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El ELN y la cruz del secuestro

El ELN no puede jugar al azar la salida política que ha buscado por tantos años. Está obligado a decir públicamente que abandona el secuestro. Es una cruz demasiado pesada para las negociaciones de paz.

León Valencia, León Valencia
28 de mayo de 2016

Al momento de escribir esta columna el ELN no ha aceptado que tiene en sus manos a Salud Hernández-Mora y a los periodistas Diego D’Pablos y Carlos Melo de RCN Televisión. Pero las miradas del gobierno y de la Iglesia se dirigen a esta guerrilla que ostenta una gran presencia en la zona donde desapareció Hernández-Mora.

Han pasado cinco días desde cuando la veterana periodista fue vista por última vez en Filogringo, un paraje del municipio de El Tarra en Norte de Santander.

En estos días he sentido miedo, mucho miedo, a que algo malo le pase a Salud, a Diego o a Carlos. Por ellos, especialmente, pero también por el futuro de las negociaciones de paz con el ELN. La prolongación del secuestro o, algo aún más grave, un incidente que lleve a un desenlace fatal de esta situación, pondría en grave riesgo la continuidad de estas negociaciones.

Así ocurrió hace muchos años cuando, en medio de unas negociaciones de paz que adelantaba el gobierno nacional con varias organizaciones guerrilleras, en Tlaxcala, México, se produjo la muerte en cautiverio de Argelino Durán Quintero, un exministro y líder político liberal. Así volvió a ocurrir en las negociaciones de paz del Caguán cuando las Farc se llevaron al parlamentario Jorge Eduardo Géchem Turbay después de haber secuestrado el avión en que viajaba. Las conversaciones se vinieron al suelo.

La muerte de Durán Quintero es un augurio atroz. Se produjo en la misma zona de El Tarra, en el Catatumbo, donde se encontraba Hernández-Mora el día de su desaparición, y ocurrió en mayo, precisamente en mayo, de 1992.

Sueno muy trágico. Estoy invocando demonios, quizás al momento de aparecer esta columna ya se haya resuelto de manera favorable la situación, lo cual me produciría una gran alegría. Pero tengo la obligación de advertir los riesgos que conllevan estas acciones.

El ELN no puede jugar al azar la salida política negociada que ha buscado por tantos años. Está obligado a decir públicamente que abandona el secuestro. Es una cruz demasiado pesada para las negociaciones de paz.

El ELN no ha comprendido aún que en la política las cosas no son como son, son como las siente la gente. Las masacres terribles que se han cometido en el país, los asesinatos, las desapariciones forzadas son, sin duda, crímenes más graves, pero el delito más repudiado en el país es el secuestro. Así son las cosas.

El ELN comete un grave error al defender el secuestro con el argumento de que hace parte integral del conflicto y por tanto tiene que hacer parte de la negociación. No. El secuestro es una violación al derecho internacional humanitario que entra entre las cosas que se abandonan, que se dejan, que no se pueden transar.

Sería un absurdo llevar a la mesa de negociaciones el secuestro, eso no lo puede hacer el gobierno. Lo que se lleva a la mesa, en sentido genérico, es el cese de las hostilidades; que puede ser de carácter unilateral, correspondido por la contraparte, con un desescalamiento de la confrontación; o puede ser formalmente bilateral, en función de una terminación definitiva del conflicto armado.

Al mantener y defender públicamente el secuestro, el ELN se somete además, en medio de las negociaciones, a que cada plagio que se dé en sus zonas de influencia le sea atribuido de manera inmediata. Ocurrió con la abogada Melisa Trillos y con otros dos secuestrados en estas semanas. Después la señora Trillos dijo que no sabía que grupo la tenía y el ELN negó la autoría, pero en la retina de la opinión pública quedo como responsable esa guerrilla.

En los meses que siguen, en la eventualidad de que se abran las negociaciones de paz, en cada encuentro con la prensa o con representantes de la sociedad, el ELN tendrá que hablar primero de esta defensa del secuestro, siempre le preguntarán por los secuestrados y por las razones para insistir en esta triste y atroz decisión. No le dejarán hablar de otros temas con tranquilidad, de sus aspiraciones políticas y sociales, de sus demandas en la mesa, de su visión de futuro. Las ruedas de prensa serán perturbadas por las preguntas sobre el secuestro y eso no le conviene ni al ELN ni a las negociaciones de paz.

Ahora bien, el gobierno también podría pensar en una fórmula para ayudarle al ELN a salir del grave impase. Podría variar el esquema de negociación y empezar por acordar un cese bilateral de las hostilidades. La idea precisa sería dedicar un mes, solo un mes, a pactar el cese bilateral utilizando la verificación internacional acordada con las Farc. Si en ese mes no se logra el acuerdo, se hace a un lado el tema y se continúa con la agenda ya convenida con el ELN.

Con un cese bilateral se conjuran los secuestros, las voladuras de los oleoductos, además de las confrontaciones militares entre la fuerza pública y la guerrilla, con lo cual se negociaría en un ambiente mil veces más tranquilo y esperanzador hasta llegar al acuerdo final.

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