Home

Opinión

Artículo

Opinion

Las consecuencias de nuestros místeres

Recordarán ustedes los rebotes inconfundiblemente churchillianos que le hemos visto hacer a Santos de partido a partido o a sin-partido

Antonio Caballero
11 de diciembre de 1980

En el año remoto de 1926 el gran economista inglés John Maynard Keynes escribió un panfleto titulado 'Las consecuencias económicas de Míster Churchill'. En él mostraba la catástrofe que había constituido para la economía británica el nombramiento de Winston Churchill como ministro de Hacienda (Chancellor of the Exchequer) del gobierno de Baldwin. No estoy remendando aquí el título de Keynes por compararme con él, sino porque el tema de este artículo es nuestro propio ex ministro de Hacienda Juan Manuel Santos, que se toma a sí mismo por el Churchill nuestro. Y a todo señor, todo honor.

La comparación podrá ser considerada gratuita, pero, ya digo, es suya. Recordarán ustedes -o quizás ya no- la frase churchilliana de Juan Manuel Santos cuando al asumir el ministerio nos prometió "sangre, sudor y lágrimas". Nos ha dado todo eso. (Y si no nos dio también, como el otro Churchill, la victoria, es porque "como en las dietas, lo último es lo más difícil". O así lo explica él mismo en un artículo publicado la semana pasada en esta revista). Recordarán también, quizás, los rebotes de bola de billar inconfundiblemente churchillianos que le hemos visto hacer a Santos de partido a partido o a sin-partido, de gobierno a gobierno, de ideología a ideología o a no-ideología: del neoliberalismo de Gaviria al neoconservatismo de Pastrana (o como quiera que se haya llamado de verdad esta cosa que llamaron "el cambio": ¿"Socialconservatismo", como lo llamó -no sé si se acuerdan- Misael Pastrana?). También el Winston Churchill original (no voy a llamarlo "auténtico") pasó de definirse como "conservador" a presentarse como "liberal", antes de decantarse nuevamente como "conservador", pero no sin haber zigzagueado por toda suerte de lo que nuestro Santos-Churchill local llamaría "terceras vías": una vez se presentó a elecciones bajo el rótulo de "independiente antisocialista constitucionalista". Y finalmente recordarán ustedes -aunque no creo: en Colombia nadie recuerda nada- que nuestro Churchill de aquí abogó públicamente por un "Fujimori colombiano" cuando el dictadorzuelo japonés del Perú estaba de moda entre nuestra derecha local; del mismo modo que el Churchill de allá defendió en sus tiempos la necesidad de importar a Gran Bretaña un dictadorzuelo como el Mussolini italiano. ¿El mismo? Sí: quizás el mismo. Churchill soñaba con ser un Mussolini inglés, como Juan Manuel Santos soñó con ser un Fujimori colombiano.

No voy a equiparar, ni siquiera en número de páginas, la producción periodística y literaria del Churchill inglés con la de nuestra copia nacional. Pero les quiero recordar a los lectores -por si lo han olvidado- que Santos escribió, no sólo muchos artículos de prensa recomendando lo contrario de lo que luego hizo como ministro y criticando las medidas que él mismo tomó luego, sino incluso un gran libro. Bueno: un gran prólogo. Bueno: un breve prólogo al breve prólogo que el primer ministro inglés Tony Blair le había escrito al breve libro (folleto más bien) del politólogo Anthony Giddens titulado La tercera vía en el que se le proponía a la izquierda que, para triunfar, se hiciera de derecha.

No paran ahí los parecidos entre el nuestro y el otro. De Winston Churchill, el de allá, se escribió una biografía cuando había cumplido ya los 60 años (el nuestro irá, calculo, por los 50) y había ocupado todos los cargos imaginables, salvo el de Primer Ministro, en el que se distinguiría más tarde gracias a la hecatombe de la Segunda Guerra Mundial. Una biografía titulada A Study in Failure: un estudio sobre el fracaso.

¿Fracaso? ¿Cómo que fracaso? ¿Acaso no lo van a nombrar embajador en Londres, como nombraron en su tiempo a López Pumarejo? ¿Y acaso no está en la lista de los que, cuando haya fracasado Alvaro Uribe, van a ser presidentes de Colombia? Pues no es que nos vayan a dar la victoria después de la hecatombe, como Churchill: pero nos van a dar la hecatombe.

Pero eso, aquí, no es un fracaso. Es un triunfo. Lo dice el propio Juan Manuel Santos en el artículo que mencioné al principio, en el cual compara al ya ex presidente Andrés Pastrana con? (no sé si me atreveré a decirlo), con? (no sé, no sé), con? (pero bueno, sí: si se atrevió él) con Winston Churchill.

Lo que pasa es que nuestros paródicos místeres no tienen consecuencias.