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La Uribersidad

La decana de comunicación sería Vicky Dávila, William Brownfield dictaría inglés, aunque Uribe daría clases extracurriculares de pronunciación

Daniel Samper Ospina
20 de septiembre de 2008

Desde que leo autores constructivos como Walter Rizo, Santiago Rojas o Felipe Zuleta, he aprendido a desalojar las malas energías sin remordimientos, como si fueran campesinos en Carimagua. Ahora trato de ver el lado positivo de lo que no me gusta.

Dispuesto a encontrar el ángulo optimista de que Uribe no sólo quiera modificar las instituciones sino sustituirlas del todo con su fosforescencia de Mesías, he tratado de hallar lo bueno de que siga de Presidente para siempre, como creo que sucederá.

Me iba a dar por vencido, pero justo a tiempo lo oí decir en una entrevista en La W que cuando se retirara de la Presidencia le gustaría dedicarse a la academia y montar una universidad.

Ahí está, me dije: eso es lo bueno de que Uribe siga de Presidente. Mientras no deje el poder, vamos a ahorramos la universidad que pensaba montar cuando estuviera desempleado.

Porque no nos digamos mentiras: pocas cosas pueden existir menos pedagógicas que una universidad diseñada por Uribe. ¿Alguien se inscribiría en un posgrado de siquiatría dirigido por Luis Carlos Restrepo? ¿Quién sería el rector? ¿José Obdulio? Y algo más: ¿la universidad de Uribe tendría convenios con el kínder de Gaviria?

Yo no sé quién asesora al Presidente en materias académicas; me imagino que Carlos Moreno de Caro, su embajador estrella, que era dueño de la Universidad del Trabajo, un instituto muy serio del que salían hordas de profesionales que se graduaban de lo que fuera en un par de años.

No sé quién lo asesora, digo, pero estoy seguro de que la suya sería una universidad ya no digamos de garaje, sino de sótano. Y que ahí, en la entrada, estarían Edmundo del Castillo, decano de derecho, y César Mauricio Velásquez, capellán del claustro, haciendo un riguroso examen de admisión para que sólo puedan entrar los paramilitares que le ayuden a salir de líos a Juan José Chaux y otros funcionarios.

Con la intensidad de Uribe las clases no comenzarían a las 7 sino a las 5 de la mañana; la decana de la facultad de comunicación sería Vicky Dávila; William Brownfield dictaría inglés, aunque Uribe se encargaría de ofrecer clases extracurriculares de pronunciación; el general Rito Alejo del Río tendría una cátedra en la facultad de física sobre desplazamiento de masas, y fusilaría tareas, trabajos y lo que encuentre; Martha Lucía Ramírez daría una clase denominada 'manejo del poder de síntesis' que duraría más que la carrera; el decano de tecnología sería Juan Manuel Santos y exigiría trabajar con computadores certificados por la Interpol.

La clase de separación de poderes sería dictada a las 11 de la noche por el celador; nombrarían de decano de relaciones exteriores al hijo inepto y desempleado de cualquier político costeño de dudosa reputación; Fernando Londoño condensaría en un mismo taller las materias de ética y negocios; Uribito se pediría ser decano del medio, pero apenas le permitirían administrar una pequeña huerta que los estudiantes de química rociarían con glifosato ante el aplauso de las directivas; Luis Camilo Osorio sería profesor de gimnasia olímpica para enseñarle a todo el mundo a caer parado.

Como es obvio, la religión sería obligatoria. Pero el máximo cuidado estaría puesto en la facultad de sexología. Todas las carreras deben incluir en su pénsum las materias 'Posponer el gustico I, II y III', aunque el curso más importante sería 'Introducción al blow Job', una cátedra con examen oral diseñada como homenaje a algunos visitantes de Palacio.

En la 'Uribersidad' cobrarían bono, pero de guerra; habría teatro, pero de operaciones; cada semestre cambiarían los estatutos a punta de costosos referendos para que el consejo directivo consiga ampliar su período; le ofrecerían manejar la fotocopiadora a Teodolindo a cambio de que no comente las cosas que ha oído en la rectoría; los estudiantes descansarían en 'la plazoleta de don Berna'; en la cafetería no habría mesas sino caballos para que los alumnos aprendan a tomar tinto a lomo y sin regarlo; los únicos encapuchados que podrían ingresar serían los agentes del Esmad, que se sentirían como en casa.

Iba a decir que Uribe dictaría grandes clases sobre la historia política de Colombia, pero para ser franco lo veo más en la facultad de veterinaria. O quizá no: quizá ni siquiera se anime a dictar clase. Es el sacrificio que debe hacer para que nadie diga que tiene manías de dictador.
 

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