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Las cuatro patas de la mesa

Voluntad política, agenda acotada, apoyo social, y resultados del proceso, son las patas de la actual mesa de negociación.

Carlos Arturo Velandia Jagua
8 de mayo de 2013

Independientemente de la forma mobiliaria de una mesa de negociaciones, ésta se soporta sobre cuatro patas que le dan solidez y altas probabilidades de éxito, por cuanto cada una constituye un soporte estructural para un proceso de paz. Si una de las patas faltara, la mesa estaría coja e inestable. Situación similar ocurre si una de ellas es débil, de tal modo que no podría soportar el peso del proceso que descansa sobre ella y podría terminar quebrándose.

El actual proceso de paz en curso en Colombia, y más específicamente el que se lleva a cabo entre el Gobierno Nacional y la organización insurgente FARC-EP en la ciudad de La Habana, no escapa a esta lógica de una mesa con cuatro patas a saber:

Primera pata: Las partes (Gobierno Nacional y FARC-EP) han expresado con contundencia, su disposición y voluntad política para poner fin definitivo al conflicto armado interno. Estas expresiones son cada vez más sólidas tomando como punto de partida las declaraciones que hicieran Alfonso Cano el 25 de julio de 2010, en un video en el que invita al presidente electo Juan Manuel Santos con aquella imborrable palabra de “hablemos”; y la sorprendente declaración del presidente Santos el 7 de agosto de 2010, en su discurso de posesión, en el que anuncia al país y al mundo “la puerta del diálogo no está cerrada con llave. Yo aspiro, durante mi gobierno, a sembrar las bases de una verdadera reconciliación entre los colombianos.” De estas declaraciones iniciales a la fecha, la disposición y voluntad se ha fortalecido con los actos unilaterales por parte de FARC-EP de alivio en el conflicto armado (liberación de últimos prisioneros, suspensión definitiva del secuestro, cese unilateral de acciones ofensivas durante festividades de navidad y año nuevo) y la reciente incorporación de Pablo Catatumbo al equipo negociador de FARC-EP, que se estima representa a las estructuras y mandos del “sur”, superando con ello toda sombra de duda sobre el carácter vinculante de las negociaciones para la totalidad de ésta organización guerrillera. Por su parte el Gobierno Nacional ha pasado de una actitud inexplicablemente pasiva a la hora de defender el proceso, a una actitud más diligente y comprometida con el mismo y su defensa y divulgación en escenarios nacionales e internacionales.

Segunda pata: Las partes han acordado una agenda acotada a temas indispensables en el propósito de poner fin al conflicto armado y avanzar en la construcción de la justicia social, en el marco de una arquitectura de proceso muy sólida, que hace posible conducir el tren del proceso sobre rieles seguros (tiempos, procedimientos, garantes, acompañantes, lugares), muy diferentes a tiempos pasados donde las agendas eran exhaustivas y la discusión de los procedimientos terminaba por consumir el tiempo para la discusión de los temas pactados. Esta agenda y arquitectura ha sido construida por las partes en medio de un arduo trabajo, en el que debieron dar muestras de gran responsabilidad (mantener el secreto), confianza mutua (voceros de FARC-EP son extraídos desde las selvas para ser llevados a un país extranjero), y sentido de realidad frente al estado actual del conflicto y las posibilidades de obtener los objetivos estratégicos de cada cual (toma del poder por las armas, y derrota total de la insurgencia).

