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ANÁLISIS

Miss tanguita y la felicidad

¿Están relacionados los desfiles de niñas escasas de ropa con la alegría de los colombianos?

Armando Neira, Armando Neira
14 de enero de 2015

Arrancó este 2015 con cuatro hechos informativos que aunque distantes en escenarios geográficos están íntimamente conectados porque representan un buen espejo para vernos. En ellos, los colombianos lucimos exultantes, borrachos literalmente de la alegría, chapoteando en el clímax de la cultura nacional. Veamos:

Bien al oriente, en Barbosa, departamento de Santander, miles de personas aplauden con emoción a las niñas –todas menores de 10 años– que desfilan por una pasarela mientras exhiben sus cuerpecitos escasos de ropa. Llevan de lado a lado sus caderitas ante una multitud que no cabe del gozo. Las niñas se giran, inician el retorno y hacen un esfuerzo por sacar más el culito. El aguardiente corre de mano en mano. Se escucha una música estridente, el delirio es general. Todo es felicidad. “¡Qué alegría! ¡Es una tradición de casi un cuarto de siglo en nuestro municipio!”, exclama hinchada de orgullo la alcaldesa Rocío Galeano. Para la mandataria municipal, el concurso Miss Tanguita tiene una trascendencia enorme: “Darles la importancia que los niños merecen, entenderlos, incluirlos en todas las actividades culturales y deportivas que hacemos los adultos”.

Al otro lado, distante de las montañas, cerca al mar Caribe, en Turbaco, Bolívar, un grupo de jóvenes persigue con emoción a un toro. El animal es cazado, vencido, cae en el sofoco. En instante es rodeado por la turba que no le da respiro. Algunos corren y le atan las patas, otros lo agarran a patadas mientras unos más le clavan sus puñales. El sol es inclemente. La arena está inundada de botellas vacías, colillas de cigarrillos, latas y trapos. Para refrescarse, los asistentes beben trago como si fuera agua, por los parlantes suena música bailable. “La fiesta está muy buena”, dicen unos. “¡Qué divertido!”, sentencian otros. Los mayores se persignan pues se trata de la corraleja, el evento más importante  de las fiestas en honor a la patrona del pueblo, Santa Catalina de Alejandría. El alcalde Mayron Martínez habla del aporte intangible del certamen a la construcción de nuestra sociedad: “Es una tradición y un evento cultural que pertenece a Turbaco y no a sus gobernantes”.

Al sur, bien al sur, donde se forja el macizo colombiano, en Santander de Quilichao, departamento de Cauca, varios espontáneos se van contra la multitud que participa en el Carnaval de Negros y Blancos. Es tanta la emoción, que se bañan en harina. Forma parte de una tradición que en el 2009 recibió la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco. Los protagonistas de este caso consideran que para ponerle más picante al jolgorio, a la harina había que agregarle cal y una buena dosis de cemento. Al final, hubo 50 heridos que tuvieron que ser llevados al hospital local. Uno de ellos resultó tan grave, que fue remitido de urgencia a Cali. Se teme que pierda la visión. “Este año las fiestas estuvieron muy buenas”, dijeron los asistentes que entrevistaron en televisión.

Al otro lado del océano, en Madrid, España, el diario El País le da gran despliegue a la siguiente noticia: Los colombianos puntean de nuevo entre los más felices del planeta. “En general, ¿se siente usted muy feliz, feliz, ni feliz ni infeliz, infeliz o muy infeliz con su vida?” Es el interrogante en una encuesta realizada a 64.000 personas en 65 países del mundo. Según el estudio de WinGallup International, una empresa de investigación de mercados, Fiyi y Colombia son las naciones en las que más gente se declara feliz.

Una felicidad que recorre todo el territorio nacional. Desde el sur profundo hasta el oriente, por el lomo de nuestras cordilleras y de allí salta al mar Caribe. Es el espejo de un país en el que todo los días se machaca que lo mejor que tiene es su gente.

*Director de Semana.com
Twitter: @armandoneira

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