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La tercera vuelta

Sería magnífico para el país que la Alcaldía de la inmensa capital la ganaran los votos de lo que representan Lucho Garzón y su Polo, que es la izquierda democrática

Antonio Caballero
6 de octubre de 2003

Cuando las elecciones presidenciales, Lucho Garzón anunció que se reservaba para la tercera vuelta. Como no hubo segunda, no es fácil decidir cuál va a ser la tercera: si el voto sobre el referendo o las elecciones para la Alcaldía de Bogotá.

En realidad, las dos sumadas constituyen la tercera vuelta.

Y sería bueno para el país que ambas las ganara Lucho.

Sería bueno que ganara la vuelta del referendo: es decir, que el referendo fuera derrotado por la abstención consciente de los ciudadanos, por la cual el Polo Democrático de Garzón ha hecho campaña desde el primer momento. El referendo debe ser derrotado por varias razones. Una, la más superficial, es que la mayor parte de las quince preguntas (en la práctica, quince referendos), además de ser prácticamente incomprensibles, plantean reformas inocuas, o inútiles, o que ya existen en las leyes. Es verdad que algunas no las pasaría el Congreso, por corrupto o por politiquero: es inconcebible, por ejemplo, que sea necesario todo un referendo, o sea la participación colectiva de toda la ciudadanía, para decidir algo tan elemental como es quitarles a los congresistas la administración del Congreso: el comprar alfombras y máquinas de escribir, y hacer chanchullos en las compras. Pero entre las cosas que no son inocuas, como es la toma de determinadas medidas fiscales, la utilización del referendo equivale a matar moscas a cañonazos. Y hay algunas francamente dañinas, como la congelación de salarios y pensiones que afecta a millones de personas, y sin ninguna duda repercutirá con una congelación equivalente para los asalariados del sector privado.

Pero lo más dañino que tiene el referendo es justamente que no es un referendo, sino un plebiscito sobre la persona del presidente Alvaro Uribe Vélez y sobre su política; y aún más: sobre su manera de hacer política, que queda ilustrada por el referendo mismo -un referendo bonapartista, por el cual el Líder acude directamente al Pueblo, sustituyendo la democracia por la demagogia-. Si sin referendo ya lo tenemos prepotente y omnipresente, inmiscuyéndose hasta en el Gran Hermano de la televisión, tal como hacía el verdadero Gran Hermano original de Orwell, con referendo, quiero decir, con plebiscito a su persona, sería ya Napoleón. Y no necesitamos napoleones, que siempre son peligrosísimos porque, como es sabido, están locos. Uribe dice que la no aprobación de su referendo-plebiscito sería una catástrofe. Pero no lo demuestra. Salvo que a la no aprobación le dé también carácter plebiscitario amenazando con renunciar si la consulta no pasa. Es decir, recurriendo a un chantaje basado en el engaño, pues el Presidente es el primero en saber que para seguir haciendo su política, y a su manera, el referendo no se necesita. (Salvo que él mismo, como les sucede a casi todos los ciudadanos, no haya leído o no haya entendido las preguntas).

En cuanto a la otra 'tercera vuelta', la batalla por la Alcaldía de Bogotá, también sería conveniente que la ganara Lucho Garzón. No sé si sería particularmente bueno para la ciudad misma: desde el punto de vista de la eficacia administrativa probablemente serían mejores María Emma Mejía o Jaime Castro (en ningún caso Juan Lozano, ni siquiera con Enrique Peñalosa de ventrílocuo). Pero sí sería magnífico para el país en su conjunto que la Alcaldía de la inmensa capital la ganaran los votos de lo que representan Lucho Garzón y su Polo, que es la izquierda democrática. El hecho mostraría que sí es posible en Colombia eso que durante tantos decenios se ha tratado de decapitar a tiros, que es la izquierda civil, y en consecuencia ha sido sustituida por la izquierda armada, la izquierda militarizada, o sea derechizada, que hay en el monte. En resumen, mostraría que es posible aclimatar por fin aquí algo parecido a la democracia.