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Las recomposiciones de la política bogotana

Miguel García Sánchez, investigador de la Universidad Nacional y politólogo, hace un balance de las transformaciones políticas que ha vivido Bogotá durante las últimas décadas y formula una serie de proyecciones sobre los principales retos hacia el futuro.

Semana
1 de diciembre de 2002

No cabe duda que mientras los años 90 representaron para Colombia una profundización de su crisis, para Bogotá -sin escapar al drama nacional- significaron un "renacimiento", cuya manifestación más evidente ha sido el proceso de recuperación urbanístico. Desde un punto de vista político, tal vez no se pueda afirmar que Bogotá ha vivido un renacimiento, pero definitivamente durante la pasada década se materializaron grandes cambios políticos, algunos de los cuales se incubaron durante la década de los 80 (un nuevo Estatuto Orgánico, elección de JAL). Esta columna busca hacer un balance de algunas de esas transformaciones, y a la luz de ellas hacer una proyección de los principales retos que enfrenta Bogotá hacia el futuro.

La primera gran transformación que experimentó Bogotá durante la última década tuvo que ver con la consolidación de pautas políticas y políticos con un perfil puramente Distrital. Esto no quiere decir que Bogotá haya perdido su conexión con la política nacional, pero cada vez la política capitalina parece tener unas características que le son propias. Por ejemplo, el lenguaje de lo cívico y de lo pedagógico ha permeado todas las esferas de acción política del Distrito.

Otra de las transformaciones vividas por la política bogotana -y que contribuye a definir su nuevo carácter-, tiene que ver la con disminución del tamaño de las redes políticas articuladas en torno a la elección de Concejo, y el vínculo creciente entre concejales y ediles. Mientras en los 80 los grandes electores capitalinos eran capaces de movilizar más de 150.000 0 votantes, hoy esta cifra apenas supera los 60.000. Además, esas redes electorales más pequeñas son encabezadas hoy por políticos "plebeyos", líderes emergentes que relevaron a los "notables" que dominaban la política bogotana en el pasado . Varios factores de tipo institucional pueden explicar este fenómeno: 1. La prohibición que se estableció a principio de los 90 con relación a que un mismo candidato encabezara simultáneamente varias listas en distintos cuerpos colegiados, 2. la flexibilización de las condiciones para presentar candidaturas, lo cual redundó en una mayor competencia política, 3. la generalización de la "operación avispa", que condujo a una fraccionalización de los partidos, 4. la puesta en marcha de las Juntas Administradoras Locales, institución que ha dado un perfil más local a la política bogotana, y 5. la elección popular de alcaldes, reforma que debilitó la importancia y la proyección política del Concejo, dándole a éste un arraigo más local.

Estos factores permiten entender porqué las redes políticas que se construyen en torno al Concejo de Bogotá hoy tienen un carácter más distrital que nacional. Así, los concejales antes que proyectarse hacia el nivel nacional han terminado por articular su acción política en asocio con los representantes de las Juntas Administradoras Locales. Por ejemplo, mientras en 1992 cinco ex concejales llegaron a la Cámara de Representantes en 1998 apenas lo hicieron dos.

El fenómeno hasta aquí descrito está íntimamente ligado con la segunda gran transformación de la política bogotana: la consolidación de dos políticas, aquella que se mueve en una clave local o, la de las pequeñas redes, donde los protagonistas son concejales y ediles, y la que se ha empezado a construir en torno a la Alcaldía de Bogotá. En esta separación de las dos políticas bogotanas la elección de Antanas Mockus desempeñó un papel muy importante, pues demostró que un alcalde mayor no necesariamente debe tener vínculos políticos con los concejales y ediles para llegar al Ejecutivo distrital.

Esa ruptura que se puede enfocar desde una perspectiva electoral -los bogotanos votan distinto para Concejo y JAL que para Alcaldía-, desde una perspectiva simbólica se ha materializado en una percepción -en algunos casos distorsionada- por parte de la ciudadanía de que la Alcaldía Mayor representa una suerte de "tecnocracia" eficiente y modernizante, que se contrapone a un Concejo y unas JAL que se proyectan como espacios continuistas, nidos de las "prácticas políticas tradicionales". Esta oposición, que tiene tanto de real como de ficticia, ha terminado por ser una fuente de conflictos entre la administración Distrital y los concejales de la ciudad, fenómeno que ha sido bastante notorio durante los dos gobiernos de Antanas Mockus. Esta ruptura es sin duda uno de los principales retos que debe enfrentar la ciudad, pues la contraposición entre cuerpos colegiados y Alcaldía dificulta las posibilidades de generar gobernabilidad y agregación de intereses entre la administración distrital y el Concejo y las JAL.

En síntesis uno de los principales retos que enfrenta la política bogotana hacia el futuro tiene que ver con la resolución de esa tensión. La opción de desconocer al Concejo y tratar de centrar toda la gestión de la ciudad en la Alcaldía Mayor es sin duda un camino equivocado, los concejales y ediles, como depositarios de un mandato ciudadano, tienen, al igual que el Alcalde, un papel que jugar en la política bogotana. La ciudad requiere que sus los cuerpos colegiados adquieran también un protagonismo en la gestión de las necesidades del Distrito, y sobre todo que se logre una coincidencia política entre éstos y el Alcalde. Sería paradójico que Bogotá se dirigiera hacia un modelo de gestión pública en el que, a pesar de que los espacios de representación se han multiplicado y de que hoy la política bogotana se descifra en una clave más moderna, la articulación de un proyecto de ciudad quedara en manos de pequeños emperadores. No se trata de que la ciudad regrese a los tiempos del cogobierno, se trata de que logre involucrar en el nuevo proyecto de ciudad a todos los representantes de la ciudadanía.

* Profesor del Departamento de ciencia política de la Universidad de los Andes e investigador del Instituto de estudios políticos y relaciones internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.

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