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Las tormentas del Polo Democrático

Las cifras quieren decir que el Polo tiene un arrastre muy limitado fuera de sus filas. Solo Clara logra romper un poco el encerramiento.

León Valencia, León Valencia
25 de abril de 2015

Nunca el Polo Democrático ha llegado a un congreso o evento nacional unificado. Siempre hay un argumento para la división interna y siempre hay una dura puja por la conducción. Esta vez el argumento es la posición frente a la paz y las alianzas, y los esfuerzos de un sector importante del partido se orientan a desplazar a Clara López del liderazgo. Es una extraña vocación suicida.

La nueva pugna viene de la segunda vuelta presidencial. Clara, Iván Cepeda y otros dirigentes de la izquierda decidieron apoyar a Santos convencidos de que si no lo hacían podía ganar el uribismo y echar abajo el proceso de paz. En cambio, Jorge Enrique Robledo y algunos miembros de la dirección del Polo llamaron a votar en blanco con la idea de que las diferencias alrededor de los temas económicos y sociales con Santos eran más importantes que la paz.

Los hechos mostraron la certeza de Iván y Clara. El voto de la izquierda fue decisivo para Santos y con esto siguieron vivas las negociaciones en La Habana. Pero las aguas en el Polo no se calmaron. El cuarto congreso, que se realizará próximamente, será el escenario de la nueva controversia. Ya se eligieron los delegados mediante la consulta interna del pasado domingo. Al parecer la tendencia de Iván y Clara obtuvo mayoría. Pero en el Polo nunca se sabe, porque en el juego de alianzas de los múltiples grupitos que componen este partido todo puede ocurrir.

Ojalá no desperdicien el liderazgo que Clara López logró en este último año y tomen decisiones que le sirvan a la izquierda para avanzar y sembrar esperanzas de cambios para el país. En algunas capas de la población son visibles las expectativas de reformas. Se reflejan en las movilizaciones populares, en las redes sociales y en el escepticismo en los sondeos de opinión.

Las votaciones obtenidas por el Polo muestran las debilidades y fortalezas de esta fuerza política. Los delegados al congreso deberían fijarse en esta situación para definir un qué hacer más allá de las diferencias coyunturales entre los grupos internos. En la consulta votaron 418.532 personas; en las parlamentarias la lista al Senado recibió 541.145; y en la primera vuelta de las presidenciales Clara sacó 1.958.414.

Eso quiere decir que el Polo tiene un arrastre muy limitado por fuera de sus filas. Solo Clara logra romper un poco el encerramiento. Así lo muestran también las encuestas para la Alcaldía de Bogotá donde esta candidata toma hasta el momento el primer lugar con un 25 por ciento de la intención de voto. Un partido sensato, un partido con vocación de poder haría todo lo que estuviera a su alcance para que la persona con más penetración en la opinión continuara avanzando. Esas condiciones no son cosas del otro mundo. Se trata apenas de reafirmar su presidencia y su liderazgo interno al tiempo que se le facilita un margen de maniobra para buscar alianzas de cara a la Alcaldía de la capital.
 
En un ambiente así es muy probable que Clara tienda a comportarse de manera cabal con su partido. A consultarlo más. A darle una mayor participación en las decisiones de gobierno. A respetar y darles espacio a los grupos minoritarios y a las posiciones críticas.

Jorge Enrique Robledo, un congresista excepcional, que tiene una gran influencia dentro y fuera del Polo y funge ahora como principal rival de Clara López, debería pensar un poco en lo que ha sido la historia de la izquierda y del Polo en particular. La disposición a controlar, fustigar y limitar la acción de los líderes de izquierda que logran votaciones importantes y tienen éxito político es, quizás, la principal talanquera para que esta corriente salga de la marginalidad y se convierta en alternativa de poder.

La fila de los que salieron del Polo en distintos momentos es larga. Menciono algunos: Lucho Garzón, Antonio Navarro, Gustavo Petro, María Emma Mejía, Antonio Sanguino, Carlos Vicente de Roux. Carlos Gaviria se mantuvo allí, pero perdió toda influencia y decisión. Un partido que genera estas divisiones de manera reiterada tiene que hacer un alto y reflexionar sobre las causas. Seguramente las personas y grupos que se han marchado tienen su cuota de responsabilidad en la división, pero la mayor responsabilidad reside en el colectivo, en el pesado ambiente que se respira en estos grupos de la izquierda.

Robledo debería pensarlo dos veces. Es muy probable que en el día de mañana esté en la misma situación. Cuando se quede solo, como el gran líder del Polo, vendrán los demonios creados por él para atormentarlo.

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