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Los azucareros, RCN, los sindicalistas y la izquierda

Esta izquierda y estos sindicalistas, presos de un discurso nacionalista sin sentido en este momento, no han logrado siquiera la plena formalización de los corteros de la caña.

León Valencia, León Valencia
23 de octubre de 2015

La resolución 80847 de la Superintendencia de Industria y Comercio, por la cual se les imponen sanciones a los azucareros y se ordena revisar el Fondo de Estabilización de Precios del Azúcar, en sus 194 páginas, hace un juicioso análisis de las prácticas fraudulentas que generaron aumentos concertados y permanentes de los precios del producto, restricciones de la oferta y limitaciones a la competencia entre los ingenios. La resolución recoge uno por uno los descargos de los representantes de las empresas y de los gremios y los controvierte con sólidos argumentos y pruebas.

He oído y visto la información de los medios y le he puesto particular atención a los líderes políticos y dirigentes empresariales vinculados por afectos o por intereses económicos a la industria del azúcar que repiten renglón a renglón lo que ya fue refutado en la resolución.

No se van a quebrar los azucareros, la multa representa una ínfima parte de sus ingresos operacionales; no fue una decisión improvisada y arbitraria, es fruto de una larga pesquisa en la que los investigados tuvieron ocasión de defenderse; no es una deliberada persecución política a grupos que le han hecho desplantes a Santos o han tenido serias diferencias con el gobierno nacional en el trascendental asunto de la paz, es una respuesta a la demanda de otro grupo de presión de la vida nacional, el de los productores de alimentos -Nacional de Chocolates, fabricantes de bocadillos veleños, Nestlé, Coca-Cola, Noel, Bimbo y otros-, que se sentía lesionado por los altos precios de un insumo básico para su industria.

Quiero hacer una nota particular sobre RCN Televisión. Varios meses atrás, en una columna, me refería a la grave inconveniencia que significaba que uno de los dos medios más influyentes del país decidiera trocar la información en propaganda. No era, como se entendió en ese momento, el reclamo porque tuviese una línea editorial, eso es legítimo, pero es elemental en el periodismo la distinción entre opinión e información. Tampoco era un eco del Palacio de Nariño, una amenaza destilada por mí por encargo de Santos, como lo dijo en el momento Claudia Gurisatti.

He tenido muchas muestras de la distorsión informativa que implica esta posición, pero hay dos que me han impactado. El día de la firma del histórico acuerdo sobre justicia en La Habana, el noticiero concentró sus mayores esfuerzos en pasar imágenes brutales y profundamente dolorosas de la guerra, un despliegue que nada tenía que ver con el momento de alborozo que significaba superar uno de los mayores obstáculos de la negociación. Y en estos días he visto que emisión tras emisión dedican un gran espacio a descalificar la sanción a los azucareros con la versión reiterada de los investigados. Eso puede ser fidelidad empresarial, pero no ejemplo de buen periodismo.

Jorge Enrique Robledo y las centrales sindicales me han sorprendido con su posición. La CTC, la CGT y la CUT le dicen al presidente Santos en una carta del 9 de octubre pasado que la sanción es una estrategia para quebrar la industria nacional por mandato de las multinacionales, aseguran que se perderán miles de empleos y se ponen del lado de los azucareros amenazando con ir a la protesta. Lo mismo ha dicho Robledo. Equivocan totalmente su papel. Se entiende que la misión del sindicalismo y de la izquierda situados como están en la oposición, lejos del poder, es defender a los de abajo, a los trabajadores y a los consumidores. Las centrales sindicales y la izquierda son o deben ser otro grupo de presión con la tarea de proteger a los más débiles en el juego de la democracia contemporánea.

Los azucareros no necesitan a la izquierda y a los sindicalistas para defender su negocio de la competencia externa. Precisamente, han tenido el poder de impedir que los productores de alimentos o los comerciantes importen azúcar de Bolivia, Guatemala y Costa Rica, o incluso, de comprar las existencias en esos países para especular en el mercado interno colombiano. Han tenido subsidios a manos llenas de parte del gobierno nacional, conseguidos a través de una red de parlamentarios y líderes políticos bien financiados desde la industria azucarera.

Pero lo más grave es que esta izquierda y estos sindicalistas, presos de un discurso nacionalista sin sentido en este momento cúlmen de la inevitable globalización, no han logrado siquiera la plena formalización de los corteros de la caña que trabajan de sol a sol con salarios precarios y prestaciones irrisorias que los ingenios proveen a través de empresas satélites. Tampoco han advertido que la izquierda ha tomado la bandera de la defensa de los consumidores en el resto del mundo.

Posdata: no estaría mal que el senador Robledo y los dirigentes sindicales vieran La tierra y la sombra, una película que le arruga a uno el corazón, una imagen desalmada de los dueños del azúcar en Colombia.

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