Home

Opinión

Artículo

Las movidas de Uribe

La fuerza del reeleccionismo no es que sus impulsores crean o entiendan un modelo de sociedad ideal, sino que quieren un país sin guerrilla

Semana
8 de febrero de 2004

Que acuerdo nacional para modernizar el fisco, la justicia y el Estado. Que reelección o por lo menos prórroga del período. Que armar un eje con Pastrana y Gaviria. Que partido uribista, con o sin Peñalosa y compañía. En unos pocos días, los hombres (y mujeres) de Palacio han tenido para dar, repartir y confundir.

Ese desorden en parte se debe a las peleas internas del "sanedrín", y en parte a la resaca del referendo. Pero detrás de las razones anecdóticas, se están jugando cosas de alto turmequé.

Para entender lo que pasa en el gobierno hay que partir del dato principal: a Uribe lo eligieron para acabar la guerrilla, pero el déficit fiscal lo tiene loco. Todos los actos e iniciativas suyas se dirigen por eso a una de dos cosas: a eliminar las Farc o a salir de la quiebra. Este objetivo y esta restricción, como dirían los técnicos, son el telón detrás de su política de seguridad, su política económica, su política internacional, su (no) política social y su política a secas.

Veamos las movidas del momento:

-El coqueteo con Pastrana y Gaviria es un intento de cambiar la cara de la estrategia de seguridad ante una escéptica opinión mundial. Este es el papel de Pastrana en la difícil gira de Uribe por Europa. Y este también es el papel de Gaviria, que sin pudor ni lealtad usó a la OEA para "posicionarse" de regreso a Colombia.

El eje Pastrana-Gaviria serviría además de contrapeso al eje López-Samper que, con buen eco en la opinión mundial, reclama el "intercambio humanitario", pues éste contradice o torpedea la línea dura del actual gobierno.

-La popularidad de Uribe se debe al éxito de sus medidas de seguridad, y el argumento para que siga en el poder es que cuatro años no bastan para ganar la guerra. De aquí la fuerza del movimiento prorreelección, de aquí la idea de un partido uribista. No porque sus impulsores y adherentes crean, compartan o siquiera entiendan algún modelo ideal de sociedad -como decir el "Estado Comunitario"- sino porque quieren un país sin guerrilla.

-Lo del "acuerdo nacional" apunta sencillamente a remediar el déficit fiscal. En realidad se trata de subir impuestos y bajar gastos, aunque Sabas lo dice con eufemismos: "Ordenamiento territorial" por recorte de transferencias, "carrera administrativa" por más despidos, "racionalización" por cierre de entidades, "reforma estructural" por nuevos tributos.

Y aquí topamos con la tensión insoluble que hay entre estas iniciativas: mientras unas implican consenso las otras implican ruptura. Para el tema fiscal se necesita apoyo de los partidos y para el internacional se necesitan los "ex"; pero a los partidos y los "ex" les espantan a cual más lo del partido uribista y lo de reelegir al actual Presidente.

Por un lado Uribe con los políticos, por otro lado Uribe contra los políticos. Este doble y enmarañado juego tiene explicaciones más o menos inocentes, aunque ninguna de ellas habla muy bien de su protagonista:

-Podría ser desorden en la orquesta, que a Noemí, Echeverri, Sabas y los otros les haya dado por hablar sin permiso y en asuntos tan sumamente delicados. Esta hipótesis -poco o nada creíble- querría decir que Uribe ya no manda en su casa.

-Podría ser que, fallido el referendo, el gobierno haya quedado sin agenda, que "perdiera la brújula" como apuntó un ex o peor, como insinuó otro ex, que Uribe tenga "tácticas sin estrategia". Pues: ¿qué sentido tendría reelegir a quien no tiene visión de largo plazo?

-Podría ser otro caso de ingenuidad-terquedad, de no saber medir las resistencias y los costos, como ya le pasó en el referendo.

-O podría ser una tacada a cuatro bandas. Usar hoy a Pastrana y a Gaviria para mañana darles la patada. Esperar a que el "acuerdo nacional" acabe como siempre han acabado esos acuerdos -en desacuerdos o en nada- para decir que con los partidos no se pudo. Y entonces, de la mano del pueblo soberano, poner contra las cuerdas al Congreso hasta que consagre rey al presidente Uribe.

Sería el triunfo de la reelección. Mejor dicho el triunfo paradójico de la guerrilla, que nunca pudo tomarse el poder pero sí pudo acabar la democracia.

Noticias Destacadas