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La sexualidad: personal e intransferible

Lo que vive cada pareja en su intimidad, le pertenece únicamente a la pareja y no se debe dejar contaminar por las comparaciones.

Ximena Sanz De Santamaria C., Ximena Sanz De Santamaria C.
24 de abril de 2014

La historia de la humanidad se caracteriza, entre otras cosas, por las tendencias: las tendencias en los pensamientos, en las ideologías, en la moda, en la alimentación, entre otras cosas. La Edad Media, por ejemplo, fue un período de la historia caracterizado porque predominaba el teocentrismo: un mundo en el que todo era explicado por la existencia de Dios, por el pensamiento de Dios; aún la razón científica era explicada por la voluntad divina. Como consecuencia y en contraposición a esta época, aparece el Renacimiento, época en la que predomina el antropocentrismo, la creencia de que el ser humano era el centro del mundo; una época caracterizada por la curiosidad científica y la sobreestimación de la razón. Y así sucesivamente, a lo largo de la historia, se van generando tendencias opuestas que, terminan atrayéndose entre sí. La sexualidad no es la excepción. 

En una época, no demasiado lejana, la sexualidad era sinónimo de pecado. No se podía pensar en sexo, tener un deseo sexual era algo malo, demoníaco, y hablar de sexo era aún peor. Las personas tenían que reprimir sus instintos y pensar en el sexo sólo para cumplir una función pragmática: la reproducción de la especie. Con el paso del tiempo -así como se dio la transición de la Edad Media al Renacimiento- la concepción del sexo, de la sexualidad, cambió. Y actualmente la sexualidad es un tema del que no solamente se habla: se practica -muchas veces de manera irresponsable-, se hace publicidad, y existe además todo un mundo de negocios en torno al sexo. Desafortunadamente se ha pasado de un exceso a otro, y como todos los excesos, hacen daño.

“A mi juicio, nuestra relación de pareja es increíble! Somos cómplices, hablamos de todo, nos tenemos mucha confianza mutua, yo lo amo. Pero no tiramos todos los días ni tampoco somos la pareja más innovadora en el tema del sexo, y no sé si al final, por eso, la relación no es tan buena como yo creo”. Esta joven llegó muy angustiada porque después de un fin de semana en el que habló con las amigas sobre sexo, empezó a dudar de su relación de pareja. Sus amigas hablaban y contaban sobre su vida sexual, entrando en detalles como la cantidad de veces que tenían relaciones a la semana, incluso en el día; sobre la cantidad de juguetes sexuales que usaban, las posturas, etc. Y esta joven no tenía mucho que contar porque no tenía relaciones con su novio más de una vez al día –ni siquiera a diario- ni tampoco habían usado juguetes sexuales. Y aunque inicialmente no se preocupó de pensar que su vida sexual era tan distinta a la de la mayoría de sus amigas, después de hablarlo varias veces comenzó a dudar de su relación. “Según ellas, el sexo es más de la mitad en una relación de pareja y además dicen que uno tiene que tener relaciones todos los días, innovar, sobrepasar los límites, y yo eso no lo hago. Entonces no sé si mi relación al final no es tan sólida”.

Haber pasado del extremo de no poder hablar de sexo ni permitirse sentir deseo sexual porque era pecado, a convertirlo en un tema permanente entre los grupos de amigos y amigas y en objeto de comparación y competencia entre las parejas, se ha comenzado a generar en las personas dudas y preocupaciones injustificadas que están haciendo mucho daño. Y como toda comparación, no sólo es equivocada, sino que puede generar en las personas y en las relaciones de pareja una angustia y una inseguridad tan dañinas como innecesarias. 

La manera como cada persona vive, construye y maneja su sexualidad con su pareja es única e intransferible. Hablar de sexo es maravilloso si se hace desde el respeto, si se habla para buscar soluciones a las dificultades sexuales que se pueden presentar en una pareja o para explorar y mejorar la comunicación en todos los campos y, entre ellos, en el de la relación sexual. Pero hacerlo de manera tan superficial y desmedida con el único propósito de vanagloriarse de las propias experiencias puede llegar a hacer mucho daño tanto en quienes son los protagonistas como en quienes están a su alrededor. Se generan envidias, inseguridades, angustias y preocupaciones innecesarias. Lo que vive cada pareja en su intimidad, le pertenece únicamente a la pareja y no se debe dejar contaminar por las comparaciones. 

Si se presentan dudas y preocupaciones respecto a la relación sexual, es la pareja la más indicada para solucionar sus propias dudas, para trabajar en las diferencias e identificar si lo pueden atender ellos mismos o si es necesario buscar una ayuda profesional externa. Asuntos relacionados con la frecuencia, las posturas, el uso de juguetes sexuales, etc., los tiene que definir cada pareja con la libertad que tiene que haber en su intimidad sin permitir que esta libertad la obstruya la comparación con otras parejas, con las historias que se cuentan en la calle o con la pornografía. Es así como se construye un equilibrio que permite hablar de sexo y compartir experiencias en forma respetuosa e inspiradora sin generar comparaciones, inseguridades y angustias. Desde esta perspectiva, la sexualidad puede convertirse en una dimensión más de desarrollo de la relación de pareja, de crecimiento de cada uno de sus miembros y de intimidad única, personal e intransferible.

En Twitter: @menasanzdesanta
*Psicóloga-Psicoterapeuta Estratégica
ximena@breveterapia.com

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