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Las verdaderas marchas

La proliferación de marchas puede tergiversar el mensaje y nublar las buenas intenciones.

Semana
16 de febrero de 2008

Ya hay nueva cita. Para el 6 de marzo se convocó una nueva marcha; en esta oportunidad para decirle no al paramilitarismo. Algo así como en señal de compensación a la marcha del 4 de febrero y para aclarar que en Colombia no se le quiere a las Farc, pero tampoco se les quiere a los paramilitares. Muchos creen que la ultima movilización quedó a medias y así esperan completarla. No podrá ahora Mancuso seguir invitando a marchas, ni podrá decir ‘Tirofijo’ que la de febrero la convocaron los paramilitares.

Me preocupa a mí lo que sucederá cuando el 6 de marzo no participen los millones de colombianos que participaron en la primera sino muchos menos. Viniendo de una apoteósica manifestación, no será fácil convencer a la gente de que vuelva a salir a las calles. No porque el motivo de la marcha no lo amerite, si no porque de tanto marchar se va perdiendo un poco la adrenalina social. Además, porque la gente luego de la caminata se va a su casa, se duerme y al día siguiente se despierta en el mismo país en que se levantó el día anterior.

El problema no está en las razones de la marcha; el problema reside en la forma de protesta. ¿Por qué no organizar, por ejemplo, una marcha contra el narcotráfico, o contra la corrupción?. Estamos corriendo el riesgo de que con las marchas empecemos a convalidar el delito. Si por alguna razón el día 6 de marzo solo la mitad de la gente se moviliza, en relación con el 4 de febrero, muchos concluirán que en Colombia se rechaza más la guerrilla que el paramilitarismo, o peor, que a estos últimos se les justifica y hasta consiente.

Se requiere mucho cuidado al definir una marcha popular, cuándo y contra quién se realiza. Más aún, la sentencia no debería quedarse en el rechazo, deberían haber solicitudes concretas. No es acertado organizar marchas contra criminales porque por lo general no tienen resultado alguno. Ni es apropiado organizar tantas, ni tan seguidas porque se arriesga una mala interpretación del sentir popular. A mí entender, la marcha de rechazo a la guerrilla debió enfocarse en exigirle al gobierno mano dura y clausura de todos los canales políticos hasta que no exista una voluntad real en las guerrillas por negociar un sometimiento a la justicia. La del 6 de marzo, podría hacerse para exigirle al gobierno mano dura con los para-politicos y con los empresarios privados que han patrocinado el genocidio en los campos de Colombia.

La gente está protestando contra la delincuencia, lo que es alentador, pero lo está haciendo incorrectamente. El interlocutor de la ciudadanía no es el crimen organizado, es el gobierno. El gobierno es quien está en la obligación de ejecutar el mandato de la población. A esa entidad deben ser dirigidas las peticiones públicas.

Otro aspecto relevante es que con las marchas no es suficiente. La sociedad civil colombiana está desde hace mucho tiempo en déficit con sus obligaciones morales. La escasa censura a cierto tipo de delitos, como el narcotráfico o el lavado de activos (soporte de guerrilla y paramilitarismo), ha contribuido en gran medida a su expansión. Hoy es un buen día para corregir ese rumbo.

Las verdaderas marchas de la población deben estar orientadas a dar resultados concretos y efectivos. Como en las urnas, por ejemplo. En la elección en que se reeligió a Álvaro Uribe, tan solo un 35 por ciento de votantes participó. Es ahí cuando todos debimos haber marchado. En multitudes. En esa y en todas las otras elecciones. Es ahí, en las mesas de votación, cuando el ciudadano tiene el poder en sus manos. El poder de decir: “Yo no soy ni guerrillero ni paraco”... “ni soy narcotraficante, ni consiento a quienes lo son”.

El votante es el jefe de Colombia. Que ejerza ese poder debidamente cuando en verdad es importante. Todo lo demás, aunque estimulante, no deja de ser simbólico y usualmente inútil.

Ñapa: Promotores de segunda reelección del Presidente deberían ser sinceros y promover de una vez la monarquía de la dinastía Uribe.

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