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MARTA RUIZ

Las víctimas tienen la palabra

Que las víctimas de las FARC se hayan organizado y estén pidiendo una participación directa en los diálogos de La Habana, con una serie de preguntas a la guerrilla, es una buena noticia.

Marta Ruiz, Marta Ruiz
12 de julio de 2014

Mientras más transparencia y respeto se demuestre hacia ellas en la mesa de conversaciones que le pondrá fin al conflicto, más sólida podrá ser en el futuro la construcción de la paz. En su mayoría, quienes fueron violentados por los insurgentes, bien haya sido por acciones terroristas como la bomba del Club El Nogal o por el secuestro, las minas o el reclutamiento, están dispuestas a avanzar en la reconciliación, no sin antes exigir condiciones de verdad y resarcimiento. No faltan, por supuesto, los instigadores del odio que desde la derecha recalcitrante (que ahora llaman nueva derecha) azuzan el resentimiento perenne.  

Y digo que es una buena noticia porque las víctimas del Estado ya están organizadas desde hace algún tiempo y la experiencia ha demostrado que su papel ha sido clave para que ciertas políticas de reparación avancen. Ambos sectores de víctimas, divididas por percepciones políticas sobre la intensidad, origen y responsabilidad de sus victimarios, merecen visibilidad y respeto por parte de la sociedad. 

Muchas cosas han pasado en la mesa de La Habana en estos dos años. Del insolente “quizás, quizás, quizás” que pronunció Jesús Santrich en Oslo cuando alguien le preguntó si las FARC reconocerían a las víctimas, a los foros que se han iniciado para escuchar a las víctimas, hay un largo trecho recorrido. Los dirigentes de las FARC por fin se han movido de su posición arrogante, de considerarse a sí mismos como las primeras víctimas del conflicto, a una en la que reconocen su condición de victimarios, muy a pesar de que siempre lo acompañen de un “pudo ser”, o “nos vimos obligados a…” Esa movida es muy importante y queda consignada en la declaración de principios que hicieron el Gobierno y las FARC antes de entrar en este delicado tema. (Ver aquí: https://www.mesadeconversaciones.com.co/comunicados/comunicado-conjunto-la-habana-junio-7-de-2014) 

No obstante, hay un pequeño equívoco en muchos sectores. Algunos piensan que en La Habana se trata de que sólo las FARC reconozcan a sus víctimas y las reparen, y no de que el Estado también lo haga. Y es que tan arrogante como ha sido la guerrilla con la gente que ha sufrido sus crueldades, ha sido el Estado.

Que los gobiernos han pedido perdón por muchas masacres y magnicidios es cierto. Pero también lo es que casi siempre lo han hecho bajo orden judicial, bien sea emanada de cortes internacionales o de las propias. Sobre la crueldad en la que han incurrido miembros de la fuerza pública y organismos de seguridad, el gobierno de Santos ha oscilado entre la condena y el decir que todo es una campaña de desprestigio en contra de las instituciones militares. Y si hay una política de reparación económica y simbólica, también es cierto que no se ha mostrado mucho interés en avanzar en el esclarecimiento de las verdades del conflicto. Prueba de ello es que ya hasta los archivos de inteligencia del DAS están embolatados, contraviniendo una de las principales recomendaciones que le dio el Grupo de Memoria Histórica al Gobierno.

Por cierto, el informe Basta Ya del Grupo de Memoria Histórica, que analiza las cifras de más de 30 años de guerra interna, demuestra que la victimización en Colombia ha sido bastante pareja. La mayoría de los homicidios, desapariciones y masacres los cometieron paramilitares en contubernio con la fuerza pública, y en contextos a los que coadyuvaron políticas públicas como el Estatuto de Seguridad o las Convivir. La mayoría de secuestros, minas y destrucción de pueblos ha sido obra de las guerrillas. El desplazamiento, el reclutamiento y la violencia sexual se la reparten entre todos los bandos.   

Así, lo que debe concurrir en La Habana es la complejidad de este panorama. Las víctimas, todas ellas, con sus voces diferentes. No hay que asustarse con esa polifonía. No hay que pensar que deban unirse en una sola voz. Las víctimas hasta ahora le han dado al país lecciones de generosidad, de ecuanimidad, de dignidad y de reconciliación. Ojalá los negociadores del Gobierno y la guerrilla sepan escucharlas y aprender de ese largo recorrido que ellas han tenido, en soledad, para superar el odio, el dolor, y la tentación de la venganza. 

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