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La utilidad de los espejos

¿Hemos hecho alguna vez el ejercicio-espejo de preguntarnos cómo nos afectarían las críticas que hacemos si fuéramos nosotros los objetos de esas críticas?

Semana
17 de enero de 2012

Espejo: lámina de vidrio recubierta por la parte posterior de una capa metálica, que forma imagen de los objetos por reflexión de los rayos luminosos. Modelo (Diccionario VOX esencial de la lengua española).

Evidentemente no es necesaria la definición para saber qué es un espejo y qué es lo que hace. Más aun teniendo en cuenta que hoy en día no sólo se utiliza en los baños de los hogares, sino que se ha vuelto un elemento decorativo que se encuentra colgado en espacios comunes, en ascensores, salas de espera, en las porterías de los grandes edificios de oficinas, en hoteles, entre otros. Las personas que saben de decoración y diseño consideran que utilizarlos en esos espacios genera una sensación de amplitud, motivo por el cual es cada vez más común el uso de espejos en diferentes sitios.

Observar a las personas cuando están en lugares en los que hay espejos es maravilloso. Quien pasa frente a un espejo se mira de todos los ángulos posibles, se arregla la corbata, se cierra el saco, se maquilla, se coge el pelo de diferentes maneras, etc. Todos sabemos utilizar los espejos en el terreno de lo físico, lo material, lo visible con el ojo. Sin embargo, son pocas las personas que saben utilizarlos en dimensiones más sutiles, que van más allá de la apariencia física, y los utilizan para mirarse a sí mismos y ver sus propias debilidades y fortalezas; son muy escasas las personas que antes de criticar los defectos de los demás pueden ver y reconocer los propios para trabajar en corregirlos.

“Es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio”, dice la sabiduría popular. Criticar a los demás sobre lo que no hicieron o deberían haber hecho diferente, lo que está ‘bien’ o está ‘mal’, etc., es una tarea fácil. Tanto que para algunos es incluso algo placentero. “Pocas cosas me parecen más relajantes que sentarme a rajar del mundo”, me decía una persona hace un tiempo. Todos presenciamos frecuentemente conversaciones que se centran en criticar a otros por su apariencia física, por haberse engordado o adelgazado, por lo buenos o malos trabajadores que son, por no ser tan inteligentes, etc.

Hace pocas semanas se casó una persona muy cercana, pero me fue imposible asistir a su matrimonio. Después de la fiesta hablé con varias amigas que habían asistido para que me contaran detalles del evento -quizás para compensar el hecho de no haber podido estar ahí-. Me sorprendió que los comentarios que escuché de la gran mayoría fueron negativos: que la comida estaba fría, la carne no estaba buena, que no había sido fácil integrarse porque la pista de baile era demasiado grande, que los vestidos de las mujeres no eran bonitos, la música no había sido tan buena, etc. Una de las últimas personas con las que hablé me dijo que todo había sido maravilloso: se veía el esfuerzo y la dedicación con que se habían concebido todos los detalles de la fiesta, los invitados habían disfrutado de la música y la comida, y la novia estaba muy bonita e “irradiaba felicidad”. En ese momento caí en cuenta de la facilidad con que se crítica a los demás, y me pregunté: ¿Hemos hecho alguna vez el ejercicio-espejo de preguntarnos cómo nos afectarían las críticas que hacemos si fuéramos nosotros los objetos de esas críticas?

Ese fue el ejercicio que me vi obligada a hacer cuando, después de haber escuchado tantos comentarios críticos sobre ese matrimonio, vi en una persona la capacidad para destacar lo bueno y lo positivo. En ese instante me vi en el espejo: caí en cuenta de la cantidad de veces que soy yo la que se sienta a criticar, a ver solo lo negativo. Esta actitud me impide ver lo maravilloso que tienen las personas y lo positivo que hay en todas las situaciones que voy viviendo, por negativas, duras y difíciles que parezcan ser en su momento. Comencé a ver que muchas de las cosas que critico en otros son defectos que yo tengo, y descubrí que verlos en los demás es una oportunidad para trabajarlos en mí. Recordé una vez más lo que Gandhi decía: si quieres cambiar el mundo, empieza por cambiar tú primero (Nardone, 2009). 

*Psicóloga – Psicoterapeuta Estratégica
ximena@breveterapia.com
www.breveterapia.com

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