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"No será el Chavo del 8"

Deben tener claro que los partidos políticos están mandados a recoger y meterse de lleno en la construcción de un movimiento político más allá de lo electoral, con una visión de empresa más allá de los negocios.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
27 de febrero de 2017

En medio del asco, la rabia y el desconsuelo, muchas personas se preguntan de qué manera saldremos de este estado de desesperanza en que estamos sumidos por la secuencia de hechos que nos presenta el día a día.

Politiquería del presidente pa´ abajo, corrupción que viene siendo lo mismo, robo de los dineros públicos, asesinatos de colombianos con liderazgo social o político opuesto al modelo establecido, grupos organizados y bien armados reinando en el Catatumbo, Norte de Santander, regiones de Antioquia, Meta, Arauca, Guaviare, el Chocó o en barrios de Cali, Barranquilla y Medellín.

Terrorismo en el barrio La Macarena de Bogotá mientras se negocia en Ecuador, desconfianza total en el sistema de justicia, escándalos del liderazgo político de viejo y nuevo cuño en el caso de Odebrecht y acusaciones sobre el joven senador Lizcano presidente del congreso.

¿Cuál será el motor transformador del actual estado de cosas se pregunta la gente? ¿Qué sector será lo suficientemente organizado para conseguir la transformación?

No parece que los partidos políticos sean el instrumento de la sociedad para recuperar la confianza.

Abandonaron el liderazgo.

El partido Conservador, dividido por uno o varios platos de lenteja, el liberalismo aparentando estar unido pero su débil pegamento es el odio-temor a Vargas Lleras, el partido de la U, unido sólo por su acceso al poder, diluyéndose en cada cena o desayuno de los que buscan al ungido por el presidente. El Polo Democrático, decidido a mantener el enfrentamiento del Lopismo de Clara y el Moirismo de Robledo. El partido Verde, en su sorda guerra intestina con descalificaciones por corrupción, oportunismo y populismo de sus congresistas.

Estos partidos tienen gente que ha trabajado junta pero incapaz de organizarse más allá de sus endiosamientos.

Igual ocurre con Sergio Fajardo, Gustavo Petro y los poquísimos que han surgido como líderes.

A nuestros políticos los dividen los personalismos o los negocios en unos casos, y en otros, ambas cosas.


En otros tiempos, algunos creyeron que ese motor serían las guerrillas pero, las FARC y el ELN perdieron sus guerras

Hoy, muy pocos aspiran a que desde la paz con esas guerrillas se construya alguna posibilidad. Las mayorías ciudadanas frente a las mismas lo que desean es que lleguen a su fin y ojalá lo más rápido posible.

¿El motor vendrá de la iglesia Católica o de las iglesias?

Esa esperanza parece fundida también: cuando no es el abuso con los diezmos o el lavado de dinero a través de las iglesias de nueva fe, es el escándalo de abuso sexual, pederastia y complicidad de sacerdotes y jerarcas de la iglesia Católica.

El motor de la fe sigue funcionando pero no es capaz de arrastrar a la sociedad a los deseados puertos de la transformación por su distanciamiento de la ética y el liderazgo moral.

¿Son entonces los movimientos sociales la esperanza de la transformación?

Evidentemente tienen capacidad movilizadora, pero la contradicción de sus agendas, las barreras existentes entre los intereses de lo urbano y lo rural, impiden que la Mesa Agraria o los movimientos indígenas puedan jalonar a la mayoría de la sociedad hacia un estado diferente de las cosas.

Aún no tienen el músculo que se requiere para ser motor.

¿Serán las fuerzas armadas? están organizadas, responden a lógicas colectivas y podrían tener una oportunidad, sin embargo el liderazgo de Álvaro Uribe que las cohesionó en un momento, se ha disipado. O mejor Santos y sus juegos de poder lograron disiparlo.

Adicionalmente esa capacidad organizada que es un valor para cualquier transformación, tiene un enemigo que las disocia de sectores de la sociedad, y es el hecho de que fueron sus verdugos por décadas.
En ello, sectores de la sociedad los ven, como otros ven a las FARC y al ELN.

Salvo que sorpresivamente las FFAA y las FARC hicieran planes políticos durante el pos-acuerdo para conseguir poder en lo local y nacional, es claro que las FFAA por sí solas no pueden hacer la transformación.

En mi entender, nuevos liderazgos empresariales pueden ser claves para la transformación que requiere el país. Están organizados y tienen el músculo de relaciones y economía que se requieren para mover la sociedad sin financiaciones derivadas de la corrupción monda y lironda.

Para conseguir este propósito, el liderazgo empresarial debe observar algunos criterios que entre otros podrían ayudar a consolidar una idea de este tipo:

Comprender que se mueven en un mundo globalizado diferente a aquel en que hicieron la riqueza sus abuelos, padres y tíos, por tanto deben generar una nueva relación entre trabajadores y propietarios.

Asumir que la página de la guerra contra las izquierdas y los comunistas fue escrita por sus padres, abuelos y tíos, pero no es la que están escribiendo sus pares generacionales en otras regiones del mundo.

Deben tirar al basurero de la historia la idea de quedarse peleando con un fantasma, al estilo de Álvaro Uribe con el Castro Chavismo.

Liderar a sabiendas que los negocios actuales exigen procesos de colaboración entre distintos actores de la sociedad y no sólo entre los dueños de capital o socios financieros.

Elevar los niveles de educación de toda la población.

Sofisticar las relaciones sociales entre diferentes actores de la sociedad colombiana.

Abrir la puerta y la mente a otras nacionalidades y culturas, oponiendo la interrelación a la exclusión que decidieron los líderes colombianos de los siglos XIX y XX.

Deben tener claro que los partidos políticos están mandados a recoger y meterse de lleno en la construcción de un movimiento político más allá de lo electoral, con una visión de empresa más allá de los negocios.

Estos, entre otros, son condicionantes necesarios para sacar a Colombia del atolladero.

Lo contrario es perecer en medio de las acusaciones vociferantes y presenciando de nuevo el desangre físico de nuestras mejores mujeres y hombres al igual que la pérdida de nuestros recursos como lo hemos hecho desde los tiempos de nuestra independencia.

No podemos continuar haciendo honor a la frase con que Margarita nos explica: los colombianos somos expertos en no desperdiciar la oportunidad de perder una oportunidad.

@alvarojimenezmi
ajimillan@gmail.com