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La retórica de la paz

Los narcoparamilitares, como Báez, no quieren la paz, salvo que por tal cosa se entienda dejarlos a ellos tranquilos con sus fortunas y sus tierras

Antonio Caballero
12 de febrero de 2006

Sin contar a Álvaro Uribe, ¿cuántos (iba a decir cuántas docenas de) candidatos a la presidencia han lanzado ya su nombre? Horacio Serpa, Cecilia López, Antonio Navarro, Antanas Mockus, Rafael Pardo, Rodrigo Rivera, Andrés González... Parece una lista de candidatos a la Cámara. En este país todos quieren ser presidentes, qué cosa. Hasta los ex presidentes: Uribe no es el único. Y he oído decir que ya el niño de Andrés Pastrana (el de "Nohra, los niños y yo") quiere ser, también él, presidente. Qué cosa. En ese alud de candidatos -y hay más, hay más: es que no consigo recordarlos a todos- hay uno que, por lo visto, se retira. Carlos Gaviria. Y es una lástima, porque era el mejor: limpio, claro, serio -y sin ninguna posibilidad de triunfo-. Recuerdo un chiste del argentino Quino (el de 'Mafalda'), en el que un viejecito venerable se dirige desde una tribuna a otros cuantos viejecitos y viejecitas, diciéndoles: "¡Nunca hicimos falsas promesas populistas!". Y todos aplauden. "¡Nunca abandonamos nuestros principios!" Y todos aplauden. "¡Nunca fuimos a llamar a la puerta de los cuarteles!". Y otra vez todos aplauden. "Nunca llegamos al poder..." Y todos se echan a llorar. Carlos Gaviria, con su melena blanca de profeta, es como ese viejecito venerable del chiste. Tan buen candidato que hasta retiró su candidatura. Ojalá todos fueran así. Pero no: todos se lanzan. O, más exactamente, todos aceptan que los lancen. Acaba de explicarlo Álvaro Leyva, otro que también quiere, o que también se deja: - Eso (Leyva presidente) es lo que muchos amigos y sectores de opinión han venido indicando. El narcoparamilitar Ernesto Báez, entre otros, a quien no sé si Leyva califica de "amigo" o de "sector de opinión". Interrogado al respecto por esta revista, sugiere Leyva, restándole importancia a un lanzamiento incómodo: -De pronto ha hecho la carrera que yo sí puedo hacer la paz. Hay algo raro en esa frase: supongo que una errata. "Ha hecho la carrera" no quiere decir nada. Pero hay además un error. Los narcoparamilitares, como Báez, no quieren la paz. Salvo que por tal cosa se entienda dejarlos a ellos tranquilos, con sus fortunas y sus tierras, y sin la obligación siquiera de pagarles cesantía a sus tropas desmovilizadas. Para decirlo con las palabras que usa el propio Álvaro Leyva en su conversación con esta revista: -La gente piensa que la paz se reduce simplemente a un cese de hostilidades o a la posibilidad de salir de vacaciones o ir a sus fincas, y eso no es así. Es cierto: la paz no se reduce a que los narcoparamilitares puedan ir a sus fincas, que antes eran de los cientos de miles de desplazados que hoy piden limosna en los semáforos de las ciudades de Colombia. Explica Leyva, con razón, que "la solución al conflicto pasa por los más variados temas". Pero a continuación, y dentro de nuestra frustrante tradición de caudillos providenciales, resume todos esos variados temas en una sola cosa: el poder para él mismo. Dice: -Yo sí logro la paz. La sé hacer, me he dedicado toda la vida a ello. Toda la vida a ello ¿y nada de nada? Qué fatiga. Es por eso que, frente a los que lanzan o vuelven a lanzar o aceptan que otros amigos y sectores lancen sus candidaturas presidenciales, yo prefiero a los que retiran las suyas. NOTA: Vale la pena escuchar, o leer, el discurso de Harold Pinter para la recepción del Premio Nobel de Literatura: trata de la retórica política.

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