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“Llegan a ponerle un dedo a Uribe y se incendia este país”

Para la reconciliación del país necesitamos a Uribe y sus seguidores. Pero el expresidente no debe abusar demasiado de su influencia y de su poder y del temor que suscita.

León Valencia, León Valencia
20 de septiembre de 2014

La frase es de Francisco Santos miembro de la familia más influyente de Colombia a lo largo del siglo XX, vicepresidente de la República durante ocho años, aspirante a la Alcaldía de Bogotá. Vean otra declaración. “Si el presidente Santos y Uribe se distancian del todo el país puede vivir una época de violencia partidista  similar a la de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado”. Es de Fabio Echeverry, quizás  el más importante dirigente  que ha tenido la Andi en su historia, en una entrevista a Cecilia Orozco, cuando apenas empezaba el primer mandato de Santos. 

Hay más. “Se podría generar un enorme enfrentamiento entre los sectores sociales colombianos y podría generar digamos un rompimiento del sentimiento nacional a unos niveles nunca antes vistos”. Es de Paloma Valencia, Senadora de la República y  nieta de un expresidente, en interrogatorio para las2orillas, realizado por Abelardo de la Espriella, cuando le preguntan sobre la posibilidad de que lleven a Uribe a los tribunales.  Y para rematar. El hacker Andrés Sepúlveda, en entrevista reciente a SEMANA, dice que un grupo de militares encabezado por el general Rito Alejo del Rio, persona del corazón de Uribe, ha pensado en organizar un grupo armado ilegal para responder al proceso de paz. 

Son frases que asustan, son frases que aterran, porque en Colombia nunca ha sido difícil organizar una nueva guerra y el expresidente Uribe es una persona con un gran  poder y una influencia enorme en la sociedad. Yo creo que estas cosas pueden ocurrir. Creo, además, que no pocos dirigentes políticos y formadores de opinión y miembros de las altas cortes y líderes empresariales, sienten lo mismo. 

Por eso, porque hay miles de personas que lo siguen y otros muchos miles que le temen, es que hay tanta consideración con el doctor Uribe. Eso explica por qué no avanzan los cientos de procesos judiciales que hay en su contra aquí y en el exterior; las facilidades que se dieron para que Luis Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado y Andrés Felipe Arias se fueran al exterior huyendo de la Justicia; la decisión de no indagar más por las actividades de sus hijos inmersos como están en 12 grandes escándalos públicos; la atención especial que le prestan todos los medios de comunicación; el generoso apoyo que le dan grandes empresarios del campo y  la ciudad; y la  inmensa nube de escoltas que le prestan seguridad. 

Está muy  bien que así sea. Lo digo de todo corazón. Es necesario cuidar la vida del expresidente.  No me parece que el destino de Uribe sea la cárcel. No lo podemos empujar a que inspire o lidere un nuevo ciclo de violencias. El expresidente es indispensable para la reconciliación del país. Es probable que Santos pueda firmar la paz con las guerrillas en contra de la voluntad de Uribe, incluso es muy posible que el referendo que aprobará los acuerdos de La Habana salga adelante sin el apoyo del exmandatario. Pero para la reconciliación del país necesitamos a Uribe y a sus seguidores. 

Ahora bien,  el doctor Uribe no debe abusar demasiado de su influencia y de su poder y del temor que suscita. No puede meterse en una cruzada para dividir a la Fuerza Pública estableciendo relaciones extrainstitucionales con sectores del Ejército y la Policía descontentos con el proceso de paz. No puede montar o prohijar campañas contra las negociaciones de La Habana acudiendo a informaciones falsas o a métodos ilegales. 

 No se puede burlar de la Justicia una y otra vez, como lo hizo cuando el fiscal general de la Nación le exigió  presentar las pruebas sobre los millones de dólares de la mafia que habían entrado a la campaña de Santos, como lo hace cada vez que incita a sus amigos a la fuga o al desacato, como lo está haciendo al calificar de montaje político el grave caso de las acciones ilegales  que ha revelado el hacker Sepúlveda. 

No se puede burlar del Congreso de la República como lo hizo en el debate del pasado miércoles.  Aunque a muchos comentaristas les parezca de suma habilidad y hasta gracioso que Uribe salga del recinto cuando se está examinando su vida y entre solo a echarse un largo e ininterrumpido discurso para enlodar el presidente, al vicepresidente, al ministro del Interior, a varios parlamentarios, a medios de comunicación y a diversas organizaciones no gubernamentales, a mí eso me parece un  completo bochorno, un desafuero mayor.  Ni los seguidores de Uribe deberían amenazar tanto con la violencia, ni el exmandatario debería abusar tanto del miedo que desata esa posibilidad. 

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