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El sistema, Gerlein y las presidenciales

Así se mantuvo "la política”, así se reprodujo y así pretenden que continúe... detrás de Gustavo Petro se reúne una apuesta civilista que reclama, no el olvido que seremos, sino el olvido que se ha sido.

Álvaro Jiménez M, Álvaro Jiménez M
20 de marzo de 2018

Roberto Gerlein es un criminal impune. Morirá en esa condición gracias al sistema, como ha sucedido con varios en Colombia. 

El crimen cometido por el señor Gerlein debe ser reconocido y repudiado por la ciudadanía, aunque de antemano sepamos que no tendrá sanción.

El crimen de Gerlein es un crimen de lesa democracia.

En reveladora entrevista concedida a Laura Ardila para lasillavacia.com, expone la “filosofía” que guió el desarrollo de su vida criminal en la política. (Ver aquí)

Relajado, en una fotografía en la que se ve su humanidad a sus anchas, fofa, describe su argumentación y los efectos del ejercicio político nacional: clientelismo, compra de votos, demagogia, beneficios para el círculo de cercanos y franqueza impune, igualando en sus prácticas a pobres y ricos y a quienes desde diferentes partidos han participado del poder en el país.

Gerlein, elegido a su primer cargo público como concejal de Barranquilla el 18 de marzo de 1964 hasta hoy, es decir a lo largo de 54 años, es el mejor reflejo del sistema político nacional del cual se retira luego de ser senador de la república por la bobada de 44 años. Un reinado.

Sus afirmaciones sobre cómo funciona “la política” son reveladoras, y adquieren mayor dimensión al conocer que en las elecciones de Congreso, Aida Merlano, “la ungida” para continuar el “legado” de la casa Gerlein como senadora, fue descubierta con su entramado de dinero, armas y compra de votos que le permitirían reemplazar la curul del criminal.

Así se mantuvo la política, así se reprodujo y así esperan que continúe.

Ese “sistema” pretende elegir a Vargas Lleras el señor Ge Ve Lle, con el apoyo de la casa Char en la costa y el respaldo solapado del Gobierno Santos.

Ese sistema es el que garantizó la reelección de Uribe pagando votos con notarías y más adelante la de Juan Manuel Santos apoyado en la ñoñomanía que compró votos con la plata de Odebrecht.

A pesar de las evidencias sobre el sistema, como en Fuenteovejuna, todos a una, han decidido decirle al país que a quien debe derrotarse según unos, o sacar del camino según otros, es a Gustavo Petro.

Las razones que se exponen están fundadas principalmente en el miedo: fue del M-19, es radical, extremo, castrochavista, pro-Farc, autoritario. Invitó a Chávez a Colombia, usa zapatos Ferragamo, habla en tercera persona, bajó los precios del TransMilenio. entregó mínimo vital de consumo de agua a los pobres, permitió construcciones en altura, impulsó un sistema mixto de basuras, quitó a los privados su negocio, piensa borrar la industria del petróleo, intentó mezclar ciudadelas de gente desplazada en sitios donde vive gente “bien”, propone una constituyente.

En fin, una sarta de molestias personales, desagrados, verdades a medias y prejuicios que se magnifican en redes, artículos de opinión, conduciendo a una sola conclusión: “Hay que atajar a Petro. Hay que lograr que no sea presidente”.

Da pena escuchar de labios de personas en teoría “democráticas” la instrumentalización del miedo para validar sus apuestas por Fajardo o por De la Calle: “si votan por Petro en primera vuelta eligen a Duque”.

Esa afirmación es de un conservadurismo inmovilista cuando el momento reclama lo contrario.

Los tiempos llaman al cambio de mentalidad y a asumir riesgos.

Sin mentalidad de cambio, por ejemplo, no hubiese habido proceso de paz con las guerrillas en los noventa, no existiría Constitución de 1991. Sin ella, el ministro de Defensa Juan Manuel Santos y su presidente Álvaro Uribe, no hubiesen autorizado la operación de bombardeo en Ecuador, que significó un golpe estratégico a las FARC- EP y la muerte de Raúl Reyes. Mentalidad de cambio es lo que permitió a Juan Manuel Santos y a las propias Farc poner fin a la confrontación armada con esa guerrilla.

Como detalle curioso del sistema político que nos llama a la inmovilización va lo siguiente: la guerra con las Farc duró dos años MENOS que la presencia de Gerlein con sus vicios de corruptela, clientelismo y quién sabe cuántos delitos más, en la política nacional.

Ahora bien, ¿qué impide reunir bajo una propuesta común liderazgos respetables y reconocidos como los de Sergio Fajardo, Humberto De la Calle y Gustavo Petro?  

¿Qué los hace tan diferentes?

Leyendo sus propuestas se encuentran semejanzas y coincidencias.

Todo indica que la diferencia radica en el origen de cada uno y no me refiero al familiar o de estrato socioeconómico, no señor.

A diferencia de Fajardo y De la Calle, Petro surge de la brega política popular. La que reclama, la que protesta, la que bloquea vías, la que torturaron, la de los paros cívicos, la de las movilizaciones indígenas; la brega de los ninguneados que han logrado ser reconocidos, de los que han aprendido por las vías más complejas, la de los que apoyaron las insurgencias armadas, las rebeldías desarmadas, los que han reclamado cambios generación tras generación, los que han enfrentado, padecido. Y seguro también de algunos que han aprovechado oportunistamente el sistema político que de manera diáfana encarna el exsenador Gerlein, sus compinches y sus herederos.

Esa es una diferencia.

No significa ser mejor o peor que los otros. Significa que detrás de Gustavo Petro se reúne una apuesta civilista que reclama, no el olvido que seremos, sino el olvido que se ha sido.

¿Es suficiente esa diferencia para soñarse gobierno? Es suficiente para tener el mismo derecho que todos de gobernar o ser gobernado.

Y surgen las preguntas: ¿Por qué empecinarse en alianzas sin el sector que lidera Petro?

¿Por qué reciclar la exclusión?

¿Por qué castigar expresiones sociales que han sido castigadas por siempre?

Humberto de la Calle es gran conocedor de las complejidades del Estado y demócrata cono timonel, nadie pone eso en duda. Sergio Fajardo simboliza la aspiración de sectores de clases medias y medias-altas, hastiadas de la corrupción y el desafuero de los partidos, representa la ambición legítima de esos sectores por hacerse con el poder nacional.

¿Por qué la ambición de clases medias altas es válida y la de los indios, afros, desplazados, perseguidos, militantes de varias izquierdas, no lo es? 

Algo está equivocado. Lo cuerdo y coherente es sumar en la diferencia.

Quienes suman excluyendo a quienes han luchado toda su vida por tener un país con mayor democracia reciclan el sistema. Como país tenemos la oportunidad de profundizar la democracia y aclimatar la paz con un gobierno de unidad democrática.

Los líderes mencionados son avances, riqueza en la construcción de democracia. Son la constatación de que hay espíritu de cambio. Concretarlo, exige escenarios de unidad para un eventual paso a segunda vuelta.

¡Manos a la obra señores y señoras!

@alvarojimenezmi

ajimillan@gmail.com

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