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LAS DOS HIPOTESIS

Semana
8 de junio de 1998

Colombia aguanta mucho, pero las circunstancias que se vivirán en el próximo gobierno serán complicadas. Si Serpa es elegido lo que puede halagar en cuanto sería el triunfo personal de un hombre común se le habrá dado un espaldarazo al régimen de Samper; se entenderán precluidas, una vez más, muchas inculpaciones y evidencias en materia de dineros oscuros. Querrá decir, si sube Serpa, que no importaron las promesas olímpicamente incumplidas y que estuvo bien el tráfico de auxilios de cofinanciación, a cambio de adhesiones; y nos habrá interesado una higa que el nombre de país respetable, que alguna vez tuvimos, haya sido feriado. Serpa, un hombre digno de mejores oportunidades, significa, paradójicamente, la continuación del desastre.
Uno no sabe si Colombia todavía se conmueva por algo o si va a aceptar piadosamente cuatro años más en el hundimiento. La guerra podría incrementarse ante la continuidad de un mal estado de cosas. No veo el camino de la paz que constituye Serpa, si en una reciente publicación de las Farc (tomando un reportaje de NTC), Marulanda Vélez lo descalifica como negociador.
Si el triunfo es de Andrés Pastrana, pero no es arrollador, habrá un forcejeo político, como dicen los jóvenes, tenaz. Un Samper en el exilio y un Serpa en la oposición, con su gran elocuencia descarrilada, con sus decires populares, que pasan rápido del gracejo a la provocación, van a liderar el odio político. No a la manera de Gaitán, porque el paralelismo flaquea en muchos ángulos: Serpa es de extracción menos humilde, su energía es también menor y sobre todo su denuncia de la corrupción es tenue y desdibujada por sus propios actos de connivencia.
Discrepo de quienes piensan que Horacio Serpa pueda llegar a ser el hombre de la renovación liberal y de su purificación histórica. Serpa se fue quedando a la sombra de Ernesto Samper, quien lo envolvió con su prosapia y su maliciosa inteligencia. Y le fue leal, sí, pero, de no haberlo sido, habría ido a dar, como otros, al humilladero. En cárcel privilegiada hubiera sufrido el desdén del incólume Samper, tan mal amigo como buen sobreviviente político.
Tenderá una oposición cerrada a hacer ingobernable la República, como en otros tiempos, a manera de resistencia civil. Cuentan para ello con el Congreso, adverso al eventual gobierno. Nada será fácil en la administración Pastrana, por los resentimientos acumulados, y hasta un ambiente de oposición puede rehabilitar políticamente a Ernesto Samper. En Colombia estamos.
No habrá guerra entre los partidos, pese a las convocatorias sectarias del ex presidente Turbay, porque la guerra está planteada contra los dos, donde la instalaron los violentos del 48, y ahí se quedó para servir a otros intereses.
No veo, pues, un bonito panorama, sino muestras de gran intolerancia y funestos presagios. Y si la tolerancia es imprescindible, no es que haya que convivir con la delincuencia. Al país no lo dañó tanto una guerrilla sostenida ni el narcotráfico, con sus crímenes, cuanto el que fueran tocadas sus más altas instituciones con el dinero del negocio. Esto ha ofendido nuestra condición misma de nacionales. "Qué triste ser colombiano", exclama Rafael Santos. "Qué país atroz", refunfuña Antonio Caballero.
Noemí Sanín, que era bastante refrescante, no dio la medida, al menos en esta ocasión. Ella espera aún el resultado sorpresivo de la primera vuelta y yo creo que las encuestas _en esta rara democracia_ lo han dado ya y dejan ver dos únicos perfiles. Noemí se ha esforzado mucho. La 'bella enajenada' se ha empinado en sus tacones, con feminidad (iba a decir con hombría), pero le ha faltado un tris de grandeza. Yo diría que algún gesto rasgado de generosidad, de realismo político. Se hubiera probado mejor si su rebeldía no hubiera pasado por la diplomacia en este gobierno. Tampoco le ayuda su socio, pese a ser Mockus un hombre probo y de alto nivel académico. Con alguna cauda también. Pero es un elucubrador ininteligible y ni los constructivos gestos de sus manos logran desatar el nudo de sus palabras. Para no hablar de su expresión corporal.
Ya hemos visto a Noemí jugando infantilmente y hasta dejándose cargar en el Puente de Boyacá, donde Bolívar se cargó a Barreiro (aunque el que finalmente se lo cargó, junto con 36 realistas más, fue Santander, para pasmo del Libertador. Es que nuestra historia de violencia es larga).
Lamento pensar que sin un nivel alto de votación, el próximo gobierno tropezará con dificultades inmensas para la gobernabilidad, en el buen sentido de este término.
Y no hay una tercera hipótesis.

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