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La verdad y los apátridas

Por neófitos en esto del patriotismo empezamos a hipertrofiarlo: confundimos Patria con Uribismo y entendemos disenso como traición.

Semana
5 de diciembre de 2009

Niños y niñas de mi generación desearon que Colombia tuviese esa bandera tan bonita, con esos colores blanco, rojo y azul que combinaban tan bien con el vestido de Superman. Esa bandera con estrellitas que salía estampada en divertidas camisetas.

Muchos queríamos tener una bandera con los colores del Capitán América, que hiciera juego con el vestido de la Mujer Maravilla y que saliera airosa al final de las películas, salvando a alguien de una desgracia, significando una patria que no era nuestra pero que deseábamos.

Era una bandera moderna que salía muy bien con cualquier sourvenir. Mientras que nuestra bandera se parecía a la venezolana o a la ecuatoriana, que eran pasadas de moda, demasiado populosas y estéticamente retrógradas.

Hace unos años la cosa cambió. Lo que antes sólo era posible cuando la Selección de fútbol jugaba en un mundial, ahora parece una constante. Los colores de la bandera de Colombia se han puesto de moda. Un patriotismo novedoso nos ha poseído, cantamos el himno nacional con más orgullo y nos gusta ser colombianos… incluso cuando nos sacan hasta de Venezuela, que ya es mucho decir.

Lo único malo es que por neófitos en esto del patriotismo, nos equivocamos y empezamos a hipertrofiarlo. Confundimos a la Patria con el Uribismo y al disenso como traición. Como ejemplo de esta peligrosa embriaguez pseudo- nacionalista tenemos al ex embajador de Colombia en Portugal, Plinio Apuleyo Mendoza, que hace cuatro años, en demencial hazaña se le dio por esperar que la prensa sólo le diera crédito a las versiones oficiales, es decir las del gobierno.

El Embajador, que asume con distinción su experiencia como periodista, quizá intentando recordar que debe ser considerado una autoridad en la materia o también una institución para venerar, insistía con magnífica audacia que los periodistas no deben ser neutrales. Como quien dice, el tema ya no es intentar establecer la verdad de los hechos. Parece que la verdad ya tiene dueño.

En medio del complejo conflicto de este país, se supone que la prensa sólo saque las versiones del gobierno. Los otros actores de la realidad social, solo tienen, según Mendoza, derecho a guardar silencio.

El mismo presidente Uribe ha dicho que en nombre de las vanidades de los gobiernos, se amenazan a los periódicos – y a los periodistas, intuyo-, pero también ha insistido que su gobierno es respetuoso de las libertades.

Por mi parte, intento pensar que los colores de la bandera colombiana representan las mil maneras de ser colombianos en un país de una inmensa diversidad étnica y cultural, las mil versiones de un mismo hecho, las mil maneras de contarlo.
 
Me resisto a creer que el orgulloso patriotismo en el que hemos caído condene de apátridas a todos aquellos periodistas que intenten establecer la verdad mostrando los distintos matices de nuestro conflicto colombiano.




.*Claudia Ayola Escandón es periodista cartagenera, finalista del Premio Semana-Petrobras a la mejor columna de opinión 2009.