Tercera pata: La sociedad colombiana y la Comunidad Internacional apoyan el proceso. En muy breve plazo se ha pasado de imaginarios colectivos caracterizados, por la apatía, descreimiento, desconfianza, incredulidad y escepticismo, a imaginarios de apoyo, soporte y compromiso social e internacional con el proceso en curso, y con otros esperados desarrollos con el Ejército de Liberación Nacional. Bastaron ocho días entre la confirmación de conversaciones exploratorias de parte del Gobierno Nacional con la guerrilla de las FARC-EP (19 de agosto de 2012) y la declaración oficial de inicio del proceso (27 de agosto de 2012), para que el conjunto del país, expresado en las instituciones del Estado y las organizaciones de la sociedad civil; manifestaran su apoyo al inicio de conversaciones de paz. Obviamente esta “ola” de opinión favorable, fue posible por la alta implicación del Gobierno en el uso exhaustivo de los medios masivos de comunicación, que lograron generar un entusiasmo social importante pero frágil, por cuanto una “ola” creada de esa manera, puede regresar o diluirse en espuma si no se la solidifica con la movilización nacional y plebiscitaria de las mayorías nacionales en favor de la paz. Lo cual ocurrió durante todo el mes de abril pasado, en las gestas de movilización ciudadana protagonizadas el 9 de abril, donde más de un millón de personas marcharon en Bogotá “por la paz, la democracia y la defensa de lo público”, y con la realización del Congreso Nacional para la Paz; eventos marcados por la presencia de movimientos sociales y políticos, plataformas de paz y de derechos humanos, pero por sobre todo por ciudadanos y ciudadanas, provenientes de territorios y distintas latitudes de nuestra geografía nacional y social.

Aún así, es fundamental que el Gobierno Nacional, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos, se emplee a fondo para establecer canales de diálogo y concertación con la derecha extrema agrupada alrededor del expresidente Álvaro Uribe Vélez, en el propósito de sumar a este importante sector, que aunque es reflejo del viejo país, cuenta para la construcción colectiva del propósito nacional de la paz  la justicia social.

Cuarta pata: Las partes deben producir resultados. Este proceso ha pasado por duras pruebas o crisis las cuales han sido superadas con éxito, porque ha primado la voluntad, un sentido asumido en las partes de que es, quizás, la última oportunidad, y un apego a la agenda y dinámica de trabajo acordado para el funcionamiento de la mesa. Las partes, luego de ocho ciclos o rondas reportan haber logrado un importante cúmulo de acuerdos en el tema de tierras, aunque desde el gobierno se alzan voces pidiendo mayor celeridad para concretar y cerrar este primer tema, lo que coloca en el campo de las FARC-EP la responsabilidad de la demora. Las recientes declaraciones del vicepresidente Angelino Garzón invitando a la sociedad y a la Comunidad Internacional a presionar a las FARC-EP a “firmar la paz”, resultan del todo inconvenientes, por cuanto los desacuerdos en la mesa no pueden ser superados con la amenaza de que el tiempo se acaba, máxime que los apremios de tiempo no son iguales para las partes, solo pueden ser superados mediante mas discusión y actitud flexible, para superar aspectos o temas altamente conflictivos o polarizantes al momento de pretender acuerdos finales. Conviene si pedir por igual a las partes resultados que aquilaten el apoyo social e internacional, que amplíen la confianza en el proceso, que estimulen la ilusión y la esperanza y sobre todo que permitan fortalecer el sentido de que la paz es posible porque hay resultados a la vista.

Si bien, las partes han convenido que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”, principio utilizado en el proceso de paz en Aceh – Indonesia tras el tsunami, las partes deberían revelar a la sociedad aspectos importantes de sus avances, esto ayuda a la percepción de que el diálogo es útil, que está dando resultados y que vale la pena continuar apoyando el proceso de paz.

Una mesa soportada en estas cuatro patas es sólida y podrá soportar el examen del conflicto, siempre y cuando las partes construyan en el proceso el sentido de responsabilidad compartida y de acción asociada para sacar el proceso adelante. De otra manera, sobrevendrán desconfianzas, cuestionamientos y públicas acusaciones, que solo darán razones a los opositores y detractores de la paz en Colombia. Se dice que los caballos mueren por las patas, no permitamos que la mesa de la paz se caiga por una pata coja.

@CarlosVelandiaJ

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