Home

Opinión

Artículo

La ronda decisiva

Si en esta ronda no se avanza, será la prueba de que las conversaciones sólo son un respiradero político para los elenos

Semana
18 de agosto de 2007

DIez y nueve meses de conversaciones, siete rondas, y nada. La negociación entre el gobierno y el ELN no se destraba. Los elenos dicen que no pueden pactar un cese de hostilidades si éste supone la concentración de tropas. Alegan que el cese sería "temporal y experimental" y que no pueden correr el riesgo de que el gobierno conozca la identidad de sus miembros. El Ejecutivo sostiene que sin concentración es imposible verificar que se respete el cese. Para calmar las aprensiones guerrilleras, el presidente Uribe ofreció que la concentración se haga fuera del país y que la identificación sea hecha por un tercero ajeno al gobierno.

La apuesta es alta. Si bien el país cuenta con una amplia experiencia en materia de concentración de insurgentes en el marco de procesos de paz, es muy distinto hacerlo en el exterior. De entrada, no sería fácil convencer a algún país para que reciba a los guerrilleros. Habría que pagar un costo diplomático por ello, en especial si se trata de Cuba o Venezuela, los países más probables. Y la operación logística sería complicada y demandaría importantes recursos financieros.

Algunos objetan la propuesta por las implicaciones que tendría en materia de "estatus político y legitimidad de la causa guerrillera" y el famoso "estatuto de beligerancia". No veo ninguno de esos riesgos. El "estatus político" es un embeleco establecido en la ley de orden público como precondición para iniciar diálogos con grupos armados al margen de la ley. Fue eliminado a principios de este gobierno y ya no existe en nuestro ordenamiento. Tampoco veo peligro alguno de legitimación de la lucha subversiva. La legitimidad de la guerrilla sólo podría provenir de una combinación de cuatro factores: que las causas y los fines del alzamiento armado fueran justos, que el alzamiento fuera el único camino para alcanzar los fines propuestos, que los daños causados con la violencia fueran menores que aquellos que se pretende remediar, y que los medios y métodos de combate fueran respetuosos del derecho en la guerra. Ninguna de esas condiciones se da en Colombia.

Para no entrar en la discusión de las causas y los fines de la insurgencia, baste decir que los cambios son posibles por la vía democrática, que el efecto real de la violencia es el de distraer recursos que se deberían dirigir a la solución de la pobreza, el subdesarrollo y la desigualdad, y que las infracciones graves al derecho internacional humanitario son cosa de todos los días. Nadie duda hoy de que el narcotráfico ha permeado también a los elenos, de que sus finanzas se nutren del secuestro, y de que son responsables de miles de mutilaciones por cuenta de las minas antipersona. Enviarlos al exterior no cambiará la percepción interna e internacional de la ilegitimidad de su accionar. Y tampoco cambiará la imposibilidad de acceder al estatuto de beligerancia porque éste supone el cumplimiento de un conjunto de condiciones, entre ellas el control territorial a la manera del Estado y el referido apego al DIH, que el ELN no reúne.

En cambio, la propuesta del gobierno tiene la virtud de destruir las objeciones que el ELN ha esgrimido frente al cese de hostilidades y destapar las cartas. Si el ELN acepta, demostrará que sus intenciones de buscar una salida negociada son serias. En ese caso, se debe actuar con generosidad. El país enfrentará entonces, de nuevo, el dilema de justicia o paz. Me atrevo a sostener que los que se han opuesto al proceso con los paras, abogarán porque no haya penas privativas de la libertad para los comandantes guerrilleros responsables de narcotráfico y crímenes de guerra y de lesa humanidad. Y porque no operen las restricciones actuales para acceder a cargos de elección popular.

Si en la octava ronda no se avanza, será la prueba de que las conversaciones sólo están siendo usadas como un respiradero político por los elenos y como un mecanismo que da garantías de seguridad que de otra manera no tendrían. No soy tan tonto como para no saber que las negociaciones son siempre un instrumento de la "combinación de formas de lucha". Sin embargo, el ELN se equivocará si se excede. Puede ser que haya que tragarse el sapo de las negociaciones para conseguir "acuerdos políticos" con la guerrilla. Pero estoy seguro de que ya no hay tolerancia para que esas negociaciones tengan lugar mientras que el plomo impera.

Noticias Destacadas