pues el regreso de los expoliados "va en contra del mantenimiento de Israel como Estado judío".

Y a eso, que no es otra cosa que la reiteración del statu quo, la prensa mundial lo llama una nueva oferta de paz.

Pero lo más asombroso -y asombra que no cause ni indignación ni escándalo, y ni siquiera asombro- es que ese generoso Netanyahu, que ofrece a cada cual "su bandera y su himno", empieza su propuesta diciendo que "el territorio concedido a los palestinos...". Perdón, por si no oímos bien: ¿concedido?

 Nota sobre otro tema:

Anuncia el procurador Alejandro Ordóñez una investigación al senador del Polo Democrático Jorge Enrique Robledo por sus vínculos con la lucha armada de las Farc. ¿Le cabe a alguien alguna duda de que se trata de una venganza por los debates que le ha hecho Robledo al gobierno en el congreso, y en particular por el más reciente, el del enriquecimiento milagroso de los hijos del presidente Álvaro Uribe? ¿Y le cabe a alguien alguna duda de que el doctor Ordóñez es un procurador de bolsillo?

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