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La valiente 'literatura política' de José Obdulio

No nos engañemos: lanzar a la Presidencia a Óscar Iván Zuluaga es como ponerle una sortija a Vargas Lleras: uno sabe que al final la va a perder.

Daniel Samper Ospina
22 de septiembre de 2012

Sentí pánico: el mismo día en que mi maestro José Obdulio mintió descaradamente en su columna de El Tiempo, anunciaron una ley para sacar de circulación los tres ceros de la derecha. Y como ya despidieron a Yamhure y a Pachito, pensé que iban por él, que mi maestro era el cero a la derecha que faltaba.

Después supe que se referían a los ceros del billete, pero aún así tengo miedo. Temo que mi maestro corra con idéntica suerte, porque en este país de ignorantes nadie entiende que existe un recurso literario que se llama 'literatura política', como bien lo explicó él, que consiste en decir mentiras e inventar diálogos, tal y como lo hacía Gabo, a quien sí aplaudían por lo mismo porque la gente es arribista. Pero mi maestro, en cambio, no puede inventarse una noticia que no sucedió, e ilustrarla con una charla que jamás tuvo lugar, sin que lo muelan a críticas. Ni siquiera reconocen el loable fin de sus mentiras, que pretendían ponerle al proceso de paz más trabas que las del futbolista Wilder Medina.

Yo estoy con mi maestro. Y además, estoy harto de ese proceso de paz, así no haya comenzado. Es mejor bombardearlos a todos, como clamaba el presidente Uribe: ¿para qué aguantarse a los violentólogos de siempre pontificando sobre lo que sucede en la mesa? ¿Dónde estudiaron 'violentología'? ¿Sobre qué hicieron su tesis? ¿Sobre Chuck Norris? Soportaría al violentólogo colombiano si ampliara su espectro laboral y comentara las salidas nocturnas de Julio Nava o los arrebatos de amor de cierto expresidente del senado. Pero no: solo analizan los procesos de paz. Mi favorito, en todo caso, es Pedro Alejo Vargas, que dice la palabra 'exenario', con lo cual impide que uno se concentre: "Timochenko está contemplando un nuevo 'exenario'", advierte en el noticiero. Pero si se le atraviesa una palabra con la letra equis, no titubea en decir: "El esguerrillero pasó el esámen".

Por esa, y mil razones más, hace bien José Obdulio en entorpecer el proceso. Y más a su manera, esto es, con un estilo literario patentado por el mismo uribismo: la defensa jurídica de Uribe, por ejemplo, también está hecha con pura ficción. Sería ciego creer que los únicos diálogos que la sociedad acepta son los de paz, y no los que se inventa mi maestro para sabotearla.

Dentro de la tradición de la 'literatura política' también se inscribe el libro de memorias del expresidente Uribe, que no esperé a que llevaran a la pantalla grande porque imaginé que el director sería Víctor Gaviria, a quien le priva trabajar con gamines: así se autoproclamó el mismo Uribe en unas declaraciones lejanas. Como sea, el libro es fabuloso: cuenta con seis bloques, y en eso se parece a un grupo paramilitar. En ellos el expresidente recuerda los momentos más importantes de su vida, aún de su niñez: cuando tomaba Milo sobre un poni; cuando se subía al helicóptero de Tranquilandia y se sentaba en las rodillas del papá; cuando le daba en la cara a un niño en el recreo por marica. Conmueven, especialmente, los capítulos sobre su adolescencia, en los que toma aguardiente y se le sale el diablo, en una 'exena' que debería analizar Pedro Alejo Vargas. Y también aquel en que visita al urólogo y descubren que tiene tres huevos. Esa parte es medio erótica.

Uno de esos tres huevos es José Obdulio, justamente, a quien mi fervor patriótico me obliga a respaldar: no lo hago por él, porque finalmente es un gran ejecutivo y cualquier oficina se pelearía por contratarlo. Hasta la oficina de Envigado. Pero me duele el país, qué puedo hacer: me duele que silencien la voz intelectual más brillante de Colombia, o que lo induzcan a que rectifique, cuando él no rectifica ni las llantas de su Toyota polarizada.

Sí: quizás sea un poquito mentiroso. Pero eso demuestra que tiene capacidades para aspirar a la Presidencia. Ojalá lo haga. Encajaría con el perfil del candidato del Puro Centro Democrático, en caso de que busquen a una persona que tenga al menos un pariente que haya sido capo máximo de la droga; cuente con un mínimo de siete discos de Ray Conniff; haya ubicado al menos a un hijo en la embajada de Italia y cabecee huevos a la salida de los foros.

No nos engañemos: lanzar a la Presidencia a Óscar Iván Zuluaga es como ponerle una sortija a Vargas Lleras: uno sabe que al final la va a perder. En cambio, sé que de esta persecución de la alcurnia bogotana mi maestro saldrá fortalecido.

Puede ser que Roberto Pombo, el director de El Tiempo, haya dejado pasar el asunto con la esperanza de que, cuando Juanes sea director del periódico por un día, él sí le cante la tabla, si me permiten la expresión (Roberto Pombo, mientras tanto, será de Los Tolimenses por un día). Ante esta nueva dinámica de nombrar músicos como directores momentáneos, temo que, cuando llegue su turno, Julio Nava persiga a los pinochos periodísticos, para angustia de mi maestro (y goce de los violentólogos). Pero sé que cuando Los Marinillos lo dirijan, por la hermandad que reina entre los humoristas paisas, no solo reintegrarán a José Obdulio, sino que le mejorarán el sueldo. Para entonces los billetes no tendrán los tres ceros, pero El Tiempo conservará al cero más redondo de la derecha.

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