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La tercera vía

Aunque sea ideológica, la pelea no es entre derecha e izquierda, sino entre dos matices de la derecha: la arcaica, rural y violenta y la moderna, urbana y no violenta.

Antonio Caballero
25 de junio de 2011

Yo no sé si son ciertas las acusaciones de clientelismo que le hace el expresidente Álvaro Uribe Vélez al hoy ministro Germán Vargas Lleras, que fue durante años su leal partidario. Supongo que sí lo son. Bajo los gobiernos de Uribe, y desde antes, Vargas Lleras tuvo siempre fama de voraz clientelista, y aunque la mala fama no es una prueba, sí es un indicio.

Y tampoco sé si son ciertas -aunque supongo que también- las insinuaciones de Vargas Lleras sobre la corrupción de altos funcionarios de los gobiernos de Uribe. Los conoció de cerca, y sus sospechas están apuntaladas por las cada día más abundantes revelaciones de prensa sobre la podredumbre oficial de los últimos años. (Ahora bien: ¿por qué ahora?). Pero tanto las acusaciones del uno como las insinuaciones del otro son apenas un síntoma de la pelea verdadera que se da por debajo. Que es la pelea ideológica -ideológica: quién lo hubiera creído...- entre el expresidente Álvaro Uribe y el presidente Juan Manuel Santos.

Es una pelea cada día más agria, tras las formas de irritante cortesía que Santos finge guardar ante su predecesor y antiguo jefe, a quien dice respetar, admirar, agradecer, etcétera. Uribe no. Por muchas goticas homeopáticas tranquilizantes que le echen y por muchas sesiones de magnetización que le administren, el expresidente ya está entregado sin freno a la locura del poder perdido. Ya no guarda las formas, y preferiría solventar la cosa a puños -"le doy en la cara, marica"-, dentro de su habitual estilo tabernario de jugador de dados. Pero Santos es jugador de cartas: de esos que en los buques de rueda del río Misisipi llevaban a lo sumo, en el bolsillo del chaleco, un pequeño revólver de dama para casos extremos de peligro. Y por eso hasta ahora la pelea se ha dado sin derramamiento de sangre y por interpuesta persona: los periodistas de Uribe, los ministros de Santos. Pero lo paradójico es que en este enfrentamiento ideológico (como siempre, el de la derecha y la izquierda) la izquierda esté representada por dos personajes tan conspicuos de la derecha oligárquica como son Santos y Vargas, y la derecha por Uribe: un provinciano de clase media que se crió a los pechos del viejo socialista Gerardo Molina, entonces del malogrado movimiento Firmes, y a los del entonces algo más joven liberal de izquierda Carlos Gaviria, del Polo Democrático.

Lo que pasa es que, aunque sea ideológica, la pelea no es entre derecha e izquierda, sino entre dos matices de la derecha. Entre la derecha arcaica, rural, violenta, bárbara, encarnada en Uribe y sus amigos (muchos de ellos, como no sobra recordar, hoy presos por sus alianzas con los paramilitares), y la derecha moderna, urbana y no violenta: la que en otros países se llama "derecha civilizada".

Porque Uribe, antes que el ponedor de los tres huevitos de la seguridad democrática, la cohesión social y la confianza inversionista, que suenan tan inofensivas, sigue siendo el hombre de las terribles Convivir: esas asociaciones para delinquir que él fomentó en sus años de gobernador de Antioquia, y que tras su nombre bucólico sembraron de sangre los campos de Colombia a punta de motosierra. Y por su parte probablemente Santos, antes que el presidente de la inaplicable Ley de Víctimas, sigue siendo el autor de La Tercera Vía, con prólogo del ex primer ministro británico Tony Blair. Una tercera vía entre capitalismo de mercado sin frenos y socialismo de Estado protector: el camino que, en los países en donde la derecha es mayoritariamente civilizada, como la Gran Bretaña, ha escogido la izquierda para sortear estos tiempos de miedo mediante el procedimiento de derechizarse. Así lo hizo allá el Partido Laborista conducido por Blair, convirtiéndose en Nuevo Laborismo. Así lo quiere hacer Santos aquí, sustituyendo el partido uribista de La U de extrema derecha por un reunificado Partido Liberal "de extremo centro": es decir, de derecha moderada.

Es un retroceso, allá: se abandonan conquistas sociales y políticas obtenidas durante la segunda mitad del siglo XX en decenios de socialdemocracia. Pero aquí, donde venimos del imperio de la derecha bárbara, la tercera vía es un avance.