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La respuesta es Bogotá

Eso es lo que piensan torpemente nuestros dirigentes, líderes empresariales y medios de comunicación, embebidos en este centralismo que nos jode.

José Manuel Acevedo M., José Manuel Acevedo M.
6 de julio de 2013

Vivimos de mirarnos el ombligo. Los problemas sólo son problemas si llegan hasta Bogotá. Toda solución inteligente a una crisis debe pasar por Bogotá. No se negocia con campesinos en su terruño sino que se les invita, “como gente civilizada”, a calmar los ánimos en Bogotá. De esta manera, estamos convencidos de que nada es de verdad importante si no se produce en este caótico pero indispensable centro de poder que se llama Bogotá.

¡Qué lejos estamos de lo que ciertamente merece nuestra atención!

¿Saben ustedes, por ejemplo, que en Pereira, un solo señor, que se llama Álvaro López, es capaz de bloquear la integración del sistema masivo de transporte al tiempo que, como dueño del Deportivo Pereira, ha acabado con la ilusión de un pueblo en torno al fútbol? ¿Sabían que nadie hace nada para frenarlo y que los pereiranos de bien se cansaron de pedir la intervención del gobierno nacional? 
 
¿Han notado que el fenómeno del mototaxismo en Sincelejo reclama a gritos soluciones distintas a la policiva y que los sucreños no tienen quién los organice porque andan gobernados por un señor al que se le olvida hasta su propio nombre?

¿Se han enterado de que en Santander, el gobernador reparte millonarios contratos de publicidad y comunicación a empresitas sin experiencia, como denuncia valientemente un joven llamado Manolo Azuero?

¿Se han preguntado, amigos lectores, si ya llegó el agua a Casanare o si la gente en La Guajira, y más concretamente en Maicao, sigue muriéndose de sed mientras sus políticos se quedan con la plata de las regalías? ¿Seguirá muerto de risa el gobernador aquel, como tranquilos andan los sucesivos mandatarios de Chocó a los que la gente no se cansa de elegir mientras ellos no se cansan de robar?

¿Cuánto más aguantarán los paperos de Boyacá; los indígenas en Nariño y Cauca; los cafeteros de Risaralda, Quindío y Caldas; los pescadores de San Andrés, y los campesinos del Catatumbo en Norte de Santander, con un gobierno que sólo promete subsidios (mientras la chequera lo permita), pero evita comprometerse con las soluciones de fondo?
 
¿Se habrán percatado los que sacan pecho por el tesoro que es Cartagena, de que por fuera de sus murallas la gente vive en la miseria por culpa de los malos alcaldes –vivos y muertos– a los que nadie nunca fue capaz de parar?

En Cali, un exdiputado muere como consecuencia de un paseo millonario, pero eso sólo importa si es en Bogotá, en el parque de la 93 o en la zona T, y si la víctima lleva un carnet que lo identifique como agente de la DEA.

En Medellín, la asamblea está llena de diputados que cuando no afirman que invertir en Chocó es como perfumar un bollo es porque andan ocupados grabando consejos de redacción de periodistas.

En Barranquilla, más de 2.000 comerciantes salen a marchar mamados de que los extorsionen.

De Caquetá, Vaupés o Vichada sólo dan cuenta las ‘breves judiciales’ en la ‘gran prensa colombiana’ para decir que se les dio otro duro golpe a las finanzas de las FARC o que se desmantelaron laboratorios de coca, mientras en Amazonas ya ni Kapax es noticia. 
    
¿La respuesta es Colombia? No. La respuesta es Bogotá. Eso es lo que piensan torpemente nuestros dirigentes, líderes empresariales y medios de comunicación, embebidos en este centralismo que nos jode.
 
¿Podremos algún día pensar este país de regiones de la periferia para adentro? 

Twitter: @JoseMAcevedo    

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