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La resistencia

Los que bombardean desde sus aviones invisibles y los que cañonean desde sus tanques invulnerables, son extranjeros. Saddam será un tirano, pero es iraquí

Antonio Caballero
30 de marzo de 2003

Se complica la guerra de Irak, como previmos algunos. En contra de lo anunciado, las tropas iraquíes resisten y combaten pese a la patética desproporción de sus fuerzas ante la maquinaria bélica angloamericana. Y en contra de lo anunciado, la población civil no recibe a los invasores como a libertadores, como los llaman Bush y Blair, sino como a lo que en realidad son: invasores. La guerra va para largo.

No fue así la vez pasada, en la primera Guerra del Golfo, cuando los iraquíes no pelearon. Y en buena parte es porque entonces no fue así que ahora sí pelean. Sin disparar un tiro, el ejército iraquí fue entonces enterrado vivo en sus trincheras del desierto por los tanques y las excavadoras de la invasión aliada: doscientos mil muertos. Y los civiles, en particular las minorías chiítas del sur y las kurdas del norte, fueron incitadas por los aliados a levantarse en armas contra la dictadura de Saddam Hussein. Lo hicieron, esperando un apoyo y un respaldo. Y no lo recibieron. Los aliados dieron media vuelta antes de llegar a Bagdad y los dejaron abandonados a su suerte, colgados de la brocha ante la venganza de Saddam. Podrán odiarlo, sin duda; pero ¿por qué van a querer a los otros? ¿Por qué les van a creer lo que ahora dicen? Eso sucedió hace doce años apenas: están vivas las madres de los soldados enterrados vivos en el desierto por los tanques de Bush padre, están vivos los hijos de los rebeldes kurdos y chiítas sublevados por las falsas promesas de Bush padre, y entregados a la represión y a la horca. El propio Bush hijo, entre los muchos y contradictorios argumentos que ha ido dando a lo largo de los meses para su ataque contra Saddam, ha mencionado el de su propio rencor de hijo: "Es que trató de matar a mi papá". ¿Y ahora cree que los iraquíes no tienen, ellos sí, papás muertos?

No son sólo el rencor y la memoria los que inspiran la actual resistencia iraquí a la invasión. Es también la invasión misma, que despierta el sentimiento natural, aunque sin duda estúpido, del patriotismo. Los que bombardean desde sus aviones invisibles, los que cañonean desde sus tanques invulnerables, son extranjeros: no tienen por qué estar ahí. Saddam Hussein será un tirano (uno que durante la mitad de sus 25 años de tiranía fue respaldado y armado por los gobiernos de los Estados Unidos, antes de que les resultara incómodo): pero es un iraquí. Los rusos sometidos a la tiranía de Stalin no recibieron a los invasores alemanes de Hitler con flores y danzas folclóricas, como a libertadores: los combatieron a muerte. Y a su vez, cuando se voltearon las tornas, los alemanes sometidos a la tiranía de Hitler no recibieron agradecidos a sus 'libertadores' rusos y norteamericanos: los combatieron a muerte. El patriotismo será estúpido, pero es natural. La gente se hace matar por él. Debería saberlo Bush, que envuelto en su bandera manda a otros a matar y a que los maten en nombre de su propio patriotismo: hay más banderas.

La resistencia iraquí no tendrá por resultado una inversión del curso de la guerra, por supuesto. Será aplastada en unas semanas (o en unos meses, o en unos años: más de tres décadas llevan los británicos tratando de 'pacificar' Irlanda del Norte, y medio siglo llevan los israelíes 'pacificando' Palestina). No servirá para ganar la guerra contra el poderoso invasor, y en cambio sí tendrá el efecto de aumentar y prolongar los padecimientos de la población civil y de multiplicar el número de muertos: ya van cerca de 50 entre los invasores y muchos millares entre los invadidos. Pero aún así -aun si es costosa, aun si no va a salvar al dictador ni a proteger a Irak, aun si es inane y sin ningún efecto- no es inútil. Es útil para la dignidad del hombre, y es buena para el orden del mundo.

Lo primero. En estos días dijo uno de los jefes invasores, el general norteamericano Richard Myers, que los soldados iraquíes deberían hacer "la cosa honrosa" ("the honourable thing"): rendirse sin combatir. Pero ¿desde cuándo ha sido la cosa honrosa renunciar al combate, aun cuando está perdido de antemano? Los iraquíes no se están rindiendo, sino que están siendo derrotados en combate. Y en eso consiste la dignidad. Se trata de una virtud a la vez ética y estética. Contra el fuerte, contra la arrogancia del fuerte, e incluso contra Dios, hace al hombre más grande.

Lo segundo. Esos iraquíes desesperados y sin esperanza, pero que no se rinden, están haciendo una obra buena para la libertad del mundo. Están dando la vida por un tirano despreciable, sí. Pero la están dando sobre todo contra la prepotencia del Imperio, en la primera guerra desnudamente imperial y de conquista del último medio siglo: una guerra como fue la de Hitler por dominar el mundo. Esos iraquíes que van a morir nos están defendiendo a todos.

Así nos defendieron del nazismo, aunque perdieran la vida en el intento, los republicanos de la guerra de España.