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Petro y Uribe evalúan las elecciones

Ni el uno ni el otro se detuvieron a pensar en la pertinencia de sus tesis políticas, en su estilo de dirección y gobierno y en la manera como afrontan la construcción de su partido o movimiento.

León Valencia, León Valencia
7 de noviembre de 2015

Esperé con alguna ansiedad el balance electoral de Gustavo Petro y Álvaro Uribe. Me preguntaba cómo asumirían la condición de principales derrotados en las elecciones locales, qué lecciones sacarían y qué responsabilidades aceptarían. Inteligentes como son y conocedores agudos del trajinar político, me decía, harán un análisis profundo de las razones de la derrota y del papel que jugaron ellos en la debacle. No fue así.

Petro, en un entrevista al diario El Tiempo y en un discurso publicado en Las2orillas habló de la incomprensión y la traición de la clase media. “La clase media, antes pobre, que en los barrios populares creó la izquierda y el progresismo, más de 2 millones de personas, hoy creen en el modelo de consumo depredador, que como aspiración social, ofrece la derecha”, dijo.

A la vez descargó la responsabilidad en sus concejales y en su movimiento. “Progresistas es un movimiento que en el momento en que la bancada fue elegida conmigo decidió pasar al Partido Verde. Se perdió. Afuera en la ciudadanía no existía. Quienes podían haber agenciado el movimiento (los concejales) decidieron pasar a los verdes con un mal resultado”, señaló.

Uribe en un texto que llamó Para ajustar y mejorar, reflexivos sin desaliento le adjudicó la derrota a los candidatos y a los directivos regionales del Centro Democrático. Tachó a los candidatos de no tener discurso, de no medir su poca acogida popular, de no prestarse para alianzas constructivas; a los directivos de trenzarse en enfrentamientos sin consideración por el partido y sus tesis; y encabeza el documento diciendo que su único pecado es haberse demorado en tomar decisiones esenciales.

Ambos atribuyeron también parte de la derrota, a poderosos enemigos externos. Petro al ataque de la prensa tradicional y Uribe a dineros corruptos del gobierno y a las acusaciones prevaricadoras del fiscal y los jueces en su contra.

Ni el uno ni el otro se detuvieron a pensar en la pertinencia de sus tesis políticas, en su estilo de dirección y gobierno y en la manera como afrontan la construcción de su partido o movimiento. Es ahí donde están los mayores problemas.

Petro llegó al gobierno de Bogotá apoyado en la ola de indignación que desató la corrupción de los Moreno Rojas –de la cual él había sido un conspicuo denunciante– y en las conquistas sociales que había logrado la izquierda en sus dos anteriores gobiernos. Con esas realidades logró una votación importante en los estratos bajos de la población y arañó votos suficientes en las clases medias y en los estratos altos para completar su triunfo.

En el ejercicio del poder continuó con éxito la lucha contra la pobreza y los indicadores dan fe de este esfuerzo, pero fue incapaz de responder a las demandas de las clases medias centradas en la movilidad, el equipamiento urbano y el ascenso social. Ahora trata de encubrir esta grave limitación de su gobierno con una crítica a las aspiraciones legítimas de estos sectores de la población enarbolando un discurso de radicalismo ambiental y de censura al consumismo.

Pulió el fracaso respondiendo a las críticas de los formadores de opinión y de los rivales políticos con una exagerada pendencia, con una sorprendente improvisación en el desarrollo de planes y políticas, con una negación a buscar alianzas con fuerzas diversas para aclimatar su gobierno y con una enorme indiferencia en la construcción del movimiento político y en la promoción de sus compañeros como líderes y candidatos. No fueron los funcionarios más capaces y los concejales quienes lo abandonaron. Fue él quien los abandonó. Es él quien no se la juega por nadie. Terminó desistiendo de tener candidato propio a la Alcaldía, consiguiendo 58.000 votos para la lista progresista y eligiendo un solo concejal, después de ocupar el segundo puesto del país y la principal plaza electoral de Colombia.

Uribe tuvo la gran visión de poner en primer lugar la seguridad y lanzar una ofensiva sobre las guerrillas empezando el siglo y con esa bandera ganó la Presidencia y gobernó durante ocho años. Las expectativas del país cambiaron y ahora está en curso la salida negociada y la paz. No obstante, ha persistido obstinadamente en la seguridad democrática y en la solución militar para la confrontación rural y, lo más desatinado, le impuso a su movimiento esa tesis para resolver los graves problemas urbanos y locales que son el fundamento de las elecciones que acaban de pasar.

En la gestión de su partido es la cara opuesta de Petro. En él no existe la indiferencia. Él se la juega por su gente, acompaña a los candidatos y marca una a una todas las decisiones. Resulta muy difícil la iniciativa propia al lado de Uribe. Pero el resultado ha sido parecido. Uribe perdió en su patio la Gobernación y la Alcaldía y el Centro Democrático obtuvo para concejos en el país 1.150. 337 votos, lejos de los partidos de la Unidad Nacional y muy lejos también de la izquierda que acumula entre verdes y Polo más de 2 millones de sufragios.