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Lo que importa y lo que no

Grave es que maten indígenas y sindicalistas; grave es que la mitad de la población viva en la pobreza y encima le cobren el IVA a lo poco que comen...

Semana
15 de julio de 2006

Vivo muy agradecido con las personas y las cosas que no me importan: no me desvelan, no me inquietan, me vale huevo que se enojen, que renuncien, que las nombren o las echen (las personas) o que se pierdan, se dañen o se las roben (las cosas). Por ejemplo esa cosa, esa casa, que a algunos les parece el non plus ultra de la elegancia capitalina (patrimonio cultural de la nación, creo que la declararon), la tal Villa Adelaida, me importa un pito. Estoy de acuerdo con lo que escribió Aguirre: "¡Tumben ese bodrio!". O, mejor dicho, ni eso: si la tumban, bien, si se cae, magnífico, si la restauran, bien, si la vuelven otra cosa, perfecto, si la dejan así, no hay problema.

Tengo una sensación de estupor, de incredulidad, cuando veo los temas que al parecer apasionan a los colombianos, al menos a juzgar por la importancia que les dan en los medios: discuten, analizan, se indignan, se jalan el pelo, por un montón de cosas que no pasan de ser un frívolo chismorreo. Pasamos de una semana dedicada a Villa Adelaida, a otra semana saturada por el lío de Samper y Pastrana. Con ellos me pasa exactamente lo mismo que con Villa Adelaida: si los nombran embajadores, magnífico, si renuncian, mejor, si se insultan mutuamente, cada cual se lo merece, si los elogian sus áulicos, estupendo, si la ira o el odio o la envidia los carcome, que con su pan se lo coman. En este país armamos una pelotera tras otra por cosas sin importancia, o al menos por cosas en las que -con los problemas tan graves que realmente tenemos- no deberíamos desgastarnos tanto.

Tal vez sea por eso que a veces me siento como un extraterrestre. Oigo la radio, veo los noticieros, leo los periódicos colombianos, y me queda una impresión extraña: no me importa todo eso que ponen a tres, a cinco, a seis columnas, en extras a las 11 de la noche, en el tema del día en la emisora tal o tal otra. ¿Será que soy marciano? En todo caso, a mí los temas y los problemas que me inquietan son otros.

Claro, hay cosas que me importan por motivos personales y no pretendo que nadie las ponga nunca en el periódico. Por ejemplo el dedo meñique de mi hija me importa inmensamente (si le duele, si se lo aporrea, si se lo cortan), pero no espero que a ustedes les importe, ni me enojo porque les parezca un asunto ridículo. Hay cosas que son importantes solo para uno. El orgullo herido de Pastrana o de Samper, o su odio recíproco, por ejemplo, debería ser asunto de ellos solos, y no dar para armar tanta alharaca. De los actos de este gobierno, esos nombramientos me parecen de las cosas más inocuas y más normales que ha hecho: manzanillismo diplomático para acallar posibles voces molestas. Para lo que pueden hacer los embajadores, que hoy en día es muy poco, ambos lo harían tan bien o tan mal como cualquiera.

Tampoco me importan nada los desfiles y contradesfiles de moda en Medellín, ni los divorcios de las divas, ni la guaca que se llevaron 100 soldados: grave es que maten indígenas y sindicalistas; grave es que la mitad de la población viva en la pobreza y encima le cobren IVA a lo poco que comen, grave es que les quiten el recargo dominical a los que no descansan los domingos, grave es que cierren hospitales o que los paracos desentierren a los muertos de las masacres para que desaparezcan las pruebas. Aquí hay temas importantes, y ni se diga a nivel mundial: la amenaza de guerra en Israel y el Líbano, o el calentamiento global, o el terrorismo en Chechenia, la carnicería en Irak, los oprobios en Guantánamo, o los atentados a la libertad en Venezuela.

Importante es la erupción del Galeras o el incendio de los frailejones en los nevados (que ya no tienen nieve). Grave es que los nuevos amos de las apuestas maten a los chanceros de Medellín, que las narcodefensas compren los equipos de fútbol y que las escuelas hagan tres turnos para que la Ministra de Educación cumpla su cuota de cupos (de mala calidad). Hay temas de sobra, serios, e incluso frívolos, que tienen su importancia: una vacuna para el cáncer de útero; una barranquillera capaz de vender más discos que Madonna; un irlandés que mejora la receta del ajiaco; un jugador de fútbol que la embarra en el momento más importante de su carrera; el ADN de las mitocondrias del Neandertal que demuestra que nunca se mezclaron con el Homo Sapiens, un ensayo de Umberto Eco o una película de Almodóvar. Pero aquí no: lean la prensa, oigan radio, vean televisión: verán que esta semana se inventan e inflan algún otro tema tonto que no importa un pito: una teta o una cana al aire, un rico que se muere, una actriz separada, un ex presidente que acepta o rechaza un puesto. Creo que los marcianos, y no los periodistas, deberían escoger los temas que importan realmente.

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