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La suerte de Pachito

Es evidente que el ascenso de los narcoparamilitares contó con el apoyo de muchas personas del establecimiento de este país.

María Jimena Duzán
24 de octubre de 2009

El jueves por la noche en el noticiero de Caracol Televisión al vicepresidente Francisco Santos se le vio especialmente molesto y desencajado, cuando se le preguntó cómo le había caído la decisión adoptada por la Fiscalía de reabrir una investigación previa en su contra por presuntos nexos con los narcoparamilitares. “Esto hace parte de una estrategia de de desprestigio, de justicia espectáculo en que se les cree más a los delincuentes…”, exclamó al comienzo de la corta entrevista. Sin embargo, la frase que me llamó la atención no fue esa, sino otra que pronunció al final y que pronunciada por una persona que ha sido un reconocido activista de la paz, me impactó sobremanera, así la haya dicho a trompicones y sin mayor sindéresis: “Lo que más tristeza me da es que la gente que está más alegre con lo que (me) está pasando son las ONG de los derechos humanos y los paramilitares…¡Eso es pa que nos dé escalofrío a más de uno!… Este tipo de asociaciones tienen que dejarnos…y que la justicia se preste, tiene que dejarnos sumamente incómodos…”.

Sorprenden estas declaraciones no sólo por lo desencajadas, repito, sino porque ni si quiera el presidente Uribe ha llegado a estos extremos tan descabellados. Si de algo se ha acusado a las ONG de los derechos humanos en este gobierno, de manera reiterada y sin ningún fundamento, es el de hacerle el juego a la guerrilla. La insinuación de que la reapertura de su caso en la Fiscalía estaría maquinada por una alianza entre las ONG de derechos humanos y los paras no la había hecho hasta ahora nadie. Ni siquiera José Obdulio, que es un genio a la hora de fabricar complots desde sus columnas de El Tiempo. El Vicepresidente sabe que las razones son otras y que tienen que ver con el hecho de que no se practicaron las pruebas pedidas y que se produjo un inhibitorio sin que él hubiera sido llamado ni siquiera a versión libre.

Lo cierto es que muchas son las explicaciones que nos debe Francisco Santos no sólo a sus amigos que creímos en él, sino a los colombianos que fueron a sus marchas y que defendieron las causas de la paz. A mí lo que más me sorprendió fue la forma como el país supo que su Vicepresidente era un viejo conocido de los narcoparamitares. Una semana antes, el doctor Santos, alertado porque ya tenía información de que Mancuso iba a denunciar esos encuentros y lo que allí presuntamente se había pactado, convocó a una rueda de prensa en la que salió a decir que él se había reunido en una ocasión con varios de estos jefes narcoparamilitares a finales de la década de los 90 y que ese encuentro lo había hecho en su condición de periodista y de activista de la paz. Nadie entendió muy bien por qué después de tanto tiempo nos contaba ese pedazo de su pasado reciente. A los pocos días, Mancuso hizo la gran revelación, pero fue más allá. Dijo que no había sido uno, sino varios encuentros y que además en todas esas reuniones ‘Pachito’, así lo llama Mancuso en sus versiones, se había mostrado muy interesado en el “proyecto contrainsurgente”, hasta el punto de que Carlos Castaño le habría ofrecido ser la persona para crear el Bloque Capital en Bogotá, oferta que éste habría rechazado entre chiste y chanza.

Más allá del tema puntual de si el Vicepresidente tuvo o no que ver en la creación del Bloque Capital –cosa que no creo–, lo que sí es evidente es que con estas nuevas revelaciones, las columnas que Pacho Santos escribía sobre este tema se leen hoy de manera distinta. Y bajo ese nuevo prisma lo que se advierte en ellas no es sólo un interés por explicar el fenómeno del paramilitarismo, sino por justificar sus horrores y presentarlo en sociedad como un mal menor que hay que había que asumir para evitar caer en las garras de las Farc. Esto escribe Francisco Santos en una columna titulada ‘Mesa de cuatro patas’, aparecida en El Tiempo el 27 de junio de 1999: “...No olvidemos que la gasolina que alimenta ese fuego son el secuestro y los abusos cometidos por la guerrilla contra la población civil. De allí nacen los Castaño y su base social y económica. Base que ha crecido a la par con los abusos de la guerrilla en el resto del país y la creciente indefensión de la gente por la ineficacia del aparato militar del Estado”.
Por columnas como esta, las AUC de Carlos Castaño, llegaron a considerar a Pacho como un simpatizante del “proyecto contrainsurgente”. Eso es lo que dice Mancuso una y otra vez en todas sus versiones. Y esa es, para mí, la peor de las acusaciones que se le hacen al Vicepresidente. Es evidente que el ascenso de los narcoparamilitares contó con el apoyo de muchas personas del establecimiento en este país. Lo que a uno le sorprende es que entre estos nombres se pueda llegar a encontrar el de Francisco Santos.

Lo que sí es evidente es que el Vicepresidente es un hombre con suerte por cuenta de que hay todavía en Colombia una sociedad permisiva con el fenómeno del paramilitarismo. Se entrevistó por lo menos cinco veces con los paras, más que Mario Uribe, y pudo mantener el secreto casi 10 años. Cuando lo destapó, dijo que esos encuentros los hizo en calidad de periodista, pero nunca nadie le preguntó por qué no hizo ni un reportaje sobra los paras o sobre sus encuentros. Y mientras a los periodistas que se entrevistan con las Farc se les cuestionan sus reportajes con la guerrilla y terminan exiliados por las amenazas, como pasó con Alfredo Molano, Pacho Santos terminó como vicepresidente de este país.