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Kike Peñalosa: Receta para tontos

La mayoría de capitales de Colombia son planeadas por leguleyos, contratistas y políticos piratas.

Yezid Arteta, Yezid Arteta
1 de marzo de 2018

Los vuelos low cost, el coche compartido, los hostales baratos, los noviazgos por Internet, las redes wifi gratuitas en ciudades, bares y cafés, Google, las cadenas de comida chatarra, los estupefacientes, los bazares chinos, las redes sociales, las rebajas de temporada y los celulares son algunas de las cosas que han homogeneizado y dejado sin atributos a la mujer y el hombre de este siglo. Estas mismísimas cosas también han permitido que la clase trabajadora viaje por el mundo y que las ideas circulen. Andar por el planeta era un privilegio de ricos y aventureros. Ahora no. Viajar permite, entre otras vainas, comparar tu realidad con la de otros.

El relato que la mayoría de colombianos tenía acerca del mundo era sólo contado por los maestros del engaño. Me refiero a operadores políticos e hijos de operadores políticos que observaban una realidad en el exterior y cuando volvían al país contaban otra. Era la fórmula perfecta para atornillarse en el poder. Así fue como resultó elegido Kike Peñalosa como alcalde de Bogotá en 1998: ejecutando obras que en el resto del mundo eran obsoletas, pero que en Colombia se vendían como novedosas, tales como el caro, inseguro, aparatoso y contaminante TransMilenio. En la última década, millares de colombianos han viajado por las principales capitales del mundo, comprobando que los sistemas de transporte masivo nada tienen que ver con el negocio que han montado en Bogotá. La segunda versión de Kike Peñalosa (2016) no es más que una ramplona estafa política que me hace recordar a Michael Douglas en Wall Street II: el dinero nunca duerme.

Mati, hija de un empleado colombiano, estudia en Alemania. Paga de matrícula un poco menos de lo que cuesta la mensualidad de un escolar en Neiva. Mati asiste al Campus de Mitte de la Universidad Humboldt de Berlín, por cuyas aulas han pasado veintinueve premios nobel. Ella cuenta que viajando en tren con su mascota por Baviera se sorprendió -pese a la oscuridad que prima durante el transcurso del año en la región- los miles y miles de paneles solares instalados sobre los techos de las casas rurales. Es el relato de Mati. No es relato de uno de los maestros del engaño que por estos días aspira al Senado o la Presidencia de Colombia, que tilda de “populismo” a quien propone educación gratuita y universal y la masificación de las energías limpias.

Cientos de jóvenes colombianos, pertenecientes a todos los estratos sociales, han puesto sus huesos y sus carnes en Barcelona, la séptima ciudad en el mundo en atracción de talentos según el reporte de MBA City Monitor, Esade Business Scholl. La alcaldesa de Barcelona (ver http://ajuntament.barcelona.cat/alcaldessa/es/transparencia) es una mujer que viene de abajo, activista de izquierda que ha complementado lo público con lo privado. Barcelona, dirigida por Ada Colau, se concibe como espacio público, democrático e incluyente en el que se hacen inversiones y negocios. Bogotá, dirigida por Kike Peñalosa y sus aliados, es concebida como simple negocio. La planeación estratégica de Barcelona la hacen expertos. La mayoría de capitales de Colombia son planeadas por leguleyos, contratistas y políticos piratas.

Hace veinte años, Kike Peñalosa pudo meterle los dedos en la boca a muchísimos ciudadanos residentes en Bogotá que creían que el mundo estaba circunscrito al lleva y trae de los maestros del engaño. Veinte años después, el mismo Kike, es repudiado por esos mismos ciudadanos que, aprovechando las ofertas low cost que ofrece el capitalismo, se han dado una vuelta por otros mundos, acreditando que la realidad no es como como la pintaban y la siguen pintando los operadores políticos tradicionales. El país, a trompicones, va cambiando. Los únicos que no cambian son los operadores políticos del talante de Kike Peñalosa.

Yezid Arteta Dávila

* Escritor y analista político

En Twitter: @Yezid_Ar_D

